CRÍTICA: 'LAURENCE ANYWAYS'

El nuevo niño terrible

Ambiciosísima epopeya sobre la sexualidad, de casi tres horas de duración

Un momento de 'Laurence anyways'.

A los 20 años, con Yo maté a mi madre, acudió a la Quincena de Realizadores de Cannes. A los 21, con Los amores imaginarios, subió un escalón al ser seleccionado por la sección Una cierta mirada y lograr una candidatura al César a la mejor película extranjera. Se llama Xavier Dolan, es el niño terrible del cine canadiense y, con toda probabilidad, el autor contemporáneo más joven en llegar a tales cotas. De cine vehemente, siempre a un paso de lo presuntuoso, aunque desde luego atrevido, y animado por un irreprimible ímpetu juvenil que le llevó incluso a ser el actor protagon...

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A los 20 años, con Yo maté a mi madre, acudió a la Quincena de Realizadores de Cannes. A los 21, con Los amores imaginarios, subió un escalón al ser seleccionado por la sección Una cierta mirada y lograr una candidatura al César a la mejor película extranjera. Se llama Xavier Dolan, es el niño terrible del cine canadiense y, con toda probabilidad, el autor contemporáneo más joven en llegar a tales cotas. De cine vehemente, siempre a un paso de lo presuntuoso, aunque desde luego atrevido, y animado por un irreprimible ímpetu juvenil que le llevó incluso a ser el actor protagonista de sus dos primeras películas, Dolan ha dado un salto más, y esta vez de tamaño doble, con Laurence Anyways, ambiciosísima epopeya sobre la sexualidad, de casi tres horas de duración. Una tentativa de reinvención de las clásicas películas-río, esas que recorren una o varias existencias tortuosas a lo largo de los años, con altas dosis de romanticismo, dolor y fuego, en la que de nuevo destaca, por encima del fondo del relato, apasionado aunque algo superficial, su talento para el manejo del lenguaje cinematográfico, la conjunción de sonidos, músicas, encuadres, montaje y color.

Abruptas pero estilosas elipsis; ralentís; continuos juegos con músicas de todo tipo, electrónica, clásica, canciones alegres que contrastan con el poso triste, distorsionante; preciosos reencuadres físicos dentro del encuadre técnico gracias a la luz, ya sea con la cámara que filma desde una habitación a oscuras, aunque enfocando una habitación iluminada contigua con la puerta abierta, ya sea por la división del encuadre en dos mitades por medio de una simple pared de un color fuerte que contrasta con la acción de los personajes en la otra mitad. Dolan despliega su catálogo visual y sonoro, pero a su rotunda historia de amor (¿homosexual, heterosexual, lésbica, transexual?, qué más da; anyways, que dice el título, las etiquetas son una falsedad, y más en el amor), y a su meritoria reflexión sobre la determinación como modo de vida, no acaba de acompañarle una gran trascendencia en el tratamiento de un tema tan complicado como el cambio de sexo, sobre todo en los textos, donde quizá se note que le falta madurez. Hay tiempo, sólo tiene 23 años. A la película, en cines, le acompaña además el estreno a través de la plataforma Filmin de sus dos primeros trabajos, inéditos por aquí. Todo un festín Dolan.

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