crítica de 'dolor y dinero'

Horterada con clase

Michael Bay ha encontrado los personajes ideales y la historia perfecta para su tipo de cine, entre la sátira, la acción desmesurada y la mitificación grotesca

Dwayne Johnson, Anthony Mackie y Mark Wahlberg, en el filme.

Michael Bay ha encontrado los personajes ideales y la historia perfecta para su tipo de cine. Entre la comedia satírica, la acción desmesurada, la mitificación grotesca, el thriller salvaje, el recauchutado hormonal y el americanismo colorista, Dolor y dinero está basada en un hecho real. ¿Bay contando algo que ha ocurrido en verdad (y que no sea Pearl Harbor)? Sí, pero es que a veces la poca plausibilidad de la vida va más allá de toda lógica. Eso sí, este mismo relato, que toma como base unos artículos para Miami New Times, podría haber dado pie a muy distintas pel...

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Michael Bay ha encontrado los personajes ideales y la historia perfecta para su tipo de cine. Entre la comedia satírica, la acción desmesurada, la mitificación grotesca, el thriller salvaje, el recauchutado hormonal y el americanismo colorista, Dolor y dinero está basada en un hecho real. ¿Bay contando algo que ha ocurrido en verdad (y que no sea Pearl Harbor)? Sí, pero es que a veces la poca plausibilidad de la vida va más allá de toda lógica. Eso sí, este mismo relato, que toma como base unos artículos para Miami New Times, podría haber dado pie a muy distintas películas: de Michael Mann, los Coen, Errol Morris, Martin Scorsese o Ben Stiller. Así de ricos pueden ser el cine y, en general, la creación.

DOLOR Y DINERO

Dirección: Michael Bay.

Intérpretes: Mark Wahlberg, Dwayne Johnson, Anthony Mackie, Ed Harris, Tony Shalhoub.

Género: comedia criminal. EE UU, 2013.

Duración: 129 minutos.

En una frase: un entrenador personal de gimnasio con medio dedo de frente y dos culturistas que no alcanzan ese nivel planean un secuestro para hacerse ricos. Con su cámara en constante movimiento, su habitual montaje eléctrico, pero ya sin exageraciones, la fotografía de colores muy contrastados, las cámaras lentas cada vez mejor elegidas y sus congelados de diseño, Bay demuestra que incluso las horteradas pueden ser de distintos tipos, y esta vez la suya es una horterada con clase. Porque quizá lo mejor sea que, a pesar del enfrentamiento natural entre Bay y cualquier atisbo de crítica o reflexión trascendente, el lado oscuro del sueño americano está muy presente en su película, confundido entre los lúbricos y patéticos sueños de eternidad de unas criaturas que, como dice el personaje de Ed Harris, no son más que “ tres putos subnormales”.

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