crítica de 'un gran equipo'

Tópicos futboleros

La película de Olivier Dahan a mayor gloria de un grupo de cómicos-estrella franceses de última (y penúltima) generación es cine fácil

Omar Sy y José García, en 'Un gran equipo'.

A pesar de un pequeño puñado de luminosas excepciones, el cine sobre fútbol rara vez consigue escapar del tópico. Así, con la misma inercia con la que en la vida real futbolistas y entrenadores pronuncian esos inenarrables “no hay enemigo pequeño”, “los penaltis son una lotería”, “la bola no ha querido entrar” o, el mejor, pues los engloba a todos, “fútbol es fútbol”, los directores de cine acuden al penalti de último minuto filmado a cámara lenta, al encadenado de entrenamientos con música en plena vorágine y a la arenga básica del triunfo por y para el pueblo. Un gran equipo, pelícu...

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A pesar de un pequeño puñado de luminosas excepciones, el cine sobre fútbol rara vez consigue escapar del tópico. Así, con la misma inercia con la que en la vida real futbolistas y entrenadores pronuncian esos inenarrables “no hay enemigo pequeño”, “los penaltis son una lotería”, “la bola no ha querido entrar” o, el mejor, pues los engloba a todos, “fútbol es fútbol”, los directores de cine acuden al penalti de último minuto filmado a cámara lenta, al encadenado de entrenamientos con música en plena vorágine y a la arenga básica del triunfo por y para el pueblo. Un gran equipo, película de Olivier Dahan a mayor gloria de un grupo de cómicos-estrella franceses de última (y penúltima) generación, no es una excepción. Cine por y para el pueblo. Cine fácil, sin sutilezas ni complicaciones, blando, más simple que sencillo y, por qué no, quizá eficaz. Siempre que, claro, formes parte de ese pueblo al que le gusta el cine popular. Allá cada cual.

UN GRAN EQUIPO

Dirección: Olivier Dahan.

Intérpretes: José García, Omar Sy, Gad Elmaleh, Joey Starr, Ramzy Bedia.

Género: comedia. Francia, 2012.

Duración: 97 minutos.

En el primer minuto, Dahan define a través de un bonito travelling por el pasillo hacia vestuarios lo rápidamente que se puede caer desde lo más alto hasta la categoría de juguete roto. Es casi lo mejor de la película. A partir de ahí, lo que podía haber sido un Moneyball futbolero, y en plan cutre, se queda en la enésima tentativa fallida por filmar un partido de fútbol con verosimilitud y en, eso sí, unos cuantos apuntes que pueden conformar al espectador especialmente futbolero. Unos de base, como la intrahistoria de ese equipo amateur que, como ocurre casi cada año, pasa sucesivas eliminatorias de Copa. Y otros, menores, pero con gracia, como ese Omar Sy clavado a Lilian Thuram (gafas de pasta negra, incluidas) y, sobre todo, ese personaje marcado de por vida por haber fallado un penalti a lo Panenka jugando ¡en el Atlético de Madrid!

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