La criptococaína y el arte digital del colombiano Camilo Restrepo

El artista colombiano vende una tonelada de imágenes digitales de cocaína para revelar la especulación en los mercados del arte, del narco y del blockchain

Camilo Restrepo junto a su obra 'Bowling For Medellín' en 2015.Stefanie Keenan (Getty Images)

En alguna parte del mar abierto hay en este momento una tonelada de cocaína. No en el mar caribe, ni en el océano pacífico. Está en una plataforma de blockchain llamada OpenSea, que se traduce a ‘mar abierto’, y donde varios artistas ofrecen desde hace poco sus obras en forma de NFTs: códigos encriptados conocidos en español como tokens no fungibles. Allí, el artista colombiano Camilo Restrepo ha lanzado su última obra, su primera en form...

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En alguna parte del mar abierto hay en este momento una tonelada de cocaína. No en el mar caribe, ni en el océano pacífico. Está en una plataforma de blockchain llamada OpenSea, que se traduce a ‘mar abierto’, y donde varios artistas ofrecen desde hace poco sus obras en forma de NFTs: códigos encriptados conocidos en español como tokens no fungibles. Allí, el artista colombiano Camilo Restrepo ha lanzado su última obra, su primera en forma de NFT, titulada aTonOfCoke: mil imágenes, cada una representando de 1 kilo de cocaína, hasta completar una tonelada.

“Mis obras, muchas de ellas, han sido un statement sobre la guerra contra las drogas, y esto de los NFTs va también por ese lado”, le explica Restrepo a El PAÍS. “Quiero explotar ese tipo de plataformas pero lo que más me interesa ver es la especulación del arte, más que la imagen misma de la cocaína”.

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Las imágenes son, como lo dice el artista, “aburridas”: un rectángulo blanco sobre un fondo gris. El primer kilo cuesta 0.001 ethers (la cripto-moneda de la plataforma Ethereum), el segundo 0.002 ethers, y así hasta llegar al kilo número mil, que costará 1 ether. “El último es supuestamente el precio real de un kilo de cocaína en Colombia”, dice . Actualmente, 1 ether equivale a 2,359 dólares, pero el precio de la criptomoneda, como el de la cocaína, fluctúa constantemente.

“Digamos que son tres mercados con los que estoy dialogando: el del mercado del arte, el del mercado de la cocaína, y el del mercado de los NFTs. En los tres mercados uno encuentra similitudes impresionantes en términos de la especulación”, dice Restrepo.

Representación de un kilo de cocaína, parte de la obra aTonOfCoke.CORTESÍA

El precio de un kilo de cocaína varía, por ejemplo, por las políticas restrictivas que toma un estado para criminalizar la droga. “Lo que propuso [el expresidente] Andrés Pastrana fue acabar con la producción y lo que logró realmente es que todo el proceso se volviera tan costoso que impactó el precio final de la cocaína”, dice Restrepo sobre el mandatario que aprobó hace 21 años el Plan Colombia, la fallida estrategia militar financiada por Estados Unidos para erradicar cultivos de coca.

Pero el valor de las criptomonedas y de los códigos encriptados conocidos como NFT también fluctúan enormemente, en parte por un grupo de especuladores que han querido impulsar la criptomoneda por fuera de los entes reguladores del mercado. Un ether costaba 350 dólares en octubre del año pasado, un poco más de 4 mil dólares a principios de mayo de este año, y ahora casi la mitad de ese precio. Esa inestabilidad, sin embargo, no ha impedido que galerías de arte y casas de subastas como Christie’s hayan subastado sus primeros NFTs –el más caro de estos códigos ha llegado a los 69 millones de dólares– y generando un debate sobre el mercado del arte: ¿es la obra la que realmente vale ese precio? ¿o la especulación del mercado la que determina el valor del código?

La obra de Restrepo, en ese sentido, es un esfuerzo por revelar la forma en la que se mueve el mercado del arte. “Este es un acto más conceptual”, dice. “No es como otro arte digital que hace, por ejemplo, con avatares”. El artista explica que estará vendiendo su criptococa por los próximos meses –actualmente solo ha vendido los primeros kilos, dos de ellos a un activista norteamericano de cripto llamado Brandon Zemp– y añadiendo elementos que puedan jugar con esa especulación. Restrepo explora por ejemplo la posibilidad de que uno de sus compradores sea un narco conocido en el mundo de la cultura: alias ‘diente de oro’, un narco ficticio interpretado por el actor mexicano Fernando Bonilla de la compañía teatral Puño de Tierra. Un narco mexicano falso, comprando cocaína colombiana falsa, en un mar abierto falso, para luego vender a un dealer norteamericano también falso.

