Rubén Ochandiano: “Soy un lobo solitario a mi pesar”

El actor, de 42 años, celebra sus 25 de carrera, estrena la película ‘Lobo feroz’ y el concurso ‘Traitors España’, confiesa su adicción al trabajo y su dificultad para encontrar pareja. “Se me enquista la soledad”, asume

El actor Rubén Ochandiano, el pasado 31 de enero en Madrid.Foto: Bernardo Pérez

No nos conocemos personalmente, pero nos seguimos en Twitter y, paradójicamente, se establece una rara e inmediata conexión entre nosotros, difícil de lograr incluso entre amigos casuales. Como si no hubiera hielo que romper, dado que nunca hubo agua. Rubén Ochandiano me convoca a la hora del almuerzo en la librería-café Ocho y Medio, quizá el local más cinéfilo de Madrid, desierto a estas horas, y c...

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No nos conocemos personalmente, pero nos seguimos en Twitter y, paradójicamente, se establece una rara e inmediata conexión entre nosotros, difícil de lograr incluso entre amigos casuales. Como si no hubiera hielo que romper, dado que nunca hubo agua. Rubén Ochandiano me convoca a la hora del almuerzo en la librería-café Ocho y Medio, quizá el local más cinéfilo de Madrid, desierto a estas horas, y charlamos rodeados de libros, carteles y fotos de estrellas míticas de su oficio que asisten, mudas, al encuentro. Ninguna, por tanto, enarca las cejas ni se inmuta lo más mínimo cuando el entrevistado, de vez en cuando, habla de él mismo en femenino sin pose ni afectación ninguna, costumbre que se ha respetado en estas líneas.

Estamos rodeados en esta librería de papel. ¿Es usted más digital o analógico?

Me obligo a ser digital porque los tiempos lo piden, casi lo exigen, pero soy una muchacha de provincias de los años 50. Soy muy pacato para muchas cosas.

¿Me lo dice con esa cresta punki rubio pollito?

Me la he puesto y me he teñido para estar mono en la promoción de la película. Pero a mí me habita mi abuela, que fue un ama de casa y una madre de esas que fregaba de rodillas. Uno ha crecido escuchando según qué letanías y, en el fondo, es una persona pacata y temerosa de la vida.

Se apellida Ochandiano de Higes. ¿Es niño bien de toda la vida?

Cero niño bien. Luego yo tengo ínfulas de marqués, me gusta vivir bien y soy clasista y esnob, pero pijo no soy. Soy de Usera [un barrio trabajador de Madrid]. Mi padre trabajaba en un banco y mi madre es médica de Digestivo, pionera en su familia. Acaba de jubilarse.

Mi hija quiere ser psiquiatra.

Ahí hay mucho curro. Más que el que queremos reconocer. Hoy, si alguien no toma Escitalopram [fármaco antidepresivo], no te fíes. Como si no toma gin tonics.

Llevo ocho años soltero y ni te digo el tiempo que llevo sin sexo, y es muy complicado


¿Usted lo toma?

Gin tonics siempre; Escitalopram, a ratos; ahora mismo no, pero si lo necesito no me asusta.

Camaleónico sí que es un rato. Viéndolo actuar en Lobo feroz y en vivo parecen dos personas distintas.

Cambio mucho de look. Te sueno, pero no me ubicas, así puedo coger el metro con tranquilidad.

¿Eso es bueno para un actor?

Ahora te diría que la popularidad facilita mucho que cuenten contigo. Toda la vida me ha acompañado una especie de halo de prestigio, que viene muy bien para hacer secundarios, pero para hacer un prota o acceder a determinados proyectos, ahora mismo cuenta mucho mas el impacto que tengas en Instagram.

¿Del prestigio no se come?

Si eres lista, sí. Llevo 25 años haciéndolo. Nunca he puesto copas. Bueno, un ratito, para pagarme los estudios, que me los pagaban mis padres, pero para hacerme el rebelde. Soy currante como pocos. Muchos actores se quejan mucho. Yo no. Me interesan cuatro cosas y el resto me la suda, pero para lo que me gusta soy muy yonqui.

¿Es adicto al trabajo?

Del todo: si no actúo, escribo o dirijo, me pongo muy pocho, triste. Puedo prescindir de casi todo: del sexo, del alcohol. Puedo tener disciplina espartana para todo, pero si no estoy en contacto con lo creativo me pongo imposible.

¿Por eso tomó antidepresivos?

Una vez fue por curro: no sabía gestionar ese yonquismo mío y me ponía de felpudo del director, por encima de mí mismo. Pero en los últimos tiempos ha sido más por el corazón: se me enquista la soledad. Hasta mi terapeuta me dice que se me ha ido de las manos. Llevo ocho años soltero y ni te digo el tiempo que llevo sin sexo, y es muy complicado.

¿Por no querer o no poder?

Porque soy una muchacha de provincias de los años 50 y los códigos que se manejan en la comunidad gay me generan rechazo.

¿Qué códigos?

El de “espérame en tu casa y te la clavo”. Ya no existe la barra de bar. Esa cosa de programar los encuentros. Lo he intentado, claro, lo he intentado todo, pero se me da fatal. El sexo sin flirteo es muy aburrido y, si no hay confianza, follar es muy complicado.

¿Por qué me cuenta todo esto?

Yo qué sé: será por el Escitalopram.

Estoy harto del buenismo performativo en el que no se puede decir nada. Qué coñazo: el pensamiento-quinoa

Confesar estas cosas no es muy popular en ningún colectivo, y menos en el gay.

