Manual de resistencia en la Feria del Libro

Los mejores libros de autoayuda no son los títulos en gerundio con tapas de neón, sino los que sumergen al lector en una historia

Miles de visitantes recorren las casetas de la Feria del Libro el pasado sábado en Madrid.VICTOR LERENA (EFE)

Entre los ensayos y las biografías, entre las novelas negras y los clásicos, entre el gremio de editores de Cantabria y Antonio Alcaide, que firma El último pescador romántico en la última caseta, hay en la feria libros con tapas de neón y muchos gerundios que prometen ayudar en todo tipo de frentes. Algunos alertan sobre Gente tóxica o Golosos, tramposos, soñadores y charlatanes. Otros enseñan Cómo ser una bruja moderna o qué ruta seguir hasta El camino de la liberación. Una librería ofrece incluso Un curso de milagros. Pero si yo quisiera...

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Entre los ensayos y las biografías, entre las novelas negras y los clásicos, entre el gremio de editores de Cantabria y Antonio Alcaide, que firma El último pescador romántico en la última caseta, hay en la feria libros con tapas de neón y muchos gerundios que prometen ayudar en todo tipo de frentes. Algunos alertan sobre Gente tóxica o Golosos, tramposos, soñadores y charlatanes. Otros enseñan Cómo ser una bruja moderna o qué ruta seguir hasta El camino de la liberación. Una librería ofrece incluso Un curso de milagros. Pero si yo quisiera, como Pedro Sánchez, publicar un manual de resistencia, tendría que hablar de los amigos -que ayudan a digerir cualquier trago, literaria y literalmente- , y de escribir -que como decía Doris Lessing, “ayuda a comprender”-. Cuando flaqueo les busco, y cuando algo se me atraganta lo escribo, porque es la forma de ordenarlo. Paseando –distraídamente- por la feria, veo sus nombres en las portadas y pienso en la ventaja competitiva de tener amigos que escriben, es decir, que comprenden.

Maldigo la campaña electoral permanente que me ha apartado de ellos –de los libros y de mis amigos-, pero la ira se pasa pronto, porque gana enseguida el orgullo de ver la cantidad de gente que hace cola para volver a casa con una dedicatoria suya. Manuel Jabois presenta Malaherba; unas casetas más adelante, Nacho Carretero sigue firmando Fariña, el libro que fue rehén de los ridículos. Y antes de irnos a unas de esas cenas en las que actualizamos nuestros temas favoritos (amor, fútbol y periodismo), llego a la conclusión de que los buenos amigos funcionan igual que los buenos libros: activan el mismo resorte, el que precede al alivio.

“Bien sabe Dios que es más peligrosa la pena que el odio, porque el odio puede destruir lo que odias, pero la pena lo destruye todo”, dice el protagonista de Malaherba. La ruta más corta a la pena es el ensimismamiento, y para combatirlo es necesario sumergirse en otros. Los libros y los amigos curan así: por distracción, sin esforzarse. Se puede ser feliz a través de la felicidad de otros personajes (de carne o de ficción) y celebrar sus éxitos como si fueran algo tuyo, del mismo modo que el ataque contra un miembro de la OTAN se considera un ataque a toda la Alianza del Atlántico Norte. “Yo escribo simplemente para que mis amigos me quieran mucho y para que los que me quieren mucho me quieran más”, decía Gabriel García Márquez.

Si algo les duele, lean.

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