El rescate de Anaïs Nin descubre su cara más ingenua

Se publica por primera vez en español ‘La intemporalidad perdida’, el primer libro de relatos de la autora, escrito en el París de los años veinte

La escritora Anaïs Nin trabajando en su imprenta en los años cuarenta.Anaïs Nin Trust

Cuando terminó de escribir los 16 relatos que componen La intemporalidad perdida, que Lumen acaba de publicar por primera vez en español, Nin tenía 26 años y aún no había conocido al escritor estadounidense, bohemio, de mediana edad, con quien estaría una década enredada. Compañera de cama y mecenas de Henry Miller, gracias a la fortuna de su marido, Hugh Guiler, la francesa de origen cubano, criada entre París y Nueva York, fue fundamental ...

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Cuando terminó de escribir los 16 relatos que componen La intemporalidad perdida, que Lumen acaba de publicar por primera vez en español, Nin tenía 26 años y aún no había conocido al escritor estadounidense, bohemio, de mediana edad, con quien estaría una década enredada. Compañera de cama y mecenas de Henry Miller, gracias a la fortuna de su marido, Hugh Guiler, la francesa de origen cubano, criada entre París y Nueva York, fue fundamental en la creación de Trópico de Cáncer y Trópico de Capricornio. Tanto así que no solo costeó la edición del primero de estos libros y corrió con los gastos del autor para que pudiera dedicarse a escribir, sino que, como ha quedado probado, sus notas sobre la mujer de Miller, June —con quien la escritora también tuvo un affaire—, acabaron incorporadas en la novela de él.

La escritora Anaïs Nin hacia 1928 vestida con traje de flamenca.Anaïs Nin Trust

Aquel legendario idilio que arrancó en París en 1931 pasó a la historia de la literatura e hizo de Nin un estandarte de mujer liberada, adúltera y bígama. Esto último se supo tiempo después cuando los obituarios en Los Angeles Times y The New York Times, al hacer referencia a su viudo, daban nombres distintos (Hugh Guiler y Rupert Pole), y los dos resultaron ser correctos. Corría 1977 cuando Nin moría a los 73 años, reivindicada como icono por las feministas de la Segunda Ola y convertida, al fin, en una estrella literaria tras 40 años en los márgenes.

La intensa vida de Anaïs Nin y su obra están inextricablemente unidas. De los nueve libros que imprimió en vida, cuatro fueron autoeditados y la crítica, con Edmund Wilson a la cabeza, solo alabó los relatos reunidos en Una campana de cristal a finales de la década de 1940. La fama le llegó en los últimos años de la década de los sesenta con la publicación de una edición purgada de una parte de sus diarios, una obra que Nin empezó a escribir de niña en el largo viaje que la llevó de París a Nueva York, cuando su padre abandonó a la familia.

La escritora Anaïs Nin junto a su esposo, Hugo Giller, en La Habana. Anaïs Nin.

Nin estuvo abierta al poliamor mucho antes de que esa palabra surgiera y arrebatara a una generación, y quizá en parte por esa agitada y poco convencional vida sentimental su reiterado regreso a la mesa de novedades de las librerías siempre despierta el interés de nuevos y jóvenes lectores. Una prueba de ello ha sido el cómic editado este año y firmado por Léonie Bischoff, Anaïs Nin en un mar de mentiras (Garbuix Books), que reivindica su figura. “En los países donde siempre se ha vendido el trabajo de Nin han aumentado las ventas en los últimos años”, señala por correo electrónico Tree Wright, agente literario desde hace una década de The Anaïs Nin Trust. “Probablemente la adaptación televisiva de Pájaros de fuego ha ayudado a darla a conocer a un público nuevo. Pero lo cierto es que su escritura tiene eco y se percibe como muy actual, aunque haya transcurrido tanto tiempo de su muerte”.

