Los toros se convierten en un arma arrojadiza en la arena política

La decisión del Tribunal Supremo de anular la exclusión de la lidia del Bono Cultural Joven reaviva la polémica entre los partidos que la defienden y los que piden su prohibición

Jóvenes entre el público de una corrida de toros de la Feria de abril de Sevilla, en la Real Maestranza en 2016.PACO PUENTES

Cada vez que un torero sale al ruedo, se juega la vida. Pero, desde hace un tiempo, la tauromaquia afronta una encarnizada lucha que pone en riesgo su futuro. Incluso, quizás, su supervivencia. A un lado, los diestros, los empresarios del sector, los aficionados y todo el que reivindica la lidia como una seña identitaria y una tradición del ADN español. Precisamente, lo que abanderan los principales partidos de derechas, el PP y, más todavía, Vox. En el otro bando, los animalistas, el público indignado con una práctica que considera violenta y arcaica y formaciones de izquierdas, como Unidas P...

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Cada vez que un torero sale al ruedo, se juega la vida. Pero, desde hace un tiempo, la tauromaquia afronta una encarnizada lucha que pone en riesgo su futuro. Incluso, quizás, su supervivencia. A un lado, los diestros, los empresarios del sector, los aficionados y todo el que reivindica la lidia como una seña identitaria y una tradición del ADN español. Precisamente, lo que abanderan los principales partidos de derechas, el PP y, más todavía, Vox. En el otro bando, los animalistas, el público indignado con una práctica que considera violenta y arcaica y formaciones de izquierdas, como Unidas Podemos. En medio, el Ministerio de Cultura y Deporte, regido por el socialista Miquel Iceta, obligado por ley a tutelar un ámbito que intentó apartar del Bono Cultural Joven, una ayuda de 400 euros a los ciudadanos que cumplen 18 años para gastar en productos y actividades artísticas: cine, música, teatro, libros o videojuegos, pero no en toros, como había establecido el ministerio.

Hasta que el 7 de febrero, el Tribunal Supremo anuló esta exclusión al considerar débiles los argumentos de Cultura y visto que, como recordó en su fallo, en el ordenamiento jurídico español la tauromaquia está reconocida como patrimonio cultural que debe protegerse. En 2013, con el PP en el Gobierno, se aprobó una ley para la regulación de este arte y desde ese año el ministerio concede un premio nacional a una figura relacionada con la lidia, con una dotación de 30.000 euros. El Supremo daba así la razón al recurso de la Fundación Toro de Lidia, que recibe una subvención anual estatal de 35.000 euros. Y a un sector que consideró la exclusión como la enésima demostración de abandono por parte del ministerio. Cultura tuvo que recular e incluir los toros en el bono, tanto el que está en marcha desde 2022 como su segunda edición, este año. Polémicas y debates, sin embargo, continúan. Y, con ellas, el complicado avance de un sector que unos llevan a hombros con orgullo y al que otros intentar asestar una cornada definitiva.

El novillero sin caballo Javi Zulueta, sevillano, que este 2023 cumple la mayoría de edad, va a poder gastar la parte del bono que le corresponda en espectáculos taurinos. “Como el propio nombre indica, es un bono cultural y por ello no debería haber sido excluida la tauromaquia, nos privaba de libertad”, dice. Este muchacho, que cursa Segundo de Bachillerato y entrena dos horas diarias en la Escuela de Tauromaquia de Sevilla, empleará el dinero en el abono de la plaza de la Maestranza y, “si da para más, en alguna corrida en Madrid”. Igualmente, se verá beneficiado su compañero en esa escuela taurina Ignacio Candela, novillero con caballo de Ronda (Málaga) y estudiante de Derecho, que cumplió en diciembre los 18. “Vendrá bien sobre todo por los precios de las entradas”, apunta.

Luego están los agraciados indirectamente, como la Asociación Nacional de Organizadores de Espectáculos Taurinos (Anoet), cuyo presidente, Simón Casas, empresario de la plaza más importante del mundo, la de Las Ventas, en Madrid, señala que “no era correcto, ni de justicia” esa discriminación, pero descarta que esta decisión sea la que haya situado a los toros en la arena política. “El motivo por el que se politizan es que la izquierda radical de Podemos ha decretado por ideología que se debían excluir”, declara también por teléfono el representante de la patronal taurina. “Claro que están en su derecho de pensarlo, pero para debatirlo está el Parlamento, que propongan que los toros no sean cultura, pero hoy por hoy, lo son”.

