El terror español no conoce límites
El festival de Sitges confirma la amplitud de temas y propuestas de la producción actual y arranca celebrando el 15º aniversario de ‘[REC]’, la película que abrió las puertas internacionales al cine nacional de género
Hace tres lustros, algo cambió en el cine español. Dos directores, Jaume Balagueró y Paco Plaza, tenían encallados sendos proyectos en inglés tras una vertiginosa y relevante carrera en los géneros del terror y del fantástico. “Decidimos recuperar la libertad que teníamos cuando hacíamos cortos”, recuerda Plaza, y se lanzaron desbocados al rodaje de una historia “que confirmaría que la r...
Hace tres lustros, algo cambió en el cine español. Dos directores, Jaume Balagueró y Paco Plaza, tenían encallados sendos proyectos en inglés tras una vertiginosa y relevante carrera en los géneros del terror y del fantástico. “Decidimos recuperar la libertad que teníamos cuando hacíamos cortos”, recuerda Plaza, y se lanzaron desbocados al rodaje de una historia “que confirmaría que la realidad es más perturbadora que lo imaginable”, asegura Balagueró. Unieron el concepto found footage (metraje encontrado) con el formato del programa Callejeros, “un choque entre una historia fantástica con la vida diaria en una trama sin artificios narrativos”, insiste Balagueró. Así nació [REC] (2007) la película que abrió al cine de terror español las puertas internacionales, no solo de festivales sino de las salas comerciales. Aquella puerta ha servido para que generaciones posteriores de creadores hicieran “explotar los géneros, utilizando el terror para reflexionar sobre multitud de temas”, confirma Ángel Sala, director del festival de cine fantástico y de terror de Sitges. El certamen, que se inaugura este jueves, el más importante de Europa en cine fantástico y de terror, celebra el 15° cumpleaños del filme con sesiones especiales y el documental [REC] Terror sin pausa. En su programación, muestra la heterogeneidad y la autoría del cine español actual en estos géneros.
Desde La piedad, de Eduardo Casanova, a Irati, de Paul Urkijo; de Venús, de Balagueró, a Cerdita, de Carlota Pereda; de El agua, de Elena López Riera, a Mantícora, de Carlos Vermut, de As bestas, de Rodrigo Sorogoyen, a Viejos, de Raúl Cerezo y Fernando González Gómez. Entre otras. “Bueno, es que el cine de género actual es de autor”, cuenta Balagueró, cuya Venus, la propuesta más ortodoxa del menú español, inaugura el certamen. “Cada director aporta su propuesta y eso ha cambiado”. Tanto Balagueró como Plaza siempre han defendido que el género es un caballo de Troya cinematográfico para hablar de otros temas, para reflexionar e ilustrar multitud de temáticas, como el racismo, la maternidad, las desigualdades sociales... “Ahora se habla mucho de Smile, que está recién estrenada, porque es una sucesión de sustos. Yo defiendo un cine de terror no diseñado solo para dar sustos”, explica Balagueró. “El susto es interesante, pero no la razón de la existencia del género”.
Sala explica que “no hay miedo en explorar nuevas vías, se arriesga y abandona la base de fans para ir más allá”. Para el responsable de Sitges, hay dos noticias muy destacadas en este 2022: “Por fin hay una directora española con peso de calidad en el terror como Carlota Pereda y su Cerdita añade muchas capas al slasher [cine con psicópata que asesina brutalmente jóvenes]. Y la otra noticia es Irati, una película de fantasía con espadas, brujería y folclore mitológico, que reafirma la trayectoria de Urkijo”. En el último Fantastic Film Fest de Austin (Texas), otro certamen de referencia mundial, hace una semana, La piedad ganó el premio a la mejor película y Cerdita, el de mejor largometraje de terror. “Y llegaron a coincidir cinco proyecciones al unísono de cine español”, apunta Balagueró. A Paco Plaza esta variedad la parece “histórica y, desde luego, refrescante porque se rompen las puntadas que atan el terror canónico”.
