“La trompeta es todo dolor”

El prestigioso compositor de origen cubano se lamenta de que los jóvenes de la isla desconozcan su música, prohibida por el régimen castrista

Arturo Sandoval toca en la cena de los ganadores de la medalla de la Libertad.KEVIN DIETSCH (EFE)

El primer profesor que escuchó a Arturo Sandoval tocar la trompeta que le acababan de regalar le dijo que no se le ocurriera jamás volver a tocar ese instrumento y menos aún pensar en dedicarse a la música. Sandoval tenía 10 años y llegó a su casa en Artemisa, a las a fueras de La Habana, bañado en lágrimas. C...

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El primer profesor que escuchó a Arturo Sandoval tocar la trompeta que le acababan de regalar le dijo que no se le ocurriera jamás volver a tocar ese instrumento y menos aún pensar en dedicarse a la música. Sandoval tenía 10 años y llegó a su casa en Artemisa, a las a fueras de La Habana, bañado en lágrimas. Cogió la trompeta, se refugió bajo el árbol de mango del patio y comenzó a soplar la embocadura hasta que le sangraron los labios. Fue entonces cuando nació su obsesión por arrancar de ese pedazo de metal los sonidos más hermosos.

A esa obstinación por la música pronto se unió otra, el anhelo de libertad. “Sin libertad no hay vida”, ha dicho el compositor cubano en más de una ocasión. Libertad es la palabra que más ama Sandoval, esa libertad es la que lo llevó a encandilarse del jazz, la ausencia de libertad es la que provocó que lo encarcelaran en Cuba por escuchar de manera clandestina los programas de la radio Voice of America -prohibida por el régimen de Castro por radiar temas imperialistas-, y en pos de esa libertad desertó a Estados Unidos en 1990, que, más adelante, le otorgaría la nacionalidad estadounidense. 23 años más tarde, la Casa Blanca ha honrado su trayectoria musical y de valedor de la libertad precisamente con la medalla de la Libertad, el mayor honor civil que concede este país.

Yo sufrí mucho en Cuba, padecí muchos vejámenes, mucha subestimación y humillaciones... La mayoría de mis recuerdos de mi vida en la isla son negativos"

“Recibir esta medalla es una satisfacción inmensa porque, siendo inmigrante, es un motivo de mucha alegría recibir el reconocimiento de las autoridades más importantes de EE UU, empezando por el presidente. Me llena de tranquilidad porque veo que aquí se respeta lo que uno hace y eso es muy importante”, señala Sandoval (Cuba, 1949) a EL PAÍS en conversación telefónica, minutos después de salir del estudio en California donde está grabando un homenaje al compositor mexicano Armando Manzanero.

El trompetista no oculta su agradecimiento a EE UU, un país que abrazó desde el primer momento su talento y que le ha ofrecido “oportunidades de toda índole “ para desarrollar su carrera sin trabas. “Aquí he realizado todos mis sueños, incluso los que ni siquiera me había imaginado de niño” -el compositor ha ganado una decena de Grammys, seis premios Billboard y un Emmy-. Sandoval reconoce que empezó verdaderamente a disfrutar de la música con 50 años, justo cuando llegó a este país. “Por primera vez tuve la libertad plena para hacer todo lo que quisiera, cuando y como quisiera. Y esa era una diferencia bien grande respecto de Cuba, donde no existía manera de escuchar jazz”, señala.

Sandoval ha encontrado en EE UU el reconocimiento que se le negó en Cuba. “Este país ha sido muy bueno para mí. Yo sufrí mucho en Cuba, padecí muchos vejámenes, mucha subestimación y humillaciones... La mayoría de mis recuerdos de mi vida en la isla son negativos”, reconoce. El trompetista mantiene un escepticismo radical hacia las reformas que ha comenzado a impulsar el Gobierno de Raúl Castro. “Son una gran mentira. Que alguien me diga dónde están y en qué consisten, porque allí la recesión sigue peor cada día, el hambre, la miseria y la desesperación no hacen sino crecer”, se lamenta.

Creo que es muy difícil que los menores de 40 o 30 años conozcan mi música, ese es uno de los tantos crímenes de ese Gobierno, porque ¿cuál es la razón de que yo allí esté vetado como si fuera una persona peligrosa o un criminal?”

La música de Sandoval está prohibida en Cuba y el compositor no alberga expectativas de que los jóvenes cubanos hayan escuchado alguna vez las notas agudas, casi inalcanzables, de su trompeta. “Creo que es muy difícil que los menores de 40 o 30 años conozcan mi música, ese es uno de los tantos crímenes de ese Gobierno, porque ¿cuál es la razón de que yo allí esté vetado como si fuera una persona peligrosa o un criminal?”.

