‘Dos’: juego macabro de mediocre desarrollo

Dos desconocidos se despiertan unidos en una habitación de hotel; la idea no es mala pero sufre por un desarrollo desigual y un espacio desaprovechado

Pablo Derqui y Marina Gatell en 'Dos'. En el vídeo, el tráiler de la película.

Oldboy (Park Chan-wook, 2003): un ejecutivo es secuestrado y se despierta en una especie de habitación de hotel con la única compañía de una televisión; pasa allí 15 años. Saw (James Wan, 2004): un hombre se despierta en una decrépita cámara subterránea junto a otra persona; en medio, hay un muerto; ambos están encadenados y no saben cómo han llegado hasta allí. ...

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Oldboy (Park Chan-wook, 2003): un ejecutivo es secuestrado y se despierta en una especie de habitación de hotel con la única compañía de una televisión; pasa allí 15 años. Saw (James Wan, 2004): un hombre se despierta en una decrépita cámara subterránea junto a otra persona; en medio, hay un muerto; ambos están encadenados y no saben cómo han llegado hasta allí. Buried (Enterrado) (Rodrigo Cortés, 2010): un contratista civil en Irak se despierta enterrado vivo en un rudimentario ataúd junto a un mechero y un teléfono móvil.

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En la primera década del siglo, este tipo de premisa pareció estar de moda y dio lugar a algunas películas magníficas. Poco tiempo después, si atendemos a las declaraciones en el Festival de Málaga de su directora, Mar Targarona, el guion de Dos comenzó a rular por las productoras, pero, al parecer, nadie quiso financiarla a lo largo de ocho años “por rara y complicada”: un hombre y una mujer se despiertan desnudos en la cama de una habitación de un hotel; están pegados por el abdomen y no se conocen; los han cosido como si fueran siameses y están uno sobre el otro, casi en actitud de haber hecho el amor. El planteamiento no es extraño, pues ya se habían estrenado, con buen o gran éxito, películas semejantes en aquel tiempo. Y la situación, en el primer minuto, tiene la suficiente carga de retorcimiento, de intriga y de perversidad como para despertar el interés. El problema de Dos viene después: no por el planteamiento, que es bueno, sino por el modestísimo aprovechamiento del espacio y de la tesitura a través de la puesta escena; por el desequilibrado desarrollo; y por los malos diálogos. La sorpresa final es más admisible, pero conlleva algo negativo: buena parte de lo contado anteriormente carece de sentido.

“Oye, ¿esto no será obra de un novio cabreado?”, dice el hombre en los primeros minutos tras comprobar ambos su desesperada situación. Línea de diálogo más que discutible: en el tono, en su verosimilitud, en su pedestre costumbrismo dentro de la falta de lógica del momento. La respuesta es aún peor: “¡Estoy casada!”. Demasiados diálogos en Dos en esa línea, cerca de la comicidad involuntaria. Y ello, con independencia del compás en la información: en media hora, apenas nada, sólo aspectos banales; en dos minutos, una retahíla de datos, finalmente mentirosos, de los que los personajes no recordaban nada, aunque de pronto se acuerden de todo; y un final algo mejor, pero incongruente con lo anterior. Dos, un juego macabro que no sale de su atractiva idea.

DOS

Dirección: Mar Targarona.

Intérpretes: Pablo Derqui, Marina Gatell, Kandido Uranga.

Género: thriller. España, 2021.

Duración: 70 minutos.

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