Dagoberto Rodríguez, el pintor de los campos de refugiados

El artista cubano, cofundador del prestigioso colectivo Los Carpinteros, visita Palestina tras casi tres años de recrear en acuarela y desde la distancia espacios como Zaatari o Dadaab

Dagoberto Rodríguez at a refugee camp in Aqabat Jaber, Jericho, on May 28.Antonio Pita

En 2020, en pleno confinamiento por la pandemia, el creador cubano Dagoberto Rodríguez, cofundador del prestigioso ―e inactivo desde 2018― colectivo de arte conceptual Los Carpinteros, comenzó a recrear en acuarela campos de refugiados. El proceso consiste en rastrearlos en Google Earth, escoger un fragmento (“trato de entender dónde transcurre la acción”, explica) y construirlo por ordenador en tres dimensiones con piezas de Lego. La imagen generada sirve de maqueta para proyectar, dibujar y pintar l...

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En 2020, en pleno confinamiento por la pandemia, el creador cubano Dagoberto Rodríguez, cofundador del prestigioso ―e inactivo desde 2018― colectivo de arte conceptual Los Carpinteros, comenzó a recrear en acuarela campos de refugiados. El proceso consiste en rastrearlos en Google Earth, escoger un fragmento (“trato de entender dónde transcurre la acción”, explica) y construirlo por ordenador en tres dimensiones con piezas de Lego. La imagen generada sirve de maqueta para proyectar, dibujar y pintar la acuarela final, una de sus técnicas favoritas, que ofrece al espectador una mirada a vista de pájaro entre lúdica y desconcertante. Lo ha hecho, por ejemplo, con los de los rohingya en Bangladés; con Zaatari en Jordania, originado por la guerra siria; o con Dadaab, donde sobreviven en Kenia unos 350.000 somalíes que huyeron de la guerra civil y posteriormente de la sequía y la hambruna.

Nacido en 1969 en Caibarién, Rodríguez se licenció en el Instituto Superior de Arte de La Habana en 1994. Allí conoció a los otros dos integrantes originales de Los Carpinteros, el colectivo con el que alcanzó su cenit de reconocimiento y con el que llegó a montar un estudio en la isla en 2015, al calor de la apertura económica impulsada por Raúl Castro que les permitió comprar el local. Con Los Carpinteros o en solitario, ha expuesto en el MoMA y el Guggenheim de Nueva York, la Tate Modern de Londres, el Centro Georges Pompidou de París o el Reina Sofía de Madrid, entre otros. En 2021 obtuvo el premio de arte latinoamericano EFG.

"Campo de refugiados rohingya", obra de Dagoberto Rodríguez.

Su reciente impulso, convertir en arte los campamentos de refugiados, surgió de su experiencia vital. Primero, de su propio periplo como residente en Madrid desde 2009. “Todo lo que tiene que ver con las migraciones conecta mucho con nuestra experiencia. Nuestro viaje al exilio es el de cualquier refugiado”, señala. “Al final del cuento, dices: ‘Eres del arte, no sé qué… pero eres un refugiado”.

Segundo, de una sensación mucho más cruda: Cuba “ha dejado de ser un proyecto político para convertirse en uno de supervivencia” y su capital es ya “un gran campo de refugiados”. “La Habana se ha ido afavelando. Tenía una estructura definida y ha ido haciendo el proceso inverso […] Vive de la ayuda internacional. Y la gente está de paso. El destino final en La Habana no es La Habana, sino Miami o España”, asegura. El artista, de hecho, tiene una provocadora acuarela en la que recrea su puerto con la misma técnica y lenguaje visual. Lleva por título El campo de refugiados de La Habana.

"Campo de refugiados de La Habana", obra de Dagoberto Rodríguez.

Tras dos años y medio de basarse en Google Earth, Rodríguez sintió la necesidad de dar un paso más. De sumar la mirada a pie de calle a la que le aporta la tecnología desde el cielo. “Me interesa la producción simbólica, ver cómo las personas organizan el espacio”, explica. Para ello, eligió Palestina, un lugar muy presente desde su infancia en los discursos por el apoyo de la Revolución cubana, que rompió relaciones con Israel tras la guerra del Yom Kipur (1973) y declaró luto oficial por la muerte en 2004 del histórico líder palestino Yasir Arafat.

“Esto es casi una ciudad”, dice mientras recorre con familia y amigos las calles de Aqbat Yaber, el campamento de la ciudad cisjordana de Jericó que alberga a 10.000 refugiados y a otros 3.000 palestinos que no lo son, pero se han mudado allí por el precio de la vivienda.

Aqbat Yaber tiene poco que ver con el imaginario colectivo de los campamentos de refugiados, con sus tiendas de campaña, sus niños sobre el barro y sus camiones cisterna. Aquí, 75 años después de la Nakba (la expulsión o huida de dos tercios de los palestinos que vivían en el actual Israel), las casas son de hormigón. A primera vista, lo único que lo distingue de un barrio normal de una ciudad palestina son las pancartas en homenaje a los muertos en el marco del conflicto con Israel, la basura apilada (los empleados de la agencia de la ONU que gestiona los campos están de huelga) y el color azul de Naciones Unidas en los colegios y los centros médicos. Tras un rato, Rodríguez nota algo más: “No sería muy distinto de cualquier barrio de un suburbio si no fuese por los rostros, los gestos… Se nota mucha tensión”. Jericó es una de las ciudades más tranquilas de Cisjordania, pero en las últimas semanas ha sido objeto de varias incursiones militares israelíes, la última 72 horas antes de la visita del artista.

Rodríguez se para cada tanto a hacer fotos con el móvil y se fascina ante una fuente decorada con banderas palestinas y carteles sobre los últimos mártires de las incursiones israelíes. Parece, dice, una “instalación de arte político”. También le llama la atención la horizontalidad de las construcciones, a diferencia del otro campamento que visitó, Aida, en Belén, donde la falta de espacio empuja las viviendas hacia la verticalidad.

Lo que más le interesa es la organización espacial y su traslación a un lenguaje creativo. Por eso, mientras otros hacen preguntas más políticas a un responsable local, él quiere saber si existe algo parecido a un cine en el campamento (respuesta: en los veranos se coloca una pantalla al aire libre) o quién concede los permisos de edificación. Tras lo visto, regresa a su experiencia vital: “El Gobierno cubano nos hace lo que Israel a los palestinos”.

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