El proceloso viaje de la @ desde los monasterios medievales al lenguaje inclusivo
Un recorrido histórico por el símbolo que comenzaron a usar los monjes para ahorrar tiempo al escribir la habitual preposición latina ‘ad’, que luego se registró en apuntes contables de la Sevilla del siglo XVI hasta su inclusión en la máquina de escribir a finales del XIX
Siempre que escribimos en el teclado del ordenador un correo electrónico, sabemos que indefectiblemente tenemos que pulsar la tecla @, a la que se designa popularmente como el signo o símbolo de internet. Nosotros preferimos nombrarlo “grafo” (”unidad abstracta que comprende el conjunto de grafías de una letra”, como define la Real Academia Española, RAE). No podemos pasar por alto que Ray Tomlinson, en 1971, tuvo la idea de util...
Siempre que escribimos en el teclado del ordenador un correo electrónico, sabemos que indefectiblemente tenemos que pulsar la tecla @, a la que se designa popularmente como el signo o símbolo de internet. Nosotros preferimos nombrarlo “grafo” (”unidad abstracta que comprende el conjunto de grafías de una letra”, como define la Real Academia Española, RAE). No podemos pasar por alto que Ray Tomlinson, en 1971, tuvo la idea de utilizar dicha tecla por su singularidad visual con el fin de separar el destinatario del servidor en un mail.
En este artículo nos proponemos apuntar unos datos a vuela pluma del nacimiento de la @, su proceloso camino a lo largo del tiempo, su llegada a puerto en 1971 y su posterior transformación en fenómeno de masas. Sin lugar a dudas, hoy día la @ se ha anclado en el vasto mundo de las emociones, capitaneadas estas por una juventud cuya mano derecha (o izquierda) se diría que es ya una pantalla de 5,5 pulgadas. La @ y su entorno se han convertido en la religión del siglo XXI, dicho apresuradamente.
La @ que vemos en el teclado nace en la Edad Media. Parece establecido que la preposición latina ad (hacia, hasta) acabó por representarse de esta forma por mera economía de medios. Los monjes de los monasterios medievales podían pasarse tiempo escribiéndola en romance y en latín: legatos ad Caesarem mittere; ad judicem... Tan usual era que se hizo necesario ganar tiempo y quizá por ello el escriba que manejaba el cálamo decidió no levantarlo del pergamino a la hora de iniciar el trazado de la d, y para ello lo mejor fue estilizarla en una curva hacia la izquierda hasta rodear o envolver la a. De esta manera, “ad” se convertiría en @, que, dicho sea de paso, no tiene la consideración de abreviatura. Es un grafo curioso, que puede resultar hasta simpático. El monje fray Fortunato de Florencia o de Sahagún hizo del trazado de esta preposición latina un diseño, o al menos hoy podría tener esa consideración.
Dejamos la Edad Media para saltar al siglo XVI y sentir el bullicio del puerto de Sevilla y el ajetreo en la Casa de la Contratación de Indias. Ignoramos el recorrido seguido por la unidad de medida española llamada arroba para ser representada por medio de la @. Está muy difundido que en 1536 un comerciante italiano afincado en Sevilla, en una carta enviada a Roma, daba a conocer los enseres que podía albergar la bodega de un barco que hacía la ruta de las Indias: “Así, una @ de vino, que es 1/13 de un barril, vale 70 u 80 ducados…”. Pero, ¿hemos de entender tras @ la palabra arroba entendida como medida? No es descartable. Otros la han asociado con ánfora. Era preceptivo de la Casa de la Contratación anotar, entre otras cosas, el cargamento de todos los barcos que salían o entraban en el puerto de Sevilla. No es de extrañar que la ciudad con el monopolio del comercio con las Indias se convirtiera en el principal centro financiero de Europa, desbancando a Amberes. Tanta actividad comercial tenía que favorecer la economía de medios y la @ muy bien podía cumplir esa misión en los apuntes contables.
Antes de avanzar en el tiempo se hace necesaria una puntualización de la unidad de medida arroba. En la España medieval, la arroba de 11,5 kilos era la unidad de medida más usual para la magnitud masa. La cántara (16 litros aproximadamente) era la medida base para el comercio de los líquidos. Pero sucedía que también el aceite y la miel se vendían por su peso en arrobas. Poco a poco, el uso de la arroba fue desplazando al de la cántara y así se llega al siglo XV, cuando se constata que la arroba tiene consolidada las dos acepciones: medida de peso y de capacidad de líquidos.
