Pedro Reyes y su nostalgia del pasado aterrizan en Los Ángeles

El artista mexicano inaugura en la galería Lisson la primera exposición en la ciudad, enfocada en escultura monumental y referencias a las culturas prehispánicas

La exposición de Pedro Reyes en la galería Lisson combina su obra gráfica en papel amate con esculturas monumentales talladas en piedra volcánica.George Darrell (Cortesía Lisson Gallery)

En el centro de su nueva exposición, Pedro Reyes ha colocado Detente. La escultura es una gran paloma blanca tallada en mármol. El símbolo más reconocido del movimiento antibelicista es, al mismo tiempo, una mano abierta, la herramienta esencial del trabajo. La pieza fue inspirada por el mensaje con el que el dramaturgo carioca Augusto Boal cerraba su correspondencia: Paz, no pasividad. “Nos faltan símbolos o formas de hablar de la necesidad de frenar la belicosidad”, explica el artist...

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En el centro de su nueva exposición, Pedro Reyes ha colocado Detente. La escultura es una gran paloma blanca tallada en mármol. El símbolo más reconocido del movimiento antibelicista es, al mismo tiempo, una mano abierta, la herramienta esencial del trabajo. La pieza fue inspirada por el mensaje con el que el dramaturgo carioca Augusto Boal cerraba su correspondencia: Paz, no pasividad. “Nos faltan símbolos o formas de hablar de la necesidad de frenar la belicosidad”, explica el artista mexicano. La invasión rusa en Ucrania ha disparado una carrera entre los países europeos para armarse y deshecho mucho camino andado por las organizaciones en favor de la paz que nacieron desde los años sesenta del siglo pasado.

Hay entre las obras expuestas un reconocimiento a una generación de diplomáticos que lucharon por acotar el poderío de las potencias. En El Tratado, una escultura de dos metros de altura tallada en piedra volcánica, dos manos se unen en un apretón que cierra un acuerdo. “Representa dos pares a la misma altura, no hay jerarquías”, afirma el escultor, quien recuerda que la mayoría entre los 95 países que han signado el tratado de no proliferación de armas nucleares son en su mayoría naciones de Escandinavia y el sur global, como América Latina y África. “No podemos esperar que el cambio venga del norte, los países de sur tenemos influencia importante. Vivimos secuestrados por esta amenaza de invierno nuclear por las tensiones entre Estados Unidos, Rusia y China”, señala el creador, quien se ha visto involucrado con el tema desde hace algunos años.

Pedro Reyes posa frente a su escultura 'Tlatoani'. Luis Pablo Beauregard

El Tratado, una escultura finalizada este año, cobra relevancia. A finales de noviembre de 2023, se llevará a cabo la segunda reunión de las partes del tratado ante el Consejo de Naciones Unidas. México será el presidente del evento. Según Reyes, esta es la continuación de una tradición diplomática de no intervención y de lucha por frenar la proliferación de armas que vivió su época más brillante en 1967 en Tlatelolco con la firma del Tratado para la Proscripción de Armas Nucleares en América Latina y el Caribe. Este hito le valió a México su único premio Nobel de la paz, que fue a parar en 1982 a manos de Alfonso García Robles, un funcionario de Exteriores que tenía la paz mundial entre sus obsesiones.

Lisson exhibe, desde este sábado y hasta septiembre, las nuevas obras que se añaden a los temas que el artista y escultor trabaja desde hace tiempo. Sorprende saber que esta es la primera exposición en solitario que una galería dedica en Los Ángeles a Reyes, una figura destacada en el país norteamericano. Esto es gracias, quizá, a la explosión de espacios que se ha dado en el último año (la propia Lisson desembarcó de Londres a mediados de abril), lo que indica la candente temperatura del mercado en una de las zonas más ricas de Estados Unidos. Antes de que Reyes terminara de dar el recorrido a la prensa, un coleccionista vestido con ropa deportiva y tenis para correr ya había comprado una de sus esculturas.

La nostalgia de Reyes por el pasado no termina en el México del tratado de Tlatelolco. Se remonta a varios siglos atrás. Entre las obras, fabricadas en los últimos tres años en su casa-taller al sur de Ciudad de México, hay también un Chac Mool de jadeíta, una escultura de rojo tezontle y algunas pinturas de grandes dimensiones hechas sobre papel amate, fabricado con la pulpa de árboles tropicales, cocido en agua con cal y aplanado con rocas. No puede faltar una voluminosa obra de un cráneo humano, uno de los objetos que Reyes admite, “obsesiona a los mexicanos”.

Una de las esquinas de Lisson está ocupada por el rostro ovalado de una mujer prehispánica. Es Cihuacóatl, una de las diosas de la fertilidad de los antiguos mexicanos. La deidad recuerda una de las polémicas que Reyes encaró recientemente. En otoño pasado, Claudia Sheinbaum, la alcaldesa de la capital mexicana, reveló que el artista trabajaba en una obra que sustituiría una importante estatua de Cristóbal Colón, un personaje cuya relevancia histórica ha cambiado bajo la luz que irradia este siglo. Cuando Reyes reveló el modelo en el que estaba trabajando, el de una mujer de rasgos indígenas, la respuesta no fue la esperada. La controversia obligó a que las autoridades retiraran la comisión a Reyes, quien desveló en 2022 una escultura gigante de una mujer náhuatl en la ribera de San Antonio. Citlati también fue un encargo de las autoridades de la ciudad texana.

Reyes considera que su trabajo como escultor es una síntesis del choque entre las grandes escuelas del arte mexicano. De un lado está la escuela nacionalista, encabezada por artistas como Diego Rivera, Frida Kahlo, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, quienes se inspiraban en los movimientos obreros y el proletariado marxista como forma de resistencia al empuje capitalista. La Ruptura modificó la técnica e influencias creativas durante décadas. Con una larga lista de exponentes, entre ellos Vicente Rojo, Rufino Tamayo, Pedro Coronel, Manuel Felguérez, Francisco Toledo y varios más, la generación tuvo muchos discípulos.

Entre aquellas dos fuerzas se encuentra Reyes. El artista, no obstante, ha heredado formas de trabajo que han unido a los dos grupos mencionados. Por ejemplo, la talla en piedra hecha por manos humanas. Esto en tiempos donde la mayoría de esculturas en roca se hace con robots. “Cada vez que esto sucede, seis personas se quedan sin trabajo”, cuenta el artista. La producción en su estilizada casa de Coyoacán, al sur de Ciudad de México, ha logrado reactivar un oficio de siglos. Muchos de los artesanos que trabajan con él son parientes de integrantes de la influyente Escuela de escultura y talla directa, establecida en México en 1927. “Es una forma viable de empleo. Creo que lo hecho a mano, paradójicamente, corre menos riesgo de desaparecer con la inteligencia artificial que alguien que estudió ingeniería en sistemas”, ríe Reyes.

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