Juanpe Sánchez López, escritor: “Es imporantísimo aceptar que vamos a sufrir”

El investigador escribe en ‘Superemocional’ una defensa a ultranza del amor en todos sus sentidos y lamenta el lenguaje y ritmo con el que lo tratamos

El escritor Juanpe Sánchez López, una tarde de mayo, en Madrid.Jaime Villanueva

Juanpe Sánchez López (Alicante, 29 años) no olvida la lección de 2020. El entonces estudiante de Literatura pretendía pasar aquel año fuera de España, una ambición que se dio de bruces, y qué no, con la realidad: “Entonces empezó la pospandemia y me di cuenta de que hubiese estado completamente triste si me hubiese ido”, rememora hoy, ya como investigador en la Universidad Autónoma de Madrid. “Hay un mom...

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Juanpe Sánchez López (Alicante, 29 años) no olvida la lección de 2020. El entonces estudiante de Literatura pretendía pasar aquel año fuera de España, una ambición que se dio de bruces, y qué no, con la realidad: “Entonces empezó la pospandemia y me di cuenta de que hubiese estado completamente triste si me hubiese ido”, rememora hoy, ya como investigador en la Universidad Autónoma de Madrid. “Hay un momento, creo que es esencial, en que te das cuenta de que la vida no es lo que estás haciendo, sino con quién lo estás haciendo”.

Sánchez López decidió, pues, dedicar su producción literaria al amor. Primero, un poemario, Desde las gradas (Letraversal, 2021) y, ahora, Superemocional (Continta me tienes), un ensayo académico (prologado por Belén Gopegui) en defensa de amar en este maltrecho mundo; en cuya bibliografía de 17 páginas se cruzan filósofos de alta gradación como Lévi-Strauss o Durkheim con pasajes de Crepúsculo, cómics de Liv Strömquist, capítulos de Girls y letras de Lorde.

Pregunta. ¿De qué había que defender el amor?

Respuesta. Creo que hay que redefinir las metáforas con las que hablamos de él. La idea de lo tóxico, por ejemplo, al final viene de lo que enferma, del veneno. Etiquetar una relación como tóxica es impregnarlo de la imagen de algo que te va a matar. Y eso impide que haya una posibilidad de perdón, de curarse de ese veneno. ¿Cuál es el remedio para la toxicidad? Cortar la relación.

P. Si es lo que viene bien...

R. ¿Qué es lo que te viene bien a ti mismo? Es la gran pregunta de los psicólogos. Te viene bien cortar con lo tóxico porque no quieres envenenarte más. Pero eso te deja en un lugar de no compromiso con las cosas que te importan y ante la imposibilidad no solo de perdonar, sino de que ese vínculo que a lo mejor puede mejorar no mejore.

P. Con lo fácil que es ligar en Tinder, Grindr, tener estas relaciones líquidas que dice Zygmunt Bauman, ¿una retirada a tiempo no es una victoria?

R. Las cosas se acaban. ¿Es mejor eso que cuando no podían acabar? Sí. Por otro lado, todo parece acabarse porque estamos en una aplicación, y si no me gustas, me iré con otro. Sí, las cosas se acaban. Pero las cosas nos importan.

P. ¿Se insiste demasiado en que el amor no debería doler?

R. Es importantísimo aceptar que somos seres vulnerables y que vamos a sufrir. [La socióloga y escritora franco-israelí] Eva Illouz defiende que nos hemos convertido en empresarios de nosotros mismos, rentables y rentabilizables, y no aceptamos sufrir ni siquiera en nuestras relaciones. Pero, ¿cómo no vas a sufrir en la vida si, por muy bien que te vaya y por mucho que te quieras, la gente al final hace cosas que no esperas y que te van a doler? Ese dolor no tiene ni que calificarse ni como positivo, ni como negativo, ni como ni siquiera útil. Simplemente, es otra emoción más. Yo de hecho recuerdo los primeros meses en que me enamoré de mi novio: me dolía muchísimo.

P. ¿En serio?

R. Me dolía muchísimo.

R. ¿Qué le dolía?

P. Que en cualquier momento se podía terminar y no quería que se terminase. Me dije: ‘¿Qué me está diciendo esta emoción? Que me importa. Y si me importa, voy a hacer para que funcione’.

