El escritor que se confinó para escribir una distopía y acabó alcanzado por la realidad
Pablo Martín Sánchez estuvo 99 días encerrado en 2018 para escribir una novela sobre un mundo arrasado por una pandemia y una guerra. El resultado es aterrador
Cuando Pablo Martín Sánchez se encerró del 23 de junio al 30 de septiembre de 2018 en una cabaña en la comuna de Montricher (Suiza) para vivir las mismas sensaciones que el personaje de su nuevo libro -un Pablo Martín Sánchez del futuro, que narra 99 días de su confinamiento en el hospital psiquiátrico Pere Mata de Reus en 2066, en una península Ibérica que ha sido desalojada, en un mundo arrasado por una epidemia y una Tercera Guerra Mundial- no podía imaginar las terribles coincidencias de su...
Cuando Pablo Martín Sánchez se encerró del 23 de junio al 30 de septiembre de 2018 en una cabaña en la comuna de Montricher (Suiza) para vivir las mismas sensaciones que el personaje de su nuevo libro -un Pablo Martín Sánchez del futuro, que narra 99 días de su confinamiento en el hospital psiquiátrico Pere Mata de Reus en 2066, en una península Ibérica que ha sido desalojada, en un mundo arrasado por una epidemia y una Tercera Guerra Mundial- no podía imaginar las terribles coincidencias de su historia con la actualidad.
Hacer novela de anticipación o distopía de futuro próximo es una profesión de riesgo en el siglo XXI. El libro, Diario de un viejo cabezota (Acantilado), saldrá en octubre pero ya nada es igual. Las dudas sobre si incluye o no algo del presente han aparecido en el proceso final de edición. “¿Cómo se va a recordar todo esto dentro de 50 años? ¿Estará muy presente? ¿Nos vamos a acordar del coronavirus si, como en la novela, hay por ejemplo una guerra mundial o una epidemia de marburgo que mata a 30 millones de personas? Para un escritor de una novela de anticipación es un ejercicio intenso de proyección mental. Si sale en octubre con el coronavirus tan presente el lector ya no será el mismo que antes y leerá una novela en la que se preguntará por qué no sale el coronavirus”, cuenta a EL PAÍS desde su casa en Barcelona, donde vive confinado con su compañera después de dejar hace unas semanas Palma, donde ella daba clases, en un avión con muy pocas personas, con el aeropuerto tomado por los gorriones. “Todo muy apocalíptico”, apostilla.
Diario de un viejo cabezota es el cierre de una trilogía, publicada en Acantilado, que Martín Sánchez (Reus, 43 años) inició con El anarquista que se llamaba como yo y siguió con Tuyo es el mañana, escrita gracias a una beca Leonardo de la Fundacón BBVA. “La primera es una novela histórica, pero yo no hablaba del pasado sino de las estructuras de poder y cómo se usan y en esta última tampoco hablo del futuro, sino del presente. Cuando la escribía hablaba de mis temores, que han explotado con esta pandemia. Y no podemos cerrar los ojos. Lo de ahora es un aviso”, cuenta con un tono agradable que no oculta la gravedad del mensaje. “Lo que no sabía es que me iba a quedar confinado otros 60 días. Si lo sé la escribo ahora”, bromea. En la época en la que trabajaba en ella estaba traduciendo del francés Una presencia ideal, de Eduardo Berti, una novela de hospitales y sobre la relación entre los pacientes; todo eso, reconoce, daba vueltas en su cabeza.
Hay en toda la trilogía un juego de verdades y ficciones, una aproximación no convencional a la autoficción, que en las dos primeras novelas mira al pasado y que en este libro se proyecta a un futuro que ha terminado por parecerse demasiado al presente. ¿Cómo afronta ese juego de engaños? “Tengo muy claro que son novelas, son ficción, no se me puede imputar lo que dice el narrador, aunque sea una versión de mí mismo dentro de unos años. Es un reto estimulante: vas a contar la historia de un tipo en la que va a haber comentarios biográficos y otros ficticios. Aquí el elemento es la fecha. Todo lo que pasa posterior a 2020 es inventado y me permite jugar con la realidad. Si escribo una parte más anclada en la realidad y otra con más ficción, el lector va a pensar que todo lo que digo en la parte histórica es verdad y eso me da más margen. ‘Promete decir la verdad y miente lo mejor posible”, remata citando a Emmanuel Carrère.
Cuando la escribía hablaba de mis temores, que han explotado con esta pandemia. Y no podemos cerrar los ojos. Lo de ahora es un aviso
Martín Sánchez se encerró en Suiza gracias a una beca para escritores de la fundación Jan Michalski, en unas instalaciones muy distintas al hospital Pere Mata en 2066, un lugar blindado contra las amenazas del exterior, en el que todo está racionado para sus pocos habitantes. Ahora bien, en el mundo que vive el Pablo Martín Sánchez del futuro ha habido una guerra mundial y otra por la independencia de Cataluña, una pandemia, un sexenio negro, un Pacto de la vergüenza o un gran apagón; algunos sufren el síndrome del preso y la gente hace años que se saluda sin tocarse.
“Las novelas de anticipación son como una caricatura, se trata de extralimitar la realidad y llevarla al último extremo. Es lo que hacen los escritores, buscar los límites de esta prospección. Las distopías suelen tener una causa más política. Los géneros apocalípticos van más por lo climatológico. Yo no le echo la culpa ni a los bichos ni al clima, sino al ser humano”, explica antes de contar por qué 2066: “Tenía que ser un tiempo suficientemente lejano para que no pasase como con la serie Years and Years y que no se quede desfasada enseguida. Y cercano para interpelar al lector. Además tenía que tener una edad provecta (89 años) pero verosímil, que me permitiera proyectarme como uno de los últimos habitantes de Reus”.
¿Nos vamos a acordar del coronavirus si, como en la novela, hay por ejemplo una tercera guerra mundial o una epidemia de marburgo que mata a 30 millones?
Al inicio del libro hay una cita de Margaret Atwood en la que la autora de El cuento de la criada dice: “En determinadas circunstancias puede pasar cualquier cosa en cualquier lugar”. Martín Sánchez reconoce que la puso como coartada, que la teoría de la novela era “muy bestia para ser cierta” y que así podía contar algo increíble que ha pasado a ser, sin embargo, un resultado posible de lo que estamos viviendo hoy.