El empresario de la plaza de toros de Las Ventas, Simón Casas, en 2017.Víctor Sainz

De alguna forma, en realidad, Unidas Podemos lo ha hecho. Tras el fallo del Supremo, su portavoz en la Comisión de Cultura del Congreso, María del Mar García Puig, presentó una pregunta al Gobierno donde apuntaba: “La concepción de la tauromaquia como cultura sigue siendo no solo un anacronismo, sino una singularidad aberrante que ni los españoles ni el resto de la comunidad internacional entiende. Resulta tan evidente y apremiante que incluso la ONU, en 2018 y a través del Comité de los Derechos del Niño, instó a España a prohibir el acceso y participación de menores de edad en espectáculos de tauromaquia, a fin de prevenir los efectos nocivos de esta violencia sobre la infancia y la adolescencia”.

Su misiva, que debe recibir respuesta antes del 15 de marzo, plantea al Ejecutivo qué hará para “excluir a los toros del ámbito cultural” y a Cultura cómo volverá a apartarlos del bono joven. “Es un sector que sin las subvenciones difícilmente sería sostenible. La sociedad no quiere corridas de toros y por tanto debemos avanzar hacia su desaparición y una reconversión del sector. Es lo que tiene que apoyar el Gobierno”, agrega García Puig.

Este diario envió varias preguntas al Ministerio de Cultura y Deporte, pero no ha habido contestación. No hay forma de saber, pues, con qué criterios se excluyeron los toros, por qué tras la sentencia se optó por incluirlos en lugar de insistir con argumentos más sólidos o qué visión tiene el departamento de Iceta sobre el futuro de la lidia.

El torero Morante de la Puebla (primero por la derecha) recoge el Premio Nacional de Tauromaquia de 2021 el lunes en Zaragoza. Desde la izquierda, el presidente de Aragón, Javier Lambán, los reyes Felipe y Letizia y el ministro de Cultura y Deporte, Miquel Iceta.Javier Cebollada (EFE)

A falta de palabras, el ministerio publica números. El Anuario de Estadísticas Culturales ofrece pistas para adivinar el horizonte de la tauromaquia. Los festejos han disminuido desde 2009, hasta quedar en 824 en 2021, último dato disponible —279 fueron corridas—. Apenas el 1,9% de la población asistió a uno de esos espectáculos el año pasado, un porcentaje casi idéntico al ballet o la danza. A la vez, sin embargo, las cifras de los últimos dos años están muy influidas por las restricciones en la pandemia. En bienios anteriores, entre un 8% y un 10% solía acudir a los toros, con un reparto bastante parecido por franjas de edad, lo que parece desmentir la idea de que las corridas solo seducen a un público mayor. Además, todos los profesionales del sector (matadores, rejoneadores, novilleros, banderilleros…) aumentaron entre 2017 y 2021, al igual que las empresas ganaderas, con Andalucía como principal base.

El escritor Carlos Abella, autor de una monumental historia del toreo en España y que fue director gerente del Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid, recuerda que este espectáculo ha vivido otros arreones en el pasado: “Lo prohibió Carlos IV y lo restauró Fernando VII”. Abella considera que fue la decisión de Cultura la que puso los toros en la agenda política, “por la negación de un derecho, ahora se deja al menos que los jóvenes tengan libertad para decidir”.

François Zumbiehl, escritor y antropólogo francés, abunda en esta cuestión: “Siempre ha habido taurinos y antitaurinos. Los toros son una fiesta que ha ido transformando el pueblo. En el siglo XVIII la monarquía se alejó de ellos y fueron las clases populares las que a través de toreros como Pepe-Hillo y Costillares tomaron el protagonismo”. Y agrega: “No se puede decir que los toros no son cultura, aunque esté la cuestión del trato a los animales. Hay un ritual, una belleza, una organización de un espectáculo, la participación del espectador... ¿no es esto cultura? Es un patrimonio cultural inmaterial”.

En los recientes vaivenes políticos, Casas, que preside una organización que agrupa al 75% de las principales plazas españolas, lamenta “la postura ambigua del PSOE”. “Históricamente, ha habido aficionados emblemáticos socialistas, pero ahora, a veces, el PSOE agacha la cabeza por un motivo político, poder gobernar con Podemos, que es un partido que ejerce un totalitarismo cultural”, declara. Para Zumbiehl, “hay una alianza entre Podemos y los animalistas, que consideran que los animales y los humanos son iguales por ser seres sintientes, pero el hombre es también un ser consciente. Es la nueva inquisición buenista, y es peligroso. En la historia de la izquierda no ha habido un partido en contra de la tauromaquia hasta Podemos”.

