‘Increíble pero cierto’: insólito y estupendo disparate sobre la decadencia del cuerpo

La nueva película del director francés Quentin Dupieux es, como casi todas las suyas, una comedia loca sobre un tema muy cuerdo

Léa Drucker y Alain Chabat, en 'Increíble pero cierto'.

Las críticas de las películas absurdas tienen un problema: si citas y hasta explicas el disparate, acabas con la sorpresa. He aquí un verdadero problema con el destripamiento y las sorpresas, y no el contar si a tal o cual personaje le pasa esto o aquello. Aun así, intentemos una crítica de Increíble pero cierto sin desvelar demasiado, loando sus virtudes, que las tiene y muchas, y relativizando sus defectos, que también los tiene, porque su autenticidad, su libertad y su originalidad lo merecen.

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Las críticas de las películas absurdas tienen un problema: si citas y hasta explicas el disparate, acabas con la sorpresa. He aquí un verdadero problema con el destripamiento y las sorpresas, y no el contar si a tal o cual personaje le pasa esto o aquello. Aun así, intentemos una crítica de Increíble pero cierto sin desvelar demasiado, loando sus virtudes, que las tiene y muchas, y relativizando sus defectos, que también los tiene, porque su autenticidad, su libertad y su originalidad lo merecen.

La nueva película del insólito director francés Quentin Dupieux es, como casi todas las suyas, una comedia loca sobre un tema muy cuerdo. Aquí, la decadencia del cuerpo y, por ende, del espíritu. Una comedia sobrenatural de corto metraje, apenas una hora y 10 minutos, aunque de largo alcance, sobre la llegada de un maduro matrimonio (en torno a los 50 años) a una nueva casa con sorpresa dentro. Un hogar que desde una perspectiva superficial podría emparentarse con la jocosa situación de Esta casa es una ruina, pero al revés, y que en un plano más profundo nos podría llevar al mítico piso 7 y medio de Cómo ser John Malkovich. Es decir, al absurdo de Charlie Kaufman.

Pese a todo, hay otra obra que entroncaría a la perfección con el relato y con el fondo de Increíble pero cierto, y a la que no nos atreveremos a citar como referente de Dupieux porque no es fácil que el director francés la haya leído o visto representada: la maravillosa Cuatro corazones con freno y marcha atrás, de Enrique Jardiel Poncela. Hay en Dupieux, de un modo menos expansivo y más mustio, o incluso soso, si se quiere, sin que esto conlleve una connotación del todo negativa, matices relevantes del humorismo de Jardiel y de sus compañeros de la Otra Generación del 27. De hecho, también podría haber aspectos de la desternillante Milagro en casa de los López, de Miguel Mihura, en la película que hoy se estrena en cines después de ganar el premio al mejor guion en el Festival de Sitges, certamen que suele mimar al director de Fumar provoca tos (también creada en 2022 y con galardones allí), Mandíbulas y La chaqueta de piel de ciervo. Películas en las que sus personajes podían obsesionarse hasta el amor desesperado con una prenda de vestir que adquiría voluntad propia, o encontrar una mosca gigante en su coche para luego entrenarla con el objetivo de ganar dinero.

También dj además de escritor y director de cine, faceta en la que se transforma con el seudónimo de Mr. Oizo, Dupieux utiliza para ilustrar musicalmente su película una serie de extrañas piezas creadas en 1976 por Jon Santo (alias de Andres Beurmann) que, más que acompañar, contrastan con lo que está ocurriendo: composiciones barrocas de Bach, tocadas con sintetizadores, pero de un modo un tanto lejano en el tono al de Wendy Carlos con Beethoven y Purcell en La naranja mecánica. Aunque quizá lo más sorprendente de Dupieux sea, además del tono surreal de la historia, la mecánica utilizada en una parte de las secuencias con la información que se va dando: los protagonistas saben algo que el espectador no sabe, y el director alarga hasta la extenuación su desvelamiento, con el consiguiente suspense, nerviosismo y hasta comicidad de la situación.

Apoteósicamente extraña, y de una singular lentitud que por momentos puede resultar desesperante, Increíble pero cierto tiene además su clímax en un anticlímax: cuando parece que llega el tercer acto de la historia y todo se va a desarrollar, el director arriesga con una secuencia musical de 10 minutos, articulada a base de continuas elipsis, en la que se escamotea al espectador la exposición convencional de lo que le ocurre al matrimonio protagonista, y llega el abrupto y magnífico final. Ahora bien, la conclusión es meridiana: el elixir de la juventud no existe, por dentro estamos podridos desde hace tiempo.

Increíble pero cierto

Dirección: Quentin Dupieux.

Intérpretes: Alain Chabat, Léa Drucker, Benoît Magimel, Anaïs Demoustier. 

Género: comedia. Francia, 2022.

Duración: 74 minutos.

Estreno: 19 de mayo.


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