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“Este es un proyecto de arte colectivo”, explica. Si el falso narco compra, eso afecta el precio del mercado. Si un crítico de arte lo promociona, eso también puede influir. Si el precio del ether aumenta, también puede el del kilo de coca digital. “¿Y este artículo también podría influir?”, le preguntó este diario a Restrepo. “Sí”, respondió. “El PAÍS haría parte de la obra de arte también”. Aunque, por supuesto, este medio no tiene ningún interés comercial en esta obra, la especulación que intenta poner en evidencia Restrepo se nutre de la notoriedad, la viralidad, y la popularidad de un objeto cultural. Aunque sea intangible.

De Pablo Escobar al criptoarte

El tema del narcotráfico para Camilo Restrepo no es simplemente conceptual. Nacido en Medellín en 1973, el artista vivió en la capital paisa los años más sangrientos de Pablo Escobar durante el auge del narcotráfico. “La primera vez que me enfrenté a un cadáver yo tenía cinco años”, escribe en un libro sobre su obra. “Los años ochenta y noventa fueron muy complicados en Medellín. El miedo era un perro al que uno siempre sacaba a pasear”. Miedo cotidiano a los cadáveres en las calles, o a las balaceras, o a las bombas que hicieron estallar los vidrios de su casa.

El arte, por otro lado, ha sido una salida visceral para pensar en la fallida guerra contra las drogas y el impacto psicológico de la violencia. “Las experiencias de la guerra en Medellín son un punto de partida para mis obras y en este sentido el trabajo es catártico”, explica. Entre sus obras está Blanca sobre Blanco, una serie basada en fotografías de decomisos de cocaína; o Figuritas en el suelo, cuya instalación incluye bolsas plásticas negras en las calles de Medellín con las que personas se han drogado con pegante.

Restrepo ha expuesto sus obras en varias ciudades de Colombia, pero también Londres, Río de Janeiro, Miami, Nueva York y Los Ángeles. En esta última ciudad, en la galería Steve Turner, ha tenido varias de sus exposiciones en solitario, donde llamó en 2017 la atención de un famoso coleccionista: Leonardo DiCaprio. “Es la persona que más cuadros míos tiene”, cuenta Restrepo sobre el actor de Titanic y The Revenant.

Mera Calentura, obra adquirida por Leonardo DiCaprio.CORTESÍA

La primera de sus obras que DiCaprio compró, cuenta Restrepo, es uno llamado Bowling for Medellín, en el que la figura de Pablo Escobar está en el medio de la obra fumando alrededor de símbolos colombianos de los ochenta. Luego compró Mera Calentura, un enorme cuadro hecho con distintas hojas de papel y con varios personajes caricaturescos, incluido Donald Trump inhalando cocaína a través de una dona, y el expresidente está rodeado por una hidra de varias cabezas. “Como pasa en Colombia o México, cuando se cae una cabeza del narcotráfico, aparecen otras inmediatamente”, explica Restrepo a El PAÍS.

Pero entre las decenas de caricaturas también están varios de los elementos que han impactado ambientalmente al país en esta guerra anti drogas, como el herbicida Roundup, que fue utilizado para erradicar cultivos de coca contaminado miles de hectáreas. “A Leonardo Di Caprio le interesó mucho por la problemática ambiental”, cuenta Restrepo. “luego me contó que Javier Bardem y Penélope Cruz, que habían filmado la película sobre [la amante de Pablo Escobar] Virginia Vallejo, vieron el cuadro [Bowling for Medellín] y le dijeron que se quedaron muy impresionados por la obra porque el caos ahí representaba el Medellín de los 80s”.

Restrepo presentó el primero de julio en la galería Steve Turner otra nueva obra sobre narcotráfico, con un contenido digital, pero distinto al del NFT. Se llama The Other Names (Los Otros Nombres): 503 dibujos caricaturescos presentados en tres paredes blancas de la galería. Cada día del 2020 Restrepo leyó el diario nacional El Tiempo, buscando los ‘alias’ allí: las personas –muchas veces guerrilleros, paramilitares, políticos corruptos o narcos– nombradas a través de su seudónimo, su alias. Los organizó a todos en una hoja de excel, contando cuántas veces salían en el año, y en 2021 pasó los primeros meses dibujando los perfiles de cada uno utilizando imágenes de Google.

“Es casi una tragicomedia, imagenes de la cultura popular y digital”, dice Restrepo. “Hay de todo, alias el ñoño, alias pokemon, alias Jesús Santrich y alias Iván Márquez”. Estos dos últimos son dos ex comandantes de la guerrilla de las FARC que se han rearmado en Colombia.

“El proyecto es sobre la proliferación de los alias, porque no importa si hay uno menos, siempre van a haber unos más”, dice Restrepo, explicando que cuando cae un capo del narcotráfico en Colombia o México, hay una pelea inmediata de otros más por ocupar su lugar. “Por eso, la proliferación de los alias también es otro ejemplo de que estas guerras son todas guerras fallidas”.

The Other NamesArtwork photographed by Wild Don Lewis Photography (CORTESÍA)
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