Opinión

Un retablo de medio siglo

En sus dibujos están todos los ingredientes con que los historiadores escribirán un día sobre esta España

Antonio Fraguas Forges realiza un dibujo alusivo a unos resultados electorales, posiblemente del 82.

Las viñetas de Forges nos han contado nuestros últimos 50 años con una lucidez que iluminaba los rincones oscuros y un humor que nos ha ayudado a conllevar nuestros peores dramas. Era la suya una mirada sin resentimiento, pero también sin autocompasión. Contó como nadie la historia de un país que transitó del campo a la ciudad aceleradamente, de la dictadura a una democracia con múltiples vicios que no dudó en señalar, d...

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Las viñetas de Forges nos han contado nuestros últimos 50 años con una lucidez que iluminaba los rincones oscuros y un humor que nos ha ayudado a conllevar nuestros peores dramas. Era la suya una mirada sin resentimiento, pero también sin autocompasión. Contó como nadie la historia de un país que transitó del campo a la ciudad aceleradamente, de la dictadura a una democracia con múltiples vicios que no dudó en señalar, de la pobreza a una holgura económica que ha devenido nuevamente en precariedad. En sus dibujos están todos los ingredientes con que los historiadores escribirán un día sobre esta España que cabalga a lomos de dos siglos.

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Forges era toda una industria creativa que pasó sin despeinarse del carboncillo a la era digital. El más prolífico autor de viñetas que hayamos conocido decía de sí mismo que no sabía dibujar, pero con su trazo inconfundible creó un universo de personajes seriados que le permitían en cuestión de minutos reflejar tanto la actualidad política más efervescente como las reflexiones elementales de una pareja de campesinos en la meseta desertizada. Es el suyo un retablo perpetuo por el que desfilan funcionarios, obreros del ladrillo, banqueros, labriegos, amas de casa y políticos de toda ideología, en cuyos bocadillos (bocatas según el lenguaje forgiano) introduce términos de su cosecha que en parte se han incorporado al habla popular.

Su mundo era nuestro mundo, ese que en gran medida simbolizaba EL PAÍS. De ahí que intentáramos repetidamente atraerlo a nuestras páginas. Joaquín Estefanía puso especial empeño cuando fue director y contribuyó muy activamente a que viniera al fin en 1995. Desde entonces no ha faltado un solo día a su cita en las páginas de opinión del diario, incluidos los meses de agosto, en los que solía producir una serie estival en la que narraba cómo son las vacaciones de los españoles, incluidas las de aquellos que no pueden tomarse vacaciones.

Antonio Fraguas ha sido mucho más que el dibujante costumbrista que algunos han querido ver en él. En muchos momentos se ha convertido en portavoz permanente de causas humanitarias a menudo arrinconadas: "No te olvides de Haití" (o de Sudán, Siria, los refugiados de todas las latitudes, los subsaharianos a las puertas de Melilla…) Desde un humor más bien amable, Forges recordaba cada día las contradicciones de esta sociedad individualista que deja en la cuneta a millones de seres humanos.

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