La amargura española

Aunque bellamente triste en su hipocresía, quizá le falte algo para arrebatar, para ser percibida como vigente y no como evocadora

Imagen del inicio de 'Los europeos'.

Desde su debut en 2001 con la magnífica comedia negra generacional Más pena que Gloria, Víctor García León se ha ido revelando, a través de una filmografía desgraciadamente más corta de lo merecido, como un fabuloso especialista en el ridículo que expulsa lo cotidiano, en el drama interior que esconde nuestra idiosincrasia festiva y extrovertida, en la amargura de la resaca cabezona tras la fiesta de la apariencia.

Todo eso se mostraba en sus siguientes largometrajes, el casi cruel con sus personajes Vete de mí (2006), y el insolente, en el mejor sentido de la palabra, ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Desde su debut en 2001 con la magnífica comedia negra generacional Más pena que Gloria, Víctor García León se ha ido revelando, a través de una filmografía desgraciadamente más corta de lo merecido, como un fabuloso especialista en el ridículo que expulsa lo cotidiano, en el drama interior que esconde nuestra idiosincrasia festiva y extrovertida, en la amargura de la resaca cabezona tras la fiesta de la apariencia.

Todo eso se mostraba en sus siguientes largometrajes, el casi cruel con sus personajes Vete de mí (2006), y el insolente, en el mejor sentido de la palabra, Selfie (2017), lo que hace que el acercamiento de García León a la novela de Rafael Azcona Los europeos, publicada en 1960, no pueda ser más coherente. Detrás del guateque ibicenco continuo que experimentan sus dos protagonistas, un rico diletante que vive del dinero de papá y un puro ejemplar masculino patrio de la época, cerril, tristón e iluso, está la amargura de la realidad española de la época.

Juan Diego Botto está sensacional en una suerte de pijo vividor, fascinante y repulsivo a un tiempo, junto a un Raúl Arévalo ejemplar

Sin embargo, lo que más sorprende de la película, con guion de Marta L. Castillo y Bernardo Sánchez, es que su director, que ha mamado el negro esperpento español incluso en casa (su padre, el también cineasta José Luis García Sánchez, realizó Las truchas, la comedia más salvajemente negra de la Transición), haya optado por un estilo tan pulcro, sutil y estilizado para adaptar a Azcona, jugando con la luz desde la claridad inicial hasta el agrio crepúsculo final, pero sin forzar en un solo momento la ferocidad que pueden desprender las situaciones y conflictos de la historia.

Juan Diego Botto está sensacional en una suerte de pijo vividor, fascinante y repulsivo a un tiempo, junto a un Raúl Arévalo ejemplar, en un registro de tripas adentro muy habitual en su carrera. Pero a Los europeos, aunque bellamente triste en su hipocresía, quizá le falte algo para arrebatar, para ser percibida como vigente y no como evocadora. Un plus que quizá tenga que ver con los 60 años que han transcurrido desde la aparición de la novela, cuando la censura masacraba a Azcona y al cine español. Y en esa época ya se realizaron varias películas con semejantes subtextos, posturas y conflictos, encabezadas por El juego de la verdad (José María Forqué, 1963) y El espontáneo (Jordi Grau, 1964). Obras que, vistas hoy, muestran la atrocidad que solo se vislumbra a Los europeos.

Los europeos

Dirección: Víctor García León.

Intérpretes: Raúl Arévalo, Juan Diego Botto, Stéphane Caillard, Carolina Lapausa.

Plataforma: Orange TV.

Género: drama. España, 2020.

Duración: 95 minutos.


Sobre la firma

Más información

Archivado En