‘El lodo’, otro ‘thriller’ español que se enfanga

El lodo responde a un esquema común de thriller atravesado por géneros como el drama o el wéstern: un forastero llega a un entorno rural hostil donde sus ideas de progreso chocarán con las leyes no escritas de caciques y lugareños. En este caso se trata de un biólogo ecologista interpretado por Raúl Arévalo que se instala con su esposa...

El lodo responde a un esquema común de thriller atravesado por géneros como el drama o el wéstern: un forastero llega a un entorno rural hostil donde sus ideas de progreso chocarán con las leyes no escritas de caciques y lugareños. En este caso se trata de un biólogo ecologista interpretado por Raúl Arévalo que se instala con su esposa (Paz Vega) y su hija en una laguna del Levante español controlada por una terrateniente (Susi Sánchez) y su nómina de matones de pueblo. La supervivencia de la zona depende del agua de una laguna cuyo futuro está amenazado por el uso indiscriminado de sus aguas y de la caza furtiva.

Como le ocurre a tantos thrillers patrios, El lodo parece seguir cierta estela visual marcada por el éxito de La isla mínima, la película de Alberto Rodríguez con el propio Arévalo en su reparto, pero entroncando su historia con la larga tradición de dramas rurales (de La aldea maldita, de Florián Rey, a Furtivos, de José Luis Borau) que han hecho explícito el choque entre las dos realidades de un país que sigue enfrascado en ese cliché que confronta al mundo rural con el urbano como símbolos de lo atávico y del progreso respectivamente.

El lodo se detiene en un conflicto que polariza al mundo y que aquí verbaliza el personaje de Susi Sánchez: ¿qué es más importante, la supervivencia del planeta o la de gente que no le queda otra que exprimir hasta el último de sus recursos naturales? El dilema poco importa y los conflictos de los personajes aún menos, ni el de los hermanos que interpretan Roberto Álamo y Joaquin Climent ni el de Arévalo y su familia.

Por desgracia, la película de Iñaki Sánchez Arrieta no aporta nada nuevo a esta dolorosa escisión para quedarse en la trillada y superficial metáfora de las aguas enfangadas, de los hombres primitivos del campo frente a los de la ciudad. Aunque la película parece querer ser otra cosa, sus tentativas de estilo resultan erráticas, no cuajan, para quedarse en más de lo mismo, atascada en sus permanentes altibajos y lejos de ser lo que promete.