Mira, estoy harto del buenismo performativo en el que no se puede decir nada. Qué coñazo: el pensamiento-quinoa. Hemos aceptado ser víctimas del bienpensantismo y no se puede decir nada. Qué miedo y qué horror.

¿Qué ha ganado y qué ha perdido en sus 25 años como actor?

Pues creo que he tenido que reconquistar el arrojo y la fe. Y he ganado consistencia, solidez y cierta independencia. Sigo necesitando la validación, pero no tanto.

¿La validación de quién?

Uy, eso tiene tentáculos infinitos. Desde que el director te de una palmadita en la espalda a compararte con el compañero de generación y perfil que está haciendo cosas que tú no. Eso, antes, me podía dejar dos días en la cama. Pero, cuando uno recorre un camino más espinoso y se hunden las arenas movedizas, espabila. Ahora miro mucho más mi terrenito de felicidad, mi montoncito de libros, mi copita de vino.

¿Qué admira en los demás?

La capacidad para el placer, para el hedonismo sin culpa. Eso que hace mi madre, por ejemplo, que se apunta a un bombardeo con tal de disfrutar con la gente. Yo soy disfrutón, y lo intento, pero soy muy hijo de puta conmigo mismo, y me cuesta esa facilidad social.

Pues ahora estrena un reality, Traitors España (desde el 3 de febrero en HBO Max) en el que juega con gente.

Te voy a decir la verdad. Me lo planteé mucho, porque soy muy seta, y muy clasista. Yo lo que quiero es que me den el premio de interpretación en Cannes. Pero, cuando me lo propusieron pensé: llevo 25 años currando, hace 23 que no me nominan ni al Goya: que les den por culo. Esto era un juego. Lo consulté con mis repres, mi terapeuta, mis padres. Estaba en un momento en el que tenía pasta, tenía más que ver con ese momento Escitalopram y me di permiso para jugar. Y, mira, me lo pasé en grande.

¿Sigue siendo académico de Hollywood? ¿Ha votado ya sus películas favoritas a los Oscar?

Sí, mientras sigas dando la panoja lo sigues siendo. Sale por unos 500 pavos al año, más o menos como la Academia en España. Y merece la pena. Votar los Oscar me pone todo.

Soy un partidazo, un tipo currante, independiente, cariñoso, me gusta follar y cargo con mi mochila sin pedirle a nadie que me la sujete. Soy el novio que te estás perdiendo

¿Irá al fiestón posterior?

Como hay pocas entradas, este año van a hacer fiestas paralelas en Nueva York y Londres, e iré a la de Londres.

Hablando de fiestas, ¿alguna vez le han besado sin su permiso, como han denunciado algunos hombres que sucedió en los Premios Feroz?

Sí. Vaya por delante que, opino que quien se sienta agredido tiene todo el derecho a denunciarlo. Por mi parte, creo que que existen zonas grises y he sabido reconocer cuando era algo susceptible de convertirse en algo feo y cuando era alguien desubicado, o pesado, y ya está. Me parece que el hecho de que existan zonas grises nos humaniza.

Le va a caer la mundial.

Sí, si tuiteamos esto me llamarán hijo de puta, y dirán: “Tú lo que quieres es que te den un pollazo en la cara, sinvergüenza”. Porque Twitter es eso, decir “hola, buenos días” y que te respondan “y tú puta”.

¿Hay pendiente un me too gay?

Creo que en este momento estamos en la base de la pirámide de lo socialmente aceptado. Parece que lo tenemos superado, pero, en realidad, la feminidad sigue siendo lo peor visto en un tío. La homofobia es tan estructural que todos lo somos: incluso nosotros mismos. Un gay masculino con un cuerpo normativo es aceptado. A uno gordo, le cae la del pulpo. Tendría que haber un movimiento para dejar de frivolizar el lugar en el que está el colectivo.

¿Se siente parte de él?

Ojalá: ando buscando un colectivo, me iría mucho mejor. Ando buscando uno, porque me siento un lobo solitario total y a mi pesar. Me cuesta mucho encontrar un grupo de pertenencia, y lo deseo de verdad. Tengo a mis padres, que los amo. Tengo amigos, pero, o son papás, o casados y hay que agendar los encuentros a un mes vista. Eso de llegar de currar y quedar con alguien a tomar un gin tonic no existe. Además, es que no me vale todo el mundo. Es que esto de ser clasista es fatal.

Desde luego, así suena.

No hablo de clasismo sobre la clase social. Es clasismo de querer que alguien hable mi idioma, un idioma que a mí me seduzca, que me apasione. Cuando tengo una cita y un tío se pasa media hora hablándome de programación cuántica, yo estoy pensando: “Por qué no te morirás”. Desafortunadamente, me ponen muy pocas cosas y todo lo demás me la trae al pairo. En ese sentido soy clasista.

Pues aproveche y véndase.

Soy un partidazo, un tipo currante, independiente, cariñoso, me gusta follar y cargo con mi mochila sin pedirle a nadie que me la sujete. Soy el novio que te estás perdiendo.

NI LOBO NI CORDERO

Rubén Ochandiano (Madrid, 42 años) hace de bueno-malo, o malo-bueno en Lobo feroz, su último estreno cinematográfico, donde comparte protagonismo con Adriana Ugarte, en una exhibición de esa ambigüedad suya marca de la casa. Lo podemos ver también jugar al rol en el concurso Traitors España, donde compite con deportistas y celebridades por un premio al estilo de los grandes realities televisivos. Al actor de culto que ha filmado desde con Almodóvar hasta con Sodebergh o Iñárritu, ya no se le caen los anillos ni por eso ni por nada. 



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