Linn Ullman, hija de un amor grande y revolucionario

Hay solo una posibilidad entre millones de que tu padre sea el mejor director de cine y teatro suecos de todos los tiempos; y menos aún de que tu madre sea esa actriz noruega de belleza magnética e icono de nuevas generaciones

Liv Ullmann con su hija Linn Ullmann a inicios de los setenta.Liselotte Erben (Sygma via Getty Images)

Hay solo una posibilidad entre miles de millones de que tu padre sea el mejor director de cine y teatro suecos de todos los tiempos; pero las posibilidades aún se estrechan más si se da la circunstancia de que tu madre sea esa actriz noruega de belleza magnética, candorosa, perturbadora, tan icónica su piel luminosa que hoy sirve de inspiración para actrices como Jessica Chastain, que desnudan su alma cuando un director acerca peligrosamente la cámara. Esa asombrosa casualidad es la que ha marcado a fuego la vida de la escritora Linn Ullmann, hija de ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Hay solo una posibilidad entre miles de millones de que tu padre sea el mejor director de cine y teatro suecos de todos los tiempos; pero las posibilidades aún se estrechan más si se da la circunstancia de que tu madre sea esa actriz noruega de belleza magnética, candorosa, perturbadora, tan icónica su piel luminosa que hoy sirve de inspiración para actrices como Jessica Chastain, que desnudan su alma cuando un director acerca peligrosamente la cámara. Esa asombrosa casualidad es la que ha marcado a fuego la vida de la escritora Linn Ullmann, hija de Ingmar Bergman y Liv Ullmann. Decía Cary Grant en Sospecha de Hitchcock que el secreto de éxito es empezar desde arriba. Esta ironía responde a una gran verdad si a los herederos les toca en suerte una fortuna, pero la profecía suele quebrarse cuando los hijos nacen en un hogar de artistas. Hay excepciones y Linn Ullman confirma la regla: su escritura es la de una narradora sólida enfrentada al prejuicio de que pensemos que Los inquietos, una novela sobre sus padres, es uno más de entre tantos volúmenes que publican tarde o temprano los hijos de grandes artistas.

El libro nace de unas grabaciones olvidadas en una caja en las que padre e hija hablaban de arte y también del esfuerzo inédito que supone hacerse viejo. Era un proyecto común al que ambos habían dedicado tiempo e ilusión y que se vio interrumpido por la desmemoria de Bergman en su último año de vida. Las cintas de pronto aparecen, cuando el padre lleva unos años muerto, y la escritora transcribe esas conversaciones deslavazadas. Ese es el punto de partida de una historia que alza el vuelo y narra la pasión de quienes no quisieron o no supieron transformarse en una familia al uso. Nunca fuimos tres, dice Linn, y prueba de ello es que no hay fotos que atestigüen esa convivencia. Ingmar intuyó en el rodaje de Persona que el rostro de Liv sería el de grandes personajes femeninos a los que ambos darían vida en 10 películas. El embarazo fue una consecuencia casi inmediata del enamoramiento, convirtiéndose la niña en la pequeña de nueve hijos y Liv Ullmann en la pareja qu tuvo entre su cuarta esposa y la quinta. La convivencia se inauguró en la isla de Farö para desvanecerse antes de que la criatura cumpliera tres años. A partir de ahí, la vida de la hija transcurre al amparo de una madre emocionalmente inestable y con ausencias que la niña vive con desesperación, y en los veranos bergmanianos en la isla, donde a veces coincide con hermanastros a los que apenas conoce. No es un relato cronológico, los recuerdos brotan desordenados para retratar a esos dos personajes, míticos para nosotros; para ella, contradictorios y misteriosos. Una madre insegura, que trata de encontrar un espacio posible entre la vida errante de actriz internacional y la de mujer con pavor a no ser querida; un padre obsesivo, entregado al arte y a sus manías, el horario, la alimentación y una austeridad casi religiosa. No hay falta de amor en ellos, pero sí ese empecinamiento en ser fieles a sí mismos que conduce a la negligencia o al descuido. De alguna manera, el director sale mejor parado que la actriz. Primero, porque a las madres siempre se les exige mucho más; segundo, porque las manías paternas respondían a la obsesión por el orden y los niños aman los ritos. Es natural que Liv Ullmann expresara su enfado al leer el libro: mi hija, vino a decir, es una escritora maravillosa, pero tiene una memoria muy selectiva. Sin querer, la actriz definió con precisión lo que es el pasado en manos de una novelista.

Estos padres, protagonistas de “un amor grande y revolucionario”, transmitieron a su hija las grandes virtudes de las que hablaba Natalia Ginzburg: no el ahorro, sino la generosidad; no la prudencia, sino el coraje; no la astucia sino el amor por la verdad; no el deseo del éxito sino el de ser y de saber. Ella los admira a través del tiempo: “Estoy tratando de entender algo sobre el amor y sobre mis padres… por qué los dos, más que nada en el mundo, tenían tanto miedo a que los abandonaran”. No podemos saber qué pensaríamos del libro si no estuviera dedicado a esos padres que le tocaron en suerte. Pero cada cual trabaja con el material con el que cuenta y este es un buen libro moldeado con un barro maravilloso.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Sobre la firma

Más información

Archivado En