El entonces líder de Podemos, Pablo Iglesias, en la asamblea de esta formación política, en un mitin en la plaza de toros de Vistalegre (Madrid), en 2016.Luis Sevillano

Preguntados si la tauromaquia está adherida a alguna ideología, Casas se pone de ejemplo para negarlo: “En mi juventud fui trotskista, ¿quién puede decir que los toros son de derechas o izquierdas? El toro ha tenido un papel mitológico en las civilizaciones y el hombre ha querido medirse con él. Me atrevo a decir que culturalmente podría ser más de izquierdas porque es un arte transgresivo, que nos enfrenta a la muerte, la del toro y, quizás, la del torero”. El joven Zulueta cree que es un mundo que “no ha estado relacionado con ninguna ideología, aunque haya partidos que quieren vincularse o desvincularse de ello”. Y, al menos aquí su opinión no dista demasiado de la de García Puig, de Unidas Podemos: “Creo que no es tanto un conflicto de izquierdas y derechas como de defensores de los derechos de los animales. El propio PSOE nunca se ha mostrado contundente en este sentido. Hay que sacar el foco de lo identitario y llevarlo al plano de los derechos”.

Zumbiehl, que fue consejero cultural en la Embajada de Francia en Madrid, considera “un planteamiento cerrado” vincular la tauromaquia con una doctrina política y cita lo que sucede en su país: “Políticos de derechas y de izquierdas la defienden, el que haya una barrera en este asunto es absurdo. En cambio, hoy en España la política los utiliza a favor o en contra, algo que no pasó en la Transición. Y no es bueno que un partido se apodere de una expresión cultural, ya sea a favor o en contra”.

Abella sostiene que “los toros han sido siempre un espectáculo plural, aunque ahora se intente asociar a una determinada ideología y a un partido”. “Si la izquierda española niega los toros, se está negando a sí misma”, apunta el autor de biografías de matadores como Luis Miguel Dominguín y José Tomás. “Jorge Semprún, que fue ministro de Cultura con Felipe González, era afín; toreros como Antoñete [fallecido en 2011] eran de izquierdas, al igual que ha habido artistas y escritores aficionados: Alberti, Picasso, Lorca…”. El novillero Candela reconoce que los partidos de derecha “son los que están hoy con los toros”, pero recuerda que el fallecido vicepresidente y ministro de gobiernos socialistas Alfredo Pérez Rubalcaba “apoyaba a los toreros”.

Siguiendo con la política, si hay una autonomía en la que los toros son más que un asunto de calado económico y cultural es Madrid. A su alrededor se ha cavado una trinchera que permite confrontar al gobierno del PP con la oposición de izquierdas, y a la presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso, con el jefe del Ejecutivo, Pedro Sánchez. Solo hay que ver la reacción a la inclusión de la tauromaquia en el bono: “Se pone fin a la visión de un gobierno profundamente sectario en estas materias”, retó su consejero de Presidencia, Enrique López.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en la plaza de Las Ventas, en mayo de 2022.EUROPA PRESS

En conversación telefónica, López describe un antes y un después en la política regional a favor del toro: la salida de Ciudadanos del Gobierno regional, en marzo de 2021. Las dudas en esta materia de aquel partido, según el consejero, fueron sustituidas por una apuesta inversora del PP.

En 2022 Madrid compensó las pérdidas millonarias por los cierres durante la pandemia en el coso madrileño e invirtió 1,4 millones en ayudar a organizar certámenes en la región. Ayuso, habitual de Las Ventas, arrancó 2023 amadrinando una corrida de toros a beneficio de la Fundación de Bancos de Alimentos en Navalcarnero. Y el proyecto de presupuestos de este año, que no ha sido aprobado, duplica la inversión en asuntos taurinos. Si el PP sigue gobernando tras las elecciones municipales del 28 de mayo, empleará unos 20 millones hasta 2024 en la plaza de la capital, según un portavoz gubernamental. De momento, en el último consejo de gobierno, celebrado el jueves, se aprobó un acuerdo para poner en marcha la Fiesta del Toro de la Comunidad de Madrid, para la que se autoriza un gasto de 1.400.000 euros entre 2023 y 2024.

Una visión que contrasta con la de Más Madrid, que lidera la oposición en la región. “Los toros han recibido más ayudas de Ayuso que los videojuegos, un sector puntero, que genera empleos cualificados y que en su momento el PP criticó se incluyera en el bono”, lamenta la diputada Jazmín Beirak. “Y lo hace porque le sirve como un pretexto para hacerle oposición a Sánchez. Ni le importa el sector taurino, ni la necesaria reconversión de los trabajadores que lo integran”.