Dejemos a los prósperos mayoristas de la Sevilla del XVI. De poco más adelante hay una referencia crucial, que cita el filólogo José Ramón Morala, de la Universidad de León, en el Corpus léxico de inventarios, un proyecto de varios ministerios sobre documentos notariales del Siglo de Oro. Así, en la localidad abulense de Candeleda se encontró una @ en un manuscrito de 1648: “Una tinaxa de a dos @....”. A menos de 200 kilómetros, en el pueblo cacereño de Valverde del Fresno, a 16 kilómetros de Portugal, el 10 de agosto de 1753 comenzó la investigación del llamado Catastro de Ensenada. Los peritos designados por el pueblo para contestar a 40 preguntas responden a la número 16 en estos términos para referirse a lo que pagan en el pueblo de los diezmos a la iglesia: “El diezmo del trigo 224 fanegas y tres celemines. [...] El de mosto 94 arrovas y media: El de aceyte 307 arrovas y 3 quartillos. El de lana 3 arrovas y 4 libras. [...] El de costales de pimientos 72 (arrovas). El de ristres de cevollas 333 (arrovas). El de lino 4 @s y media” (en plural), algo que no hemos visto en ninguna otra investigación.
La @ avanzaba, hasta que un buen día la mutaron en tecla de la máquina de escribir a finales del siglo XIX en Estados Unidos. ¿Cómo es que aparece ahí? El grafo tendría un uso constante en la contabilidad comercial estadounidense. La @ sería algo tan usual en las empresas que no quedó más remedio que incluirla en el teclado.
Situémonos a principios del XX en tierras toledanas, no muy lejos de la raya con Cáceres. Las dos acepciones de arroba, para el peso y para la capacidad de líquidos, las vemos representadas en los apuntes contables de gentes de la comarca de Campo de Arañuelo. Los taberneros de Herreruela de Oropesa que compraban el vino en Montearagón escribían a lápiz en sus cuadernillos: “Compré 8 @ de vino blanco de Montearagón a peseta la unidad”. También los agricultores anotaban en sus cuadernos: “Año 1915 a Juan Amor a 6 de enero un cerdo de 15 @ para la matanza...”. La @ tenía que estar generalizada por toda España en el siglo XIX.
Llegamos a 1971. Es comprensible que el teclado del ordenador fuera el mismo que el de la máquina de escribir. Tomlinson fijó la mirada en la @ y acertó. Y es desde entonces cuando este grafo acentúa su visibilidad para convertirse en icono internacional.
No nos ha de extrañar que en nuestros días la @ se haya colado en el lenguaje inclusivo, un hecho del que no se puede descartar el considerarla como sentimiento. Y como quiera que había que visibilizar a la mujer a partir de frases tales como: “Los abuelos llegaron cansados”, alguien lanzó este pantallazo: “L@s abuel@s llegaron cansad@s”. Tal uso se extendió y sirve quizá para quitar desazón a quien defiende el lenguaje inclusivo. El gramático sabe que todas las lenguas se manifiestan secuencialmente o de forma lineal, pues a un sonido le sigue otro y a este, otros que se abstraen en elementos diferenciales con valor pertinente que se llaman fonemas, y que una veintena o treintena de estos, eficazmente combinados, dan origen a las lenguas. Así pues, la simultaneidad es ajena a la naturaleza de las lenguas.
En este caso, es la creencia la que hace ver en la @ una o y una a de forma simultánea. Pero en modo alguno una lengua oral articulada tiene la consideración de “ser vista”. La RAE ha dicho que frases análogas a la citada no se pueden leer. La @ no tiene entidad lingüística, es algo ilegible. Pero si desde las instancias del poder se pretende generalizar sintagmas como: “Trabajador@s, bienvenid@s a este certamen...”, el asunto no es baladí. El poder (y no son pocos) quizá crea sus propias necesidades al margen del pueblo llano. Lo que no debe ser muy usual es que los representantes políticos de un país, en lugar de mantener una postura neutral en asuntos de habla, la utilicen como arma arrojadiza. Las lenguas no tienen un territorio con fronteras definidas, ni pertenecen a quien firma normas y decretos.
Finalmente, la @ se está yendo hacia otros derroteros y nos preguntamos si no será fruto del aislamiento que supuso la pandemia. La vemos utilizada como llamada a un miembro de un grupo de un chat: @Luisa... @Pedro... En este caso, se ha despojado del género-sexo y se utiliza para señalar a alguien. La @ seguirá destilando connotaciones. Desde luego, nunca pensó fray Fortunato de Florencia o de Sahagún que la cosa llegara a tanto.