Muere a los 91 años la actriz Margarita Lozano, que trabajó con Buñuel, Leone o Pasolini

La intérprete compaginó el cine, incluido un fructífero recorrido en Italia, con una trayectoria teatral en la que participó en importantes montajes en los cincuenta y sesenta

La actriz Margarita Lozano, retratada en 1987.Chema Conesa

La actriz Margarita Lozano, icono del cine español que trabajó con grandes creadores como Luis Buñuel o Pier Paolo Pasolini, ha muerto en la madrugada de este lunes a los 91 años en su casa en Puntas de Calnegre, en el municipio murciano de Lorca, ha confirmado el Ayuntamiento de esta localidad, donde vivió sus últimos años. Lozano había recibido el pasado 23 de junio la Medalla de Oro de las Bellas Artes, que concede el Consejo de Ministros, como reconocimiento a su trayectoria en el cine, que le llevó a compartir pan...

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La actriz Margarita Lozano, icono del cine español que trabajó con grandes creadores como Luis Buñuel o Pier Paolo Pasolini, ha muerto en la madrugada de este lunes a los 91 años en su casa en Puntas de Calnegre, en el municipio murciano de Lorca, ha confirmado el Ayuntamiento de esta localidad, donde vivió sus últimos años. Lozano había recibido el pasado 23 de junio la Medalla de Oro de las Bellas Artes, que concede el Consejo de Ministros, como reconocimiento a su trayectoria en el cine, que le llevó a compartir pantalla con actores como Francisco Rabal o Clint Eastwood.

Nacida en Tetuán en 1931, donde estaba destinado su padre, militar, su infancia y juventud transcurrió en Lorca, que en 2014 la nombró Hija Adoptiva. Lozano se trasladó a Madrid con 19 años para estudiar Moda y diseño, y pronto decidió centrarse en su vocación teatral. De la mano del director Miguel Narros participó en importantes montajes teatrales en los años cincuenta y sesenta, una carrera que compaginó con el cine. En 1958 firma su primer personaje en Italia, en la película de Giuseppe Vari Su propio destino. Y así actuó a las órdenes de Sergio Leone en Por un puñado de dólares; en El Lazarillo de Tormes de César Fernández Ardavín que ganó el Oso de Oro en la Berlinale de 1959; de Fernando Fernán Gómez en Manicomio; de Luis Buñuel en Viridiana; de Francisco Rovira Beleta en Los Tarantos; de Mario Camus en Los farsantes; o de Pier Paolo Pasolini en Pocilga, dentro de su fructífera carrera en Italia en títulos donde solía aparecer acreditada como Margherita Lozano.

Tras una voluntaria retirada, después de casarse con un ingeniero italiano (el matrimonio duró cuarenta años hasta la muerte de él) con el que vivió en Madagascar, Alto Volta (hoy Burkina Faso), Marruecos y otros países africanos —y enamorarse de este continente— y de ser madre, regresó al cine en los ochenta, con los hermanos Taviani, que la dirigieron en La noche de San Lorenzo, Kaos y Good Morning, Babilonia. En España fue Manuel Gutiérrez Aragón quien la recuperó en La mitad del cielo (1986), con el que logró el Premio ACE (Nueva York) a la mejor actriz de reparto. En ese regreso colaboró con Claude Berri en El manantial de las colinas y La venganza de Manon; con Nani Moretti en La misa ha terminado, o con Basilio Martín Patino en Octavia. “Yo no soy fetiche de nadie, lo que pasa es que cuando trabajo, si estoy a gusto, se crea una gran relación y mucha amistad, y los directores y yo terminamos gustándonos, y por eso me llaman”, contaba en una entrevista en 1998 en EL PAÍS.

Su última aparición en los escenarios fue, bajo la dirección de Amelia Ochandiano, en el clásico La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca, entre 2005 y 2007, después de haber interpretado poco antes La vida que te di, de Pirandello, dirigida por Miguel Narros, su gran amigo y director fetiche en los escenarios. En las últimas cuatro décadas de trabajo solo actuó en el teatro cuatro veces por propia decisión.

“Siempre le estaremos muy agradecidos por llevar el nombre de su tierra por todo el mundo”, ha dicho el alcalde de Lorca, Diego José Mateos. La capilla ardiente se instalará en la casa de Lozano por deseo expreso de la familia. Ella había compaginado lustros de vida entre esa casa azul en Puntas, en la costa murciana, y un caserón del siglo XVII en las afueras de Roma. ”Allí no me entero de nada, he logrado estar hecha una paleta y parecer tonta, pero es que esta es otra forma de vivir que me encanta. Entre el aislamiento y la vejez me estoy volviendo hasta cerril”, bromeaba. Y en 2006 confesaba: “En el teatro es donde se pueden conocer todas las culturas, toda la historia, pero no puedo hablar mucho del teatro porque lo que sabía lo he olvidado y lo que hay ahora no lo conozco... Yo solo quiero hacer lo que me gusta, que es muy simple: consiste en no hacer nada, vivir con horarios libres, viendo a gente sencilla y entrañable y con la sensación de que el tiempo es mío”.

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