Lorca, Aleixandre y Miguel Hernández, hechos música y personajes de ópera en ‘El abrecartas’
La obra póstuma de Luis de Pablo, basada en la novela de Vicente Molina Foix, se estrena en el Teatro Real
Hubo un tiempo de dolor y silencio en que España andaba poblada entre el suelo y el éter de vivos, muertos y desterrados. No hace tanto. No hace nada… Aquellas dimensiones, sin embargo, la de la tierra, el cielo, el infierno y el otro lado de las fronteras, andaban interconectadas por carta. Un cruce de palabras comunicaba aquellas almas entre vivos y muertos, entre exiliados y cuerpos sufrientes, encarcelados en un país que prefería el supuesto alivio de la represión a una matanza como la de la guerra. Aquel mundo fue el del compositor ...
Hubo un tiempo de dolor y silencio en que España andaba poblada entre el suelo y el éter de vivos, muertos y desterrados. No hace tanto. No hace nada… Aquellas dimensiones, sin embargo, la de la tierra, el cielo, el infierno y el otro lado de las fronteras, andaban interconectadas por carta. Un cruce de palabras comunicaba aquellas almas entre vivos y muertos, entre exiliados y cuerpos sufrientes, encarcelados en un país que prefería el supuesto alivio de la represión a una matanza como la de la guerra. Aquel mundo fue el del compositor Luis de Pablo (Bilbao, 1930-Madrid, 2021) y en su juventud el del escritor Vicente Molina Foix, nacido en Elche hace 75 años, que trataban de superarlo por medios no al alcance de todos.
De Pablo lo combatió gracias a la música. Molina Foix comenzando a escribir. Ambos se dejaron guiar por faros del exilio interior, como Vicente Aleixandre en su casa madrileña de la calle Velintonia de Madrid. Él sobrevivió y alcanzó el Premio Nobel en 1977, un reconocimiento que fue el de toda una generación, la del 27. Otros cayeron: los poetas Federico García Lorca, ese símbolo universal de los desaparecidos, como lo define Ian Gibson, o Miguel Hernández, azotado por el hambre, el frío, la muerte en la cárcel de Alicante y el temblor de saber necesitados a su mujer y a su hijo.
Todos ellos, los vivos, los muertos, los desterrados son ahora música gracias a la ópera póstuma de Luis de Pablo, El abrecartas, basada en la novela homónima de Molina Foix. Se estrena el 16 de febrero en el Teatro Real de Madrid con libreto del propio Molina Foix, puesta en escena de Xavier Albertí y dirección musical de Fabián Panisello.
Estos días andan los tres culminando la obra. Una pieza que De Pablo terminó en 2015 y que no pudo disfrutar en vivo. Murió en octubre pasado, sabiendo ya que aquello quedaba programado para este invierno. “Estoy sobrecogido”, dice Molina Foix. “Siento que me voy comunicando con él, pero lamento que no llegara a verlo”, dice el escritor. Es la tercera ópera en la que trabajaron juntos, tras El viajero indiscreto y La madre invita a cenar. Cuando De Pablo leyó la novela entendió que tocaba de lleno su mundo: una España que tuvo que lidiar con el gran desastre, como lo calificaba él.
El abrecartas ganó el Premio Nacional de Narrativa en 2007. De Pablo se decidió a adaptarla al género operístico nada más cerrar sus páginas. “Fue una propuesta suya”, dice el autor de la novela. Todavía se pregunta qué le animó a hacerlo. “Esta herida que arrastramos a él le tocaba especialmente. No está del todo superada y eso le apenaba al final de su vida. Aún vivimos con los ecos de aquel cataclismo, existen en personas que los han sufrido. Es la novela de unos supervivientes y Luis lo era, quizás por eso le atraía tanto”, asegura Molina Foix.
El libro está concebido como un epistolario cruzado a través del cual van tomando vida personajes como Lorca, Aleixandre, Miguel Hernández o Eugenio d’Ors. Una complicación a la hora de ser trasladado a escena. “Por eso me asombra el trabajo que hizo con ella De Pablo. Este abrecartas no es mi novela, es una obra completamente suya; lo que yo había dado por cerrado literariamente, él lo expande y lo engrandece con su música”, asegura Molina Foix.
¿Cómo? Fabian Panisello, director musical, apunta varias claves. “De Pablo no renuncia a su discurso de vanguardia pero va incorporando otros lenguajes para definir a los personajes, de repente aparece un pasodoble a su manera, diversos ecos populares, una música sacra. En esta partitura él deja atrás ciertos corsés y se siente, así lo percibo, muy libre. Usa también el humor, el sarcasmo, retrata una España que él vivió y de la que quiere hablar con una visión musical propia. Es una de sus obras más importantes, a mi juicio, con ella se supera a sí mismo”, afirma el músico.
Es la sexta y última ópera del compositor y resulta especialmente compleja por su dimensión musical: casi un centenar de intérpretes entre orquesta, coros y solistas. La nueva producción se representará entre los días 16 y 26 de febrero, con un reparto encabezado por los cantantes Airam Hernández (en el papel de Federico García Lorca), Borja Quiza (Vicente Aleixandre), José Antonio López (Miguel Hernández) y David Sánchez (Eugenio d’Ors), acompañados del coro y la orquesta titulares del Teatro Real y los Pequeños Cantores de la JORCAM.
El estilo epistolar también planteaba problemas a la hora de adaptar la novela a escena. “Lo soluciona mediante una sucesión de introspecciones en cada personaje. Ni existe tiempo ni espacio definidos. Buscamos un lugar imaginario y decidimos que debía ser un almacén de apartado de correos, un lugar fronterizo, que permitiera un cierto intercambio de identidades. Ahí se amontonan cajas que en cierto sentido son memoria”, asegura Albertí, encargado de la puesta en escena.
Memoria depositada en personajes que representan un símbolo de la sociedad española, con un pasado abierto en pleno presente, sin resolver del todo: “No los construye como tales, sino como una identidad colectiva, afectiva o sexual en épocas en que desarrollar este aspecto en libertad resultaba inconcebible”. El abrecartas fluye así como un pretérito reciente que da cuenta del atraso para quienes pretenden devolver al presente lo arcaico o, directamente, la represión. Contra eso, nada mejor, dice Albertí, “que la palabra poética”. Y concretamente los versos que Aleixandre escribió para su libro La destrucción o el amor (1945). “Nos coloca ante ese dilema, ante lo primero, la solución es el amor”, asegura Albertí.
En todo ello pesa la música profunda del compositor vasco. Para dar cuenta del legado de un país que fue vapuleado y devuelto a las cavernas donde resultó imposible, a pesar de la violencia, enterrar y disipar la luz que aportaron los poetas de la generación del 27 o los creadores de la llamada Edad de Plata. Ese ejemplo de una cumbre de creación colectiva en la historia española que se hizo a la vez posible e imposible, pero que ayuda a mantener la fe.
El abrecartas
Música: Luis de Pablo. Libreto: Vicente Molina Foix. Dirección musical: Fabián Panisello. Dirección de escena: Xavier Albertí. Teatro Real. Madrid. Del 16 al 26 de febrero.