Los cuentos rechazados de Nin

Para quienes ya han leído las obras de Nin, los cuentos de La intemporalidad perdida descubren una faceta poco conocida de una autora cuya fama no ha estado exenta de reveses póstumos y caídas en desgracia. Con un cierto aire onírico y psicoanalítico y un inconfundible ambiente de los locos años veinte y de la sensibilidad surrealista, los nuevos relatos no contienen el marcado tono sexual que Nin desarrollaría más adelante. Hay pulsiones artísticas, atracción, bailarinas flamencas y escritores, mujeres jóvenes seductoras que aún no son del todo conscientes de su poder. Estos cuentos fueron escritos entre 1928 y 1931, cuando la autora vivía en París con su marido, el poeta banquero Guiler, y fueron rechazados por todas las publicaciones y editoriales a las que los envió.

En los años setenta Nin publicó La intemporalidad perdida en una tirada corta que no comercializó y con un prólogo en el que reconocía que, aunque los cuentos no mostraban su estilo plenamente desarrollado, ayudaban a entender su evolución como escritora, y eso podía ser valioso e inspirador. El ya desaparecido Gunther Stuhlmann, amigo, agente, editor y estudioso de la obra de la autora, en sus notas a la primera edición comercial estadounidense de 1993 (incluidas en la edición en español) destaca la “ironía y los tempranos indicios de feminismo” que asoman en esos textos primerizos.

La recuperación póstuma de los escritos de Nin ha sido exitosa y polémica, casi a partes iguales. Primero llegaron los relatos eróticos Delta de Venus, un libro que la convirtió en un best seller y cuya publicación fue autorizada por la escritora el mismo año de su muerte. Nin había expresado sus vacilaciones sobre esos escritos que habían resuelto su manutención y la de sus amantes (además de Henry Miller, el poeta marxista peruano Gonzalo Moré) en los años cuarenta en el West Village neoyorquino. El encargo de los relatos sexuales llegó a través de un bibliógrafo y coleccionista que se puso en contacto con Miller y que decía representar a un supuesto millonario de Oklahoma con afición a la literatura erótica. Un grupo de escritores y poetas pronto se sumó a esta empresa que Nin definió como “un burdel literario esnob”, y que décadas después se descubrió que alimentaba una red underground de literatura erótica, sin ningún millonario de por medio.

La escritora Anaïs Nin con Rupert Pole en California en los años sesenta.Anaïs Nin Trust

Tras el éxito póstumo de Delta de Venus llegó la publicación en los años noventa y sin cortapisas de los diarios que trataban su relación con el matrimonio Miller (Henry y June se tituló ese volumen que fue llevado al cine) e Incesto, los escritos personales que hablaban de la relación que entabló con su padre en los años treinta y cuya publicación trató de impedir su hermano, el compositor Joaquín Nin. Como apunta la feminista británica y estudiosa de la obra de Anaïs Nin, Sady Doyle, fue entonces cuando “su escritura sobre sexo pasó a ser condenada, mientras que la de su amante Miller se reverenciaba y la de su amigo Gore Vidal se respetaba”.

Luego, a mediados de los noventa apareció la biografía de Deirdre Bair, que trazaba un perfil monstruoso de la escritora y que puso en suspenso su éxito. Ahora Nin ha vuelto con fuerza. El agente literario Tree Wright confirma el renovado tirón. “En los últimos diez años se han puesto en marcha contratos de traducción en muchos países. Hay acuerdos con España, Francia, Alemania, Rumania, Suecia, Turquía, Brasil y Portugal, entre otros. En 2019 se sumaron traducciones al árabe, estonio y hebreo; en 2020 al japonés y coreano, y en 2021 al tailandés”, aclara.

“Como muchos grandes experimentalistas escribió para un mundo que aún no existía y así ayudó a alumbrarlo”, subraya Doyle. “Construyó una forma artística moderna que ha encontrado su sitio en este siglo de comunicación por internet, repleto de confesiones personales”. El auge de la primera persona, los diarios y memorias y el cuestionamiento de los roles implícitos en el género tienen en Nin a una notable precursora. Sin duda, sus escritos primerizos o tardíos seguirán dando que hablar.

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