Cuando Pablo Ruiz Picasso no conocía a “las señoritas de Avignon”
Un congreso internacional reconstruye en el Museo Reina Sofía la influencia de la España de fin de siglo en Pablo Picasso
La geografía básica de Picasso en España habla de una niñez tranquila en Málaga, una breve estancia en Coruña y, siendo ya adolescente, un salto hasta Barcelona, donde permanecerá con su familia hasta que en 1900, con 19 años, se instala en París. Su residencia en la capital catalana se rompe durante dos paréntesis durante los que, a petición del padre, intenta estudiar dibujo en Madrid. Son años durante los que ...
La geografía básica de Picasso en España habla de una niñez tranquila en Málaga, una breve estancia en Coruña y, siendo ya adolescente, un salto hasta Barcelona, donde permanecerá con su familia hasta que en 1900, con 19 años, se instala en París. Su residencia en la capital catalana se rompe durante dos paréntesis durante los que, a petición del padre, intenta estudiar dibujo en Madrid. Son años durante los que Pablo Ruiz Picasso no para de dibujar y pintar. Es un tiempo también durante el que su apabullante personalidad empieza a manifestarse en medio de una profunda redefinición de lo español con la independencia de las naciones americanas y el desastre de Annual.
Un congreso internacional celebrado en el Museo Reina Sofía el jueves y el viernes se ha detenido ahora por primera vez en la investigación de sus años de formación. Titulado Picasso desde los estudios culturales. Sueño y mentira de España (1898-1922), su coordinador, Chema González, aclara que la denominación del congreso alude a la célebre obra gráfica del artista Sueño y mentira de Franco (1937).
Pablo Picasso fue un hombre singularmente curioso y atento que se aproxima a todos esos cambios que ocurren en su entorno. Pese a su importancia, el llamado “Picasso antes de Picasso” no se ha estudiado en profundidad. Los investigadores anglosajones han estado mucho más atentos al estudio de su vida y obra a partir de su residencia en Francia y de su primera gran obra maestra: Las señoritas de Avignon (1907). La cita en Madrid viene a remediar esto.
Durante el congreso se ha investigado la relación de Picasso con los desafíos, crisis y transformaciones que sacuden España desde el desastre de 1898 hasta el fin de la guerra con Marruecos en la década de 1920. Empezando por Madrid, se sabe que llegó en 1897, con 16 años, para estudiar en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Allí consta que se matriculó en paisaje y ropaje. Consta también que iba muy poco y no sobrevive ningún registro de sus posibles trabajos para la institución. El sueldo de maestro del padre no daba para mucho y la familia hizo una colecta entre sus amistades para financiar el viaje del chico, lo que ahora se llamaría micromecenazgo o crowdfunding.
El escritor Servando Rocha ha investigado cómo era aquel Madrid por el que a Pablo Ruiz le gustaba perderse. Se movió siempre por el centro de la ciudad. Se sabe que se alojó en una pensión de la calle de San Pedro Mártir, cerca de Tirso de Molina y de la plaza de Cascorro, el comienzo del Rastro, lo más parecido al barrio chino barcelonés. En agosto de ese mismo año había sido asesinado el presidente Antonio Cánovas del Castillo por el anarquista italiano Michele Angiolillo. La represión y las revueltas fueron brutales. Madrid, detalla Servando Rocha, es una ciudad asustada y deprimida en la que los suicidios y los asesinatos están a la orden del día. Recuerda el escritor que uno de los lugares favoritos para estamparse era ya el viaducto de Segovia, construido en 1874.
Picasso pasaba sus días entre las salas del Museo del Prado, los jardines del Botánico y el parque del Retiro. Por las noches se le veía por las calles del Codo y el Biombo ataviado con su capa, su chambergo y la pipa, como un joven bohemio más.
El segundo periodo de Picasso en Madrid (breve) fue en 1901. Llegó en calidad de director artístico e ilustrador de la revista Arte Joven, de la que solo se publicaron cuatro números ese año. Trató con los hermanos Baroja y les dibujó para la publicación. Pío Baroja definió al malagueño como “un tipo raro”.
¿Anarquista de salón?
En Barcelona, no parece que le pesara su origen charnego. La bohemia y la intelectualidad no hacían entonces distingos por el origen cascabelero, torero y gitano del artista, en palabras de quien fue uno de sus mejores amigos de la época, Ángel Fernández de Soto.
