La sequía provoca una catastrófica muerte de árboles en Cataluña

El Servicio de Prevención de Incendios Forestales de la Generalitat advierte del aumento del riesgo de fuegos en primavera por la falta de agua que afecta a la vegetación

Zona boscosa de Riells (Girona), en una imagen tomada el pasado noviembre por voluntarios del proyecto Alerta Forestal del CREAF.Iago

“La situación es muy preocupante y lo peor es que no le vemos final”, comenta David Montserrat, técnico del Servicio de Prevención de Incendios Forestales de la Generalitat, sobre la muerte masiva de árboles en Cataluña como consecuencia de la sequía. Este experto considera que los bosques catalanes se encuentran en “un escenario catastrófico al que se sumará el peligro de incendio al acercarse la primavera”.

Una estimación preliminar realiz...

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“La situación es muy preocupante y lo peor es que no le vemos final”, comenta David Montserrat, técnico del Servicio de Prevención de Incendios Forestales de la Generalitat, sobre la muerte masiva de árboles en Cataluña como consecuencia de la sequía. Este experto considera que los bosques catalanes se encuentran en “un escenario catastrófico al que se sumará el peligro de incendio al acercarse la primavera”.

Una estimación preliminar realizada por el Gobierno catalán a través de imágenes de satélite calcula que la mortalidad puede alcanzar más de 10.000 hectáreas. Como explica Anna Sanitjas, directora general de Bosques y Gestión del Medio de la Generalitat, “todos los indicadores del estado de vegetación dicen que nunca en los últimos 30 años un febrero había estado tan seca la vegetación”. Según detalla, “las situaciones más críticas” están en el norte de Girona, la Cataluña central y la zona del Barcelonés y el Penedés. Tras tres años de sequía acumulada, la escasez de agua en general es bastante “homogénea y desastrosa”, a excepción de las Terres del Ebre, donde ha llovido. Por su parte, Montserrat considera que la línea que va del Garraf al Alt Empordà pasando por el litoral y el prelitoral “presenta el peor nivel de sequía profunda y la mortalidad arbórea más aparatosa”. Como incide, muchos árboles muertos suponen un “peligro”, pues pueden caer por el viento, propagan plagas y favorecen la propagación del fuego. “Son un polvorín”, asegura.

“Está en peligro todo el ecosistema, que sustentan los árboles”, advierte la directora general de Bosques. “Si perdemos en bloque 30 o 50 hectáreas tenemos un problema grave”.

Masas forestales de Ripoll, comarca del Ripollès (Girona), el pasado noviembre.
Árboles muertos en El Brull, en Osona (Barcelona), el pasado mes de octubre.Sergi Boixader
Zona boscosa del municipio de Collsuspina, en la comarca de Moianès (Barcelona), en una imagen de mayo de 2023.Jaume Balagué
Árboles de la zona de Riells, en la Selva (Girona), el pasado noviembre.Iago
Bosque del municipio de Centelles, en Osona (Barcelona), el pasado noviembre. Iago
Árboles en Bagà, en Berguedà (Barcelona), el pasado octubre. Sergi Boixader
Árboles en el municipio de Seva, en Osona (Barcelona), en febrero de 2023.Jaume Balagué

La falta de lluvias sumada a récords de altas temperaturas, viento y bajas humedades, y al abandono de la explotación y gestión forestal, conforman una desastrosa combinación, que puede volverse explosiva cuando lleguen los meses de más calor. De momento, los estragos de la sequía persistente son ya muy patentes en el paisaje, como muestran las fotografías de los voluntarios del proyecto Alerta Forestal del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF).

Para Montserrat, “falta silvicultura porque la madera del bosque mediterráneo no es competitiva, no se gestiona y acabamos teniendo muchos árboles y arbustos formando una enorme biomasa”. Esta situación comporta que “deban competir entre ellos por la poca agua del suelo”, detalla el técnico. Asimismo, Sanitjas incide en que la “emergencia forestal” viene marcada por dos grandes factores: los efectos del cambio climático con esta sequía tan extraordinaria y el abandono de la gestión de las masas forestales. “En los últimos 40 años la sociedad catalana no ha invertido en los bosques, se ha centrado en zonas urbanas y los bosques han crecido de forma desordenada, lo que hace que sean muy densos, con muchos árboles que malviven, y necesitan que reduzcamos el número de árboles para favorecer la supervivencia”, mantiene.

Entre las especies que más están muriendo se encuentran los pinos. El pino carrasco (Pinus halepensis), que se distribuye por cotas bajas, “es la especie mediterránea por excelencia, capaz de aguantar las sequías que vengan”. Sin embargo, como alerta Sanitjas, “está colapsando”. El pino silvestre (Pinus silvestres) es una especie centroeuropea de media montaña que está muriendo en las zonas al límite de su distribución, en la Cataluña Central y el Pre-Pirineo. Y el pino negro (Pinus uncinata), típico de la alta montaña, lleva años de decaimiento en la Cerdanya. Como destaca Monserrat, “los pinos resisten bien al principio, pero el hecho de tener raíces superficiales, y la imposibilidad de perder sus hojas, les hacen colapsar antes que por ejemplo los robles”.

Especies frondosas como las hayas, encinas, o robles, tienen más estrategias de supervivencia, como la que el técnico denomina “falso otoño cromático”. A medio verano, ante la falta de agua, estos árboles pueden desprenderse de sus hojas. “Es su estrategