Benoît Pellistrandi, hispanista: “El partidismo está matando el legado de la Constitución del 78″
El historiador francés publica en francés ‘Las fracturas de España. De 1808 a nuestros días’, actualización de su libro de referencia sobre la historia española
El historiador Benoît Pellistrandi (París, 56 años) es uno de los mejores conocedores de España en Francia. Ha publicado este año, en la popular colección Folio de la editorial Gallimard, Les fractures de l’Espagne. De 1808 à nos jours (Las fracturas de España. De 1808 a nuestros días), edición actualizada de su libro de referencia sobre la historia española desde la invasión napoleónica.
Pregunta. ¿Quién fue Ángeles de Pablo Renta, a quien dedica el libro?
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El historiador Benoît Pellistrandi (París, 56 años) es uno de los mejores conocedores de España en Francia. Ha publicado este año, en la popular colección Folio de la editorial Gallimard, Les fractures de l’Espagne. De 1808 à nos jours (Las fracturas de España. De 1808 a nuestros días), edición actualizada de su libro de referencia sobre la historia española desde la invasión napoleónica.
Pregunta. ¿Quién fue Ángeles de Pablo Renta, a quien dedica el libro?
Respuesta. Una persona clave para mí. Era una señora que ayudaba a mis padres a educarnos. Somos cuatro hermanos. Vino a Francia con 52 años por razones económicas. Era un cielo, un ángel, como decía su nombre. Vivió en La Rioja después. Murió en 2008. Con sus sobrinos llevé su féretro en el entierro. Fue una madre española.
P. ¿De ahí viene su interés por España?
R. Sí. El español no lo aprendí en el colegio, sino gracias a ella, que no hablaba francés, y yo, de pequeño, la acompañaba a hacer las compras y traducía. Fui por primera vez a España con cuatro años, en 1970. Siempre me fascinó. Después quise estudiar la Historia de España para entender mejor este país, que en Francia solíamos mirar con un sentimiento de superioridad. Yo quería cambiar esta visión.
P. Era usted ambicioso.
R. ¡Sí! Me fascinaba este país tan complejo que a la vez tenía testimonios de un pasado glorioso y también estaba enfermo de su Historia y de su pasado
P. ¿Enfermo de su Historia?
R. España no tiene un relato nacional consensuado. Al contrario. Y, al mismo tiempo, existe un hipernacionalismo español y que dice: ‘España ha inventado América’. Este tipo de cosas. Me interesa este contraste entre grandeza y remordimiento o sentimiento de culpa, de fracaso.
P. ¿Esto en Francia no se da?
R. No. Francia ha logrado unificar un relato nacional desde sus orígenes hasta hoy en el que la República es el apogeo. España estuvo a punto de tener este relato a finales del siglo XIX con la Restauración. Era la ambición de Cánovas del Castillo. Pero todo esto fracasa en el 98 y regresa un sentimiento de fracaso que ya existía en el XVI, con los arbitristas. Hay una continuidad entre los arbitristas, la generación del 98 y toda la larga enfermedad del siglo XX: la guerra civil, que sigue en debate en España.
P. ¿No se ha cerrado la herida de la guerra?
R. Se cerró con la hazaña de la Transición democrática. No olvide las condiciones en los años setenta, las incertidumbres al final del franquismo, la paciencia de las oposiciones, la inteligencia para negociar de Juan Carlos I y de Suárez. Pero quizá falta una reflexión sobre la articulación del modelo político que salió de la Transición: mucha fuerza a los partidos, pero poca al Estado.
P. ¿España tiene algo que aprender de Francia a la hora de construir un relato nacional?
R. En Francia, la derrota en 1940 es un trauma horrible, pero está la figura del General De Gaulle: el antídoto. Gracias a De Gaulle podemos salir victoriosos de la guerra. Del mismo modo, el proceso de descolonización fractura la sociedad francesa y cuestiona el modelo republicano: libertad, igualdad, fraternidad y, al mismo tiempo, dominación de unos pueblos indígenas. De nuevo, De Gaulle fue clave: el antídoto. Me temo que en la Historia española no exista este antídoto.
P. ¿El antídoto a la división?
R. Al fracaso. No hay, en la Historia contemporánea de España una figura de consenso. Lo hubiera podido ser el Rey Juan Carlos. Y de nuevo hay una maldición. Quien habría podido ser el antídoto se ha convertido en una carga que lastra el legado de la Transición.
P. ¿España habría necesitado un De Gaulle?
R. España debe salir de un sentimiento de fracaso que le persigue desde el siglo XVII. Hubo un momento crucial: los 90, con la integración en Europa, los Juegos Olímpicos, el apogeo en la popularidad de la familia real: una imagen extraordinariamente vendedora y, creo, justa. Después nos dimos cuenta de que detrás de esta imagen había fallos: la corrupción, las élites que no estuvieron a la altura de su responsabilidad, los problemas territoriales, la gran crisis económicas. Todo esto ha vuelto a impregnar la mentalidad española del sentimiento de fracaso, como si el fracaso fuese la salida natural de la historia de España.
P. Un país “fracturado”, según el título del libro.
R. Sí, desgraciadamente. Ha habido acontecimientos graves: la crisis catalana ha sido una crisis de identidad y de conciencia nacional, de profunda fractura del pueblo español y del pueblo catalán. Y después está la lucha a muerte entre los dos grandes partidos de gobierno. El partidismo está matando el legado de la Constitución del 78 a costa del Estado.