El escritor Juanpe Sánchez López, en el centro de Madrid una tarde de mayo.Jaime Villanueva

P. El amor romántico se nos planteaba como algo casi religioso, descontextualizado de lo terrenal. ¿Eso todavía cuela?

R. Vivimos en un sistema capitalista de rapidez, precariedad y trabajar horas de más, es famoso el ensayo de Byung-Chul Han sobre esto. La vida que nos queda está dedicada a descansar... para seguir trabajando, porque si no estás descansado luego no puedes rendir. Es muy difícil encontrar espacios que dedicar a lo que te gusta, a la gente que amas. ¿Qué nos queda? Pues no sé.

P. Yo tampoco.

R. Hay cierto potencial en ser conscientes de que estamos cansados y por qué. En ver, en estos ciertos ratos en los que uno se despeja y está con la gente que ama, resquicios de la vida que quiere vivir.

P. ¿Estamos demasiado cansados para amar bien?

R. Se nos dice que tenemos que trabajar las emociones, lo que tiene cierta trampa. ¿Cómo se trabajan las emociones? Ni que fueran mercancía. Puedes invertir tiempo en ellas... pero ¿trabajarlas? Nadie quiere trabajar más, llegar a casa tras 40 horas semanales de trabajo con la sensación de que le espera un Excel de emociones. Igual que nadie quiere envenenarse con algo tóxico. No debemos teñir el amor de lenguajes que nos hacen daño. Si llevamos este lenguaje a nuestras relaciones, nadie va a querer estar en ellas.

P. Dejemos a Illouz y Han. Amaral: “Sin ti no soy nada”. ¿Filosofía lamentable?

R. ¡No! Hubo ciertas críticas a principios de los dosmil por parte de ciertos sectores feministas que decían que la canción hablaba de una rendición absoluta y que, por tanto, era tóxica o perjudicial; que proponía un modelo de amor en el que la mujer, o al menos el sujeto que cantaba la canción, que es femenino, estaba en completa rendición al tú, como en cierto lazo de vasallaje. Pero somos seres interdependientes, dependemos de los demás y de lo demás para existir. “Sin ti no soy nada” es totalmente lícito. También está bien que digamos que en una relación de amor dependemos de los demás. Así tiene que ser.

P. ¿Ha cambiado la forma en que hablamos del amor?

R. Desde los feminismos ha habido una insistencia en la importancia de los lazos familiares elegidos y las amistades. Eso está haciendo que cambie nuestra forma de ver el amor.

P. ¿Como cuando el amor romántico suplantó los matrimonios medievales?

R. El amor romántico, el amor inevitable estilo Crepúsculo, hizo que el enlace matrimonial dejara de ser interés de grupo y se empezase a mirar por el interés individual o de pareja... El modelo con el que vivimos hoy, donde también está el amor romántico, incluye amor elegible, enlaces basados en la incertidumbre, la prisa, la idea de que el yo es algo que puede mejorarse a través de un tú, ambos mercantilizados: fíjate en First Dates o Mujeres Hombres y Viceversa. Se pone en valor la libertad individual y muy poco la implicación emocional en estas relaciones. Los mitos del amor romántico se han criticado de forma profunda: había estructuras de dominación y opresión que hacían daño sobre todo a las mujeres. De igual forma, este nuevo modelo presenta unas características y dinámicas insostenibles, violentas, que nos hacen daño. En ese sentido sí son comparables.

P. Hace una definición muy concreta del amor. “Bañar, alimentar, proteger”, pero también “invitar a una fiesta”.

R. Cojo del feminismo la idea de que, para que se produzca una buena vida, tenemos que ser cuidados; el impulso de cuidar viene de amar y amar es fijar la atención en los demás. Bañar, dar de comer, limpiar… Eso son cuidados, pero son muy primordiales. Hay que ampliar esa definición a lo cotidiano. Llamar a alguien, hablar con alguien, invitar a alguien a una fiesta, decirle a alguien que está guapo, que te gusta cómo piensa. Mirar con atención. Siento que nuestra mirada está preestablecida en nuestro trabajo, nuestro éxito, nuestro futuro. Y no nos damos cuenta de que las cosas que posibilitan eso son otras que están aquí y que siempre están sucediendo, como el estar con los demás. Y sin eso, ¿para qué quieres tener éxito? ¿Para qué quieres trabajar?

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