Retirado en Países Bajos un tazón de cerámica que presenta a una sonriente Ana Frank como gloria nacional
La firma de vajillas Blond Amsterdam pide disculpas por el uso comercial de la imagen de la autora del famoso diario del Holocausto, que no obtuvo la ciudadanía holandesa y murió apátrida en 1945 en el campo de exterminio nazi de Bergen-Belsen
Una firma holandesa de vajillas de cerámica, Blond Amsterdam, ha retirado del mercado un tazón con un dibujo de medio cuerpo de Ana Frank, la autora del famoso diario del Holocausto. La niña aparecía en la pieza sonriente y con los pómulos sonrosados entre dibujos de molinos, patines de hielo y quesos, en una serie dedi...
Una firma holandesa de vajillas de cerámica, Blond Amsterdam, ha retirado del mercado un tazón con un dibujo de medio cuerpo de Ana Frank, la autora del famoso diario del Holocausto. La niña aparecía en la pieza sonriente y con los pómulos sonrosados entre dibujos de molinos, patines de hielo y quesos, en una serie dedicada a conmemorar las “glorias nacionales”. El uso comercial de la imagen de Ana Frank no es nuevo, pero, esta vez, al presentarla como un icono propio, se ignora que la niña murió apátrida en 1945 en el campo de exterminio nazi de Bergen-Belsen. Nacida en Alemania, el régimen de Hitler le arrebató la ciudadanía por ser judía. A pesar de que tuvo que huir con su familia de su tierra natal, en Fráncfort del Meno (Alemania), y de que vivió en Países Bajos desde los 5 años, las autoridades holandesas tampoco se la concedieron.
Blond Amsterdam es una empresa fundada en 2001 por dos amigas que ilustran vajillas y cerámica con dibujos alegres y llenos de color. El tazón ahora apartado pertenece a la línea denominada Hollands Glorie, que reúne los símbolos más reconocibles del país. Sus productos no están pensados solo para consumo de turistas, y bicicletas, casas típicas, tulipanes y los colores de la bandera nacional aparecen en todas las piezas. De ahí que la cara de Ana Frank chirríe, dado el contexto de la II Guerra Mundial en que vivió. A la vista de la oleada de críticas publicadas en las redes sociales y de que organismos como el Centro de Información y Documentación sobre Israel (CIDI, en sus siglas neerlandesas) consideraran inapropiada la ilustración, Blond Amsterdam ha anunciado su retirada del mercado.
En un comunicado en su web, la firma explica que su intención era “recordar momentos y héroes holandeses, algo que no todo el mundo ve del mismo modo; no era nuestro deseo, y queremos que sepan que esta pieza ya no volverá a la colección”. La empresa ha anunciado también que donará las ganancias obtenidas hasta la fecha con el tazón.
Para el historiador holandés Kees Ribbens, especializado en la memoria de la II Guerra Mundial, “lo más llamativo es que, esta vez, la iniciativa comercial es holandesa”. “Hasta ahora, la mayoría de ejemplos similares que había visto estaban producidos en Asia o Estados Unidos. Poner a Ana Frank diciendo que pretenden crear un ambiente agradable hacia todo lo holandés es llamativo, teniendo en cuenta una tragedia como la suya”, dice en conversación telefónica. En su opinión, al situarla entre las “glorias nacionales, cuando murió apátrida, y había nacido en Alemania, algo que parece olvidarse, hay una falta evidente de sensibilidad”. “Una cosa es la información que pueda bridarse en folletos turísticos y otra cometer este error al reducir a Ana Frank a un simple objeto de consumo. Algo que sigue pasando. Al menos, polémicas de esta índole sirven para mostrar la necesidad de presentar el contexto adecuado para comprender lo ocurrido en la guerra”. La colección de cerámica se promocionaba también en las sucursales del supermercado Albert Heijn, la mayor cadena holandesa, que ha sacado de sus estantes los tazones.
La familia Frank —sus padres y hermana— se escondió de los nazis en el anexo de una casa de los canales de Ámsterdam. Estuvieron allí dos años, junto con otras cuatro personas, hasta que fueron descubiertos y enviados a campos de concentración. De ellos, sólo regresó con vida Otto, el padre de Ana Frank. La versión neerlandesa del Diario fue publicada en 1947 y hasta hoy el libro ha sido traducido a más de setenta idiomas, según la casa museo que lleva su nombre en Ámsterdam.