Detractores de las corridas se manifiestan a las puertas del Parlamento de Cataluña en el día que se votaba la prohibición de los toros en esa comunidad. La ley entró en vigor el 1 de enero de 2012.Tejederas

En Cataluña, en cambio, las corridas de toros son historia desde hace más de una década. La última se celebró en septiembre de 2011 y no se ha vuelto a programar ninguna. El Parlament aprobó en 2010 la modificación de la Ley de la Protección Animal para prohibir las corridas en un enconado y ajustado debate —la división se agudizó en el seno de los grandes partidos— que ganaron los animalistas. En 2016, el Tribunal Constitucional aceptó el recurso del PP y tumbó la norma al sostener que la ley catalana había invadido competencias estatales. Es decir, que se podrían celebrar, pero no se programan por falta de afición.

Cataluña cuenta con dos plazas hábiles: la Monumental, en Barcelona, y una en Olot (Girona). En la capital catalana, la de Las Arenas se ha convertido en un centro comercial y la de Tarragona en un complejo que alberga todo tipo de espectáculos, desde recitales al concurso de castells. En el sur de Tarragona, sin embargo, siguen teniendo mucho arraigo los correbous, similares a las vaquillas. Partidos como la CUP y los comunes promovieron una modificación de la ley para evitar las modalidades más degradantes para los animales.

A la derecha del PP, ¿por qué se asocia a veces ser aficionado con el partido ultra Vox? Casas y Abella coinciden: cuando un partido deja un hueco en un asunto, lo ocupa otro. Para el primero, “la izquierda ha abandonado ese espacio, y la derecha, PP y Vox, no es que quieran politizarlo, sino que lo han cogido”. Zumbiehl reflexiona que esa relación con Vox “quizás se deba al peso del franquismo”. “Franco no era aficionado, pero lo utilizaba como propaganda”.

Santiago Abascal, de Vox, y el torero Morante de la Puebla, en la corrida goyesca en Ronda (Málaga), en 2019. Joaquín Arjona / Europa Press

Esa defensa de los toros ha sido una de las señas de identidad de Vox. Ya en las 100 medidas para España, que lanzó en 2018 como carta de presentación, incluyó una “ley de la protección de la tauromaquia”. Los toros no solo se identifican con la imagen de España que quieren proyectar, inspirada en la visión mítica e imperial del franquismo, sino que les sirven de campo de batalla contra la Generalitat catalana y la izquierda animalista.

El líder de Vox, Santiago Abascal, presume de su amistad con el torero Morante de la Puebla, con quien rodó un vídeo a caballo para la campaña de las elecciones andaluzas de 2018, y ha fichado a diestros para sus listas electorales, como Serafín Marín o el banderillero Pablo Ciprés. En su fiesta anual, el partido incluye un simulacro infantil de encierro taurino. Pero más allá de lo simbólico, el toro supone un importante caladero de votos. Su objetivo es contraponer una izquierda urbanita y ecologista a un campo abandonado y conservacionista. En esta línea, Zumbiehl sostiene que “la fiesta de los toros es la emergencia del mundo rural en el mundo urbano, pero esa relación se ha ido alejando, y lo preocupante sería que se rompiese”.

Sobre si tendrá éxito la inclusión de los espectáculos taurinos en el bono, Casas admite que hace años “hubo un alejamiento de la juventud hacia los toros, pero ahora hay una dinámica inversa, se ven cada vez más jóvenes en Las Ventas”. “El motivo es que ven al torero como un superhéroe que se juega la vida y la juventud sueña con héroes, como se ve en expresiones artísticas como el cine”, añade. El novillero Zulueta tercia: “Hay partidos políticos y medios de comunicación que quieren hacer ver que los jóvenes no quieren la tauromaquia, pero yo, que estoy dentro, aseguro que cada vez hay más novilleros y más jóvenes en los tendidos”. De momento, los que cumplan 18 años también podrán ir gracias al dinero público. Difícil, sin embargo, prever mucho más allá: el futuro de los toros está en plena faena.

El cierre de Canal Toros

A la buena noticia para el mundo taurino sobre el bono cultural se ha superpuesto el trago amargo, esta semana, del anuncio por parte de la plataforma Movistar Plus de finalizar las emisiones de su Canal Toros el 23 de marzo, después de más de tres décadas de una programación exclusiva sobre tauromaquia. Movistar Plus justificó su decisión en “la nueva situación del mercado y la irrupción de nuevos actores, que hacen que no sea viable la continuidad del canal”. No obstante, la lidia sigue en el candelero, como lo demuestra el estreno, el 14 de marzo en el Festival de cine de Málaga, del documental La última lidia, dirigido por Tomás Ocaña, con voces a favor de la tauromaquia, como Mario Vargas Llosa, o contrarias, como Rosa Montero.

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