La voz de Sandoval, cadenciosa y suave, se altera cuando se refiere a este asunto. El músico únicamente mantiene el contacto con los primos que tiene en la isla porque son familia. Sus amigos también huyeron a EE UU y con los que se quedaron no quiere tener relación por ser cómplices del régimen castrista. Es el caso de Chucho Valdés, fundador de Irakere, el grupo que proyectó internacionalmente a Sandoval. “Él representa al Gobierno cubano y no mantengo ningún vínculo. Pero tendría que hacerle esta pregunta a él, yo disfruto de vivir en un mundo completamente libre en el que hablo con quien quiero, pero ese no es su caso, si el Gobierno de Cuba se entera de que tiene relaciones conmigo, no será bien visto y no sé qué represalias pudiera tener”.

Ese afán por la libertad no abandona la conversación y es lo que mejor explica su inclinación por el jazz, la forma de expresión más íntimamente ligada con esa premisa, frente al resto de disciplinas musicales, que también -y tan bien- domina Sandoval. “Cuando uno está improvisando, está creando de manera simultánea, y está creando con toda la espontaneidad, con toda la libertad que la imaginación te puede ofrecer. Nada te frena, nada te inhibe de expresar tus sentimientos de manera completamente sincera y libre”, señala.

Con el jazz uno está improvisando, está creando de manera simultánea, y está creando con toda la espontaneidad, con toda la libertad que la imaginación te puede ofrecer. Nada te frena, nada te inhibe de expresar tus sentimientos de manera completamente sincera y libre"

La trompeta es la voz de Sandoval, aunque durante la entrevista insiste en que se considera “por encima de todo compositor”, pero la relación con ese instrumento es dolorosa. Su maestro y mentor, Dizzy Gillespie reconocía que “algunos días te levantas, pones la trompeta en tus labios y suena bastante bien, y entonces es un triunfo, otros lo intentas y lo intentas y nada funciona, y entonces es la trompeta la que gana. Esto sigue así hasta que te mueres, y entonces es la trompeta la que vence”. Para el cubano la sensación es bastante parecida. “La trompeta es todo dolor”, dice mientras se ríe. “Uno de los retos que trae consigo es el ejercicio diario. Todos los días hay que esforzarse, cada uno de ellos es diferente, cada día te ofrece una nueva meta que cumplir”.

Sandoval ha colaborado con grandes músicos, compositores e intérpretes, desde Gillespie hasta Stan Getz, pasando por Michel Legrand, Bill Conti, Frank Sinatra, Paul Anka, Johnny Mathhis, Herbie Hancock o Alicia Keys y Justine Timberlake. Su trompeta fluye del jazz a la rumba o a una una melodía clásica, en una muestra de la versatilidad que atesora. Y es que Sandoval, fiel a su espíritu libre, no tiene tabúes ni prevenciones. “Para mí la música es solamente una, la música buena y yo no hago diferencia, no me interesa quién la escribió, cómo, cuándo o dónde. La música pura, la buena, es la que toca el sentimiento, el alma”.

El compositor, sin embargo, sí reconoce que esa buena música es más difícil hallarla ahora. “Desgraciadamente no hay tantas buenas canciones, buenas melodías o letras profundas y bellas como las de otras épocas”, explica. “Pero éste es otro momento, donde prevalecen otros valores. La buena música hay que hacerla, hay que buscarla y hay que encontrarla”.

Para mí la música es solamente una, la música buena y yo no hago diferencia, no me interesa quién la escribió, cómo, cuándo o dónde"

En ese empeño está Sandoval. “He escrito mucha música y sigo escribiendo música constantemente. Creo que es una de las bendiciones más grandes que he recibido de Dios, tener melodía y música en la cabeza y poder crear”, reconoce el compositor, en una muestra de la espiritualidad que preside su vida. El músico solo pide salud para continuar con esa tarea. “Es lo único que le imploro a Dios. No he sido una persona de aferrarme a planes a largo plazo o de pensar en el futuro. Para mí lo más importante es el presente, esas 24 horas que están cruzando y en las que tengo que tratad de hacer las cosas lo mejor que pueda en todos los sentidos”.

Ese futuro cercano en el que no le gusta pensar a Sandoval, incluye su intervención en el clásico encendido del árbol de Navidad de la Casa Blanca este mismo viernes y la entrega del Jazz World of Fame, dentro de tres días en Nueva York, el reconocimiento a su influencia que le otorga la Asociación de Compositores.

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