“Eso es muy bonito”, explica Eduardo Casanova, “porque lo dice Paco, que es el director de una de las dos películas más importantes de cine español de terror¡, [REC], junto a ¿Quién puede matar un niño?, de Narciso Ibáñez Serrador. Hoy, el género puede aportar más que sustos. Piensa en La semilla del diablo o Titane, lo que demuestra que los autores pueden comunicarse a través del género”. La piedad ha viajado por festivales como Karlovy Vary o el Fantastic Film de Austin, “lo que confirma que se puede jugar a muchas bandas y que el cine, como el arte en general, es una mezcla de todo”. De ahí la importancia de Pereda y su Cerdita, “que abre a las narradoras españolas este género. Es porque ser mujer o, en mi caso, ser persona del colectivo LGTBi+ no tiene ni puede condicionarme para hablar solo de esa agenda”, dice Pereda. La cineasta subraya esas tendencias: “Es que además se ha multiplicado la producción de series televisivas de este género, y se ha abierto a nuevas voces”. Solo hay un peligro, advierte: “Que se pierda el espíritu transgresor del género, como el del final de [REC]. ¡Qué locura!”.
A contracorriente del cine español navega, efectivamente, Paul Urkijo, que tras Errementari: el herrero y el diablo (2017) repite con espadas y brujería con Irati. “No se ven mucho aquí películas de este subgénero, y me gusta que exista todavía esta posibilidad. Me apasiona”. Y sobre [REC] rememora: “Aquel final me asustó, y aunque se conocía el cine español de terror en los festivales, en 2007 ya sentamos cátedra con el filme de Balagueró y Plaza”. Carlos Vermut, otro que apuesta por el drama psicológico (camino que usan muchos creadores del terror contemporáneo) en Mantícora, filme seco protagonizado por un diseñador de videojuegos que vive atormentado por un oscuro secreto, se encuentra cómodo en esta generación: “Yo busco acercarme al tono fantástico, no caer en el género, y ahí nos movemos muchos. Es una sensibilidad compartida con, por ejemplo, La piedad, El agua o incluso Pacifiction, de Albert Serra”. El director recuerda mucho [REC] “por su calidad, y porque soy amigo de Javier Botet [que da vida al monstruo la niña Medeiros]. Que él actuara ahí nos decía al resto de los colegas que todos podíamos hacer cine”.
Hace 15 años [REC] movió muchas placas tectónicas fílmicas. “No somos objetivos, es parte de nuestra vida, y a Jaume y a mí, desde luego, nos la cambió”, recuerda Plaza, que explica: ”Lo increíble es que la hicimos sin ninguna pretensión, y por algo mágico, la reacción del público, que se apuntó a su espíritu festivo, explotó”. Balagueró cuenta: “Fue una película con un recorrido internacional importante. Cuidado, el cine español de este género ya triunfaba en festivales”. Había una gloriosa transmisión desde Paul Naschy, Eugenio Martín, Jess Franco, Juan Piquer Simón y, sobre todo, Chicho Ibáñez Serrador a otra generación, la de Álex de la Iglesia, Balagueró o Plaza. En 2007 se estrenó también El orfanato, de Juan Antonio Bayona, pero ese año se recordará por [REC]. “Lo que hizo [REC] es llegar adonde nadie lo había logrado, a salas de todo el mundo, a creadores y público de todos los continentes”, explica Sala. “Su huella se ve en todo tipo de películas. Hace lo mismo que el cine coreano: con un ambiente local triunfa en todo el mundo”.
[REC] se localiza en un edificio barcelonés, en el número 34 de la Rambla de Catalunya, que todavía hoy recibe visitas de fans de todo el mundo. Otros no han pisado esa localización, pero rinden homenaje al filme. Como Bong Joon-ho, el coreano ganador del Oscar con Parásitos, que cuando habla de cine europeo apunta sus influencias españolas: “Carlos Saura, Jaume Balagueró y Paco Plaza”.