LIBROS

Relatos de guerra póstumos del viajero impenitente

Se publica ‘Cuentos de trinchera y retaguardia’, el debut en el género del recientemente fallecido Javier Reverte

Tropas franquistas atacan en las afueras de Madrid.

Los numerosos lectores de Javier Reverte hallarán algo de consuelo literario por la reciente muerte del tan apreciado escritor con la aparición de un libro póstumo que significa curiosamente su debut en el género del relato. El próximo día 16 llega a las librerías, precediendo a otros textos inéditos que aparecerán a lo largo de 2021, Cuentos de trinchera y retaguardia (Ediciones del Viento), una colección de 15 historias cortas ambientadas en la Guerra Civil espa...

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Los numerosos lectores de Javier Reverte hallarán algo de consuelo literario por la reciente muerte del tan apreciado escritor con la aparición de un libro póstumo que significa curiosamente su debut en el género del relato. El próximo día 16 llega a las librerías, precediendo a otros textos inéditos que aparecerán a lo largo de 2021, Cuentos de trinchera y retaguardia (Ediciones del Viento), una colección de 15 historias cortas ambientadas en la Guerra Civil española que dan fe de la destreza de Reverte, extraordinario escritor de viajes, novelista, ensayista, biógrafo y poeta, también en este campo. Los relatos, aparte de su interés individual y su hálito literario (las ametralladoras crotoran como cigüeñas), componen un friso muy completo de la contienda y ofrecen una sensacional galería de personajes emblemáticos de la misma. Entre los protagonistas hay falangistas, brigadistas, milicianos, legionarios, soldados marroquíes, guerrilleros, curas y monjas, corresponsales de guerra, refugiados y emboscados, verdugos y víctimas, valientes y cobardes. Incluso figuran un combatiente republicano torero (y un rejoneador falangista) y una conductora de tranvía.

Habrá quien lamente que este libro póstumo, esta ocasión de reencontrarse de alguna manera con el escritor, no sea del género de viajes, en el que Reverte, eterno mzungu, vagabundo, errante, fue maestro y guía (y valga la palabra). Pero si no es un viaje en el espacio, sí lo es en el tiempo, a la Guerra Civil, un periodo histórico que le obsesionaba -pensaba con Hobsbawm que aquella contienda fue la Ilíada de una generación- y al que dedicó una trilogía de novelas (Venga a nosotros tu reino, El tiempo de los héroes y Banderas en la niebla). En el prólogo de Cuentos de trinchera y retaguardia explica que creció marcado por las consecuencias de la guerra y que varios de los relatos tienen su origen en pequeñas historias personales que le contaron de primera mano sus mayores. Su padre, Jesús Martínez Tessier (cuyas memorias, Soldado de poca fortuna, recuperaron Javier y su hermano Jorge en RBA), había combatido en el bando republicano, en las tropas de El Campesino y luego, siempre reclutado a la fuerza, en la División Azul.

El libro de cuentos, en el que predominan el horror, la tristeza y el sinsentido de la guerra, una guerra sin prisioneros, de un odio atávico, de heroísmo inútil y gloria gastada, arranca con Bailando con monjas en el que un joven idealista de la CNT acaba danzando el pasodoble con el cadáver de una religiosa sacada de su tumba en el asalto a un convento. En Campo de las calaveras, tres amigos toman distintos caminos y acaban coincidiendo en Paracuellos. En Traje de luces, un miliciano cambia el fusil por la muleta y se ve recriminado en la plaza por torear de azul. Otro cuento convierte en vecinos de camastro en un hospital a un moro de un tabor de regulares y un brigadista francés y El panadero de la montaña es la historia de un viejo y su nieto que llevan suministros a los franquistas y los espían. En Dos brigadistas, un joven irlandés y otro británico combaten bajo la advocación de Byron y ven enfrentado su idealismo con la realidad de la guerra. En El corresponsal, un reportero primerizo obsesionado con el miedo viaja al frente con Hemingway (“coraje, chico, coraje”), Dos Passos, Herbert Matthews, Saint Exupéry, Malraux, Capa y Gerda Taro para descubrir que la guerra no es lo que creía. La prótesis es sobre una niña catalana que pierde una pierna en un ataque de la aviación italiana en Barcelona y vive la huida a Francia y el internamiento en Argelès. Relata Reverte una guerra en la que los protagonistas no son solo los disparos, los muertos, la crueldad, las victorias y las derrotas sino también la soledad de los corazones, la enfermedad, el dolor, el miedo, los piojos, la sed y el hambre".

Javier Reverte, en el Ártico.

“A mí me gusta especialmente el de los novios que descubren que el límite de su amor romántico está en el momento en que han de sufrir el ametrallamiento él de un Chato y ella el bombardeo de un Katiuska”, apunta Eduardo Riestra, editor de los cuentos y que era gran amigo de Reverte, con una amistad de las de antaño, cimentada en un libro de Livingstone y en haber visto juntos en Tanzania la calavera del sultán Makawa. Riestra arrastra una tristeza resignada. “Hace unos meses, en agosto, ya malo, sabiendo que acabaría mal -me dijo, ‘los médicos me dan un año, así que me quedan seis meses’- me explicó que tenía ese libro de cuentos y me propuso editarlo, advirtiéndome que eran los primeros que escribía y que pensaba que el cuento era una medida que no casaba con su forma de narrar. Estaban muy pulidos, impecables. Los encontré buenísimos, muy arropados, entretenidísimos, muy finos, la verdad es que maneja muy bien el género, no en balde era muy buen lector de relatos de Chéjov, Hemingway, Maupassant, Joyce, Poe y London”.

Riestra reflexiona que los cuentos son puro Reverte. “Javier admira la épica y la cultura clásica”, dice sin darse cuenta de que a ratos emplea el presente. “Viene de la Odisea y la Ilíada, y las películas de John Ford. En la ficción busca la grandeza y la miseria, los extremos. No le gusta la pedantería, ni dárselas de erudito, y eso puede haberse confundido con falta de profundidad, y la tiene, la tenía. Lo había vivido todo. No es sorprendente que sus historias sean buenas”. El editor destaca la documentación que hay detrás de los cuentos, tan pormenorizada como la de sus libros de viajes. Y que “no son relatos de buenos y malos, no se ensaña, no cae en la caricatura, todos los personajes son víctimas de alguna manera de una catástrofe histórica, aunque por supuesto hay malvados”. Ahí está ese cura despreciable, Don Porfirio, canana sobre la sotana, adscrito a la Columna de la Muerte y que tanto da extremaunciones a los suyos como el tiro de gracia al enemigo.

Más inéditos

Los cuentos no serán lo último que aparecerá de Javier Reverte. En marzo próximo su editorial de siempre, Plaza & Janés, publicará su novela satírica Hombre al agua, después, a lo largo de 2021, sus memorias Queridos camaradas, y en 2022, su último libro de viajes, a Irán y Turquía, que se titulará La frontera invisible.

¿Dónde hubiera querido ir el viajero? “Quería ver tigres, le encantaba la idea”, recuerda Riestra. “Quedó algo cansado de África, y le cogió manía al Amazonas, por la malaria, que se lo hizo pasar tan mal. Le horrorizó China. En cambio, le encantó el Yukón”. Riestra se enfrasca en los recuerdos del amigo y rescata el que más le viene a la cabeza. “Estuvimos unos días juntos con Manu Leguineche en Garrucha, el paraíso de Javier. Él tenía una barca que se llamaba Vagabundo, por su libro. Navegábamos con un marinero amigo suyo, El Vinagre, que cuidaba de Manu y jugábamos al mus”...

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