La periodista e historiadora Conxa Rodríguez ha estudiado a fondo los años barceloneses del joven Pablo Ruiz. Contó en el congreso que la familia Ruiz vivía de manera muy modesta en la calle de la Merced. La precaria economía del artista se aliviaba a veces con la realización de carteles para espectáculos nocturnos. Si reunía algo de dinero, alquilaba un cuarto compartido con algún otro en el que pintaban de día y bebían de noche. En el café Els Quatre Gats conoció a muchos de sus mejores amigos artistas y empezó a retratar sobre cartón a los próceres de la burguesía catalana, un impulso hacia el conocimiento que no tardaría en llegar.
El escenario sobre el que se movía Pablo Ruiz era convulso. Alguien bromeó en el congreso diciendo que Barcelona era entonces la capital mundial de la barricada. ¿Qué hacía Picasso frente a ello? El historiador Josep Casals recuerda que Barcelona atrajo al malagueño porque era un foco de ideas avanzadas y porque él era un joven inquieto, deseoso de nuevas experiencias. “Como fue el caso con varios intelectuales españoles, después del desastre del 98, se decantó por el anarquismo. Pero su anarquismo era más bien artístico e individualista, el anarquismo de vanguardia, de disidentes de clase media que buscaban ideas para renovar y romper todo lo existente y podrido. Pero pocos de esos intelectuales llegaron a ser anarquistas declarados”, remata Casals.
El historiador dio detalles de la dura vida de la bohemia parisina que los artistas compartieron en Montmartre y Montparnasse a partir de la Comuna de París. En la capital francesa, a principios del siglo XX había alrededor de 5.000 artistas censados. Eran tan pobres que lo compartían todo. Max Jacob y Picasso se conocieron en 1901 y a partir de diciembre 1902 convivieron en un apartamento en Boulevard Voltaire 87, un habitáculo tan pequeño que en él cabía solo una cama, que uno utilizaba de día y el otro de noche.
Picasso frente al Matriarcado
En 1906, ya asentado en París, hace un viaje definitivo para su carrera. Con 24 años ya ha empezado a encontrar su hueco. Su obra interesa y se vende, a la vez que él no para de retarse con nuevas formas de expresión. Uno de esos retos le produjo una crisis que le llevó a Gòsol, un minúsculo pueblo en el Pirineo catalán.
Picasso le pide a su amiga Gertrude Stein que le permita hacerle un retrato. La escritora y mecenas estadounidense acepta, pero la obra se encalla cuando el artista intenta pintar el contundente rostro de la poeta, según detalla Jèssica Jaques Pi, historiadora de la Autónoma de Barcelona. Acompañado de Fernande Olivier, su compañera de entonces, y su Foxterrier de tres meses (siempre tuvo perros), ascendió a lomos de un mulo hasta Gòsol, el segundo pueblo más alto de Cataluña, habitado entonces por unas 150 personas. En un pueblo de pastores y trasquiladores, Picasso trató con las mujeres que ejercían un matriarcado sin fisuras. Ellas proveían y organizaban. Parece que sus duras facciones y sus cutis destrozados por el viento y el frío le iluminaron para retratar a su amiga Gertrude Stein. Injertó una cabeza protocubista en un cuerpo del periodo rosa y creó una de las imágenes más trascendentes y poderosas del siglo XX.
Los Picassos de Cienfuegos
Uno de los platos fuertes del Congreso fue la proyección del documental Picasso en blanco y negro, de Julia Mirabal, coproducido por Francia y España en 2000. El filme se ha podido ver en algún festival, pero lo que cuenta sigue siendo bastante desconocido para el gran público. Trata de la familia afrocubana que dejó en Cienfuegos su abuelo Francisco Picasso Guardeño, padre de María Picasso, la madre del pintor. Cuando tenía 43 años y una familia de seis hijos en Málaga, el abuelo se fue a Cuba para hacer fortuna. Allí se unió a una afrocubana con la que tuvo un hijo. Cuando el documental se filmó había registradas más de 40 personas con el apellido Picasso. No consta que el artista tuviera ninguna relación con sus parientes caribeños, ni siquiera que conociera su existencia.