Un agente del Cesid lucha contra invasores con aspecto de insectos en la novela ganadora del premio Minotauro
‘Más fría que la guerra’, del madrileño Fabián Plaza, es una ucronía ambientada en 1989 en una España en la que sigue el régimen franquista
Que una novela de ciencia ficción trate sobre terribles criaturas invasoras con aspecto de insectos a las que se opone la humanidad no es una novedad. Sí lo es en cambio que el protagonista de la trama sea un agente del viejo Cesid (Centro Superior de Información de la Defensa, antecesor del actual CNI, Centro Nacional de Inteligencia) llamado Arturo Crespo y que la historia transcurra en 1989, en una España en la que no ha habido Transición y gobierna aún el régimen franquista. Eso es lo que sucede en Más fría que la guerra, de Fabián Plaza (Madrid, 1973), la novela que ha sido proclam...
Que una novela de ciencia ficción trate sobre terribles criaturas invasoras con aspecto de insectos a las que se opone la humanidad no es una novedad. Sí lo es en cambio que el protagonista de la trama sea un agente del viejo Cesid (Centro Superior de Información de la Defensa, antecesor del actual CNI, Centro Nacional de Inteligencia) llamado Arturo Crespo y que la historia transcurra en 1989, en una España en la que no ha habido Transición y gobierna aún el régimen franquista. Eso es lo que sucede en Más fría que la guerra, de Fabián Plaza (Madrid, 1973), la novela que ha sido proclamada hoy en Barcelona ganadora del prestigioso Premio Minotauro en su 16ª edición. El premio, de cuyo jurado formaban parte la escritora Elia Barceló y el ganador de la anterior convocatoria, Sabino Cabeza, está dotado con 6.000 euros. Plaza ya fue finalista en 2010. La novela se publicará el próximo 6 de octubre y tendrá su presentación oficial durante el festival de cine de Sitges. El jurado ha destacado en su fallo que la obra es “divertida y arriesgada”, y ha elogiado su retrato de la Guerra Fría y de una España franquista ultracatólica, ruin y casposa, y muy creíble. También su mezcla de ciencia ficción, fantasía, terror y comedia. Al autor le parece curioso hacer ciencia ficción en el mundo actual que con la pandemia se ha revelado un gran escenario del género, precisamente. “Nuestro mundo es cada vez más una distopía”, reflexiona.
La portada del libro muestra una inquietante bomba con patas. “Cuando presenté la novela pensé que si ganaba y se publicaba los pobres a los que les tocara diseñar la cubierta tendrían una buena papeleta”, ha explicado Plaza a EL PAÍS, “pero el resultado es sorprendente, una imagen que no te deja indiferente, desde luego”. Los seres invasores de la novela, a los que se enfrentan el castizo teniente Crespo y dos paracientíficos, la estadounidense Callahan y el soviético Mazur, reciben el nombre de malosviajes, dado que su primera aparición tiene lugar en el festival de Woodstock. “Son entre insectos y arácnidos”, describe el autor, “animales por los que siento una gran aversión desde la infancia, siempre han estado en mis pesadillas”. Los bichos resultan letales. “Te clavan el aguijón y te incineran por dentro; la descripción del proceso, de una violencia extrema, es bastante escabrosa y sitúa la novela en el ámbito del terror”.
La única ventaja de los malosviajes, puntualiza Plaza, es que, como las abejas, cuando pican mueren. Cuando se le dice que todo dependerá entonces de cuántos sean, el novelista ríe de buena gana. “Sí, de hecho, Callahan emplea animales para que los piquen los malosviajes y acabar así con los invasores”. El autor usa la palabra insectoides para describir a sus criaturas, que no parecen estar muy lejos de los alienígenas de Robert Heinlein o Orson Scott Card, aunque Plaza no concreta de dónde vienen para no desvelar sorpresas de la trama y porque, apunta, “en realidad no es tan importante”.
Parte de la gracia de la novela reside en que es de ciencia ficción, pero transcurre en 1989. “Sí, es una ucronía, un ‘qué habría pasado si…’, en la que la URSS va ganando la Guerra Fría y España sigue siendo franquista”. Vaya, ¿está Franco aún vivo?, eso sí es terror. “Franco no, pero Carrero Blanco sí, y hay alguna otra sorpresilla de personajes históricos colocados en contextos diferentes”. En la historia, hay otros elementos fantásticos, como que el empleo de la parapsicología y la parafísica, todo aquello de las cartas Zener, la percepción extrasensorial, la telepatía, etcétera, da resultado. “EE UU y la URSS experimentaron realmente con las aptitudes paranormales y yo aquí imagino que hubieran tenido éxito; esos poderes especiales se usan en el libro como un arma más”.
Para el novelista, lo más importante de la trama es la relación de los tres protagonistas entre ellos, el agente del Cesid y los parafísicos que se juntan ante la amenaza, que podría ayudar a España a salir de su aislamiento internacional. De Arturo Crespo señala que es “franquista hasta la médula y casposo, pero no llega a la parodia de un Torrente, no es una caricatura sino un tipo con sus convicciones”
Fabián Plaza, con varias novelas fantásticas publicadas y un ensayo-guía para ayudar a los jóvenes a escribirlas, se confiesa lector desde niño del género en general. Dice que admira de Tolkien —con cuyo El señor de los anillos, de Minotauro, precisamente, se inició en este tipo de literatura— su atención al detalle, y de Asimov su aproximación realista a los problemas que plantea la ciencia ficción. En Más fría que la guerra le ha influido especialmente Brandon Sanderson, del que ha tratado de copiar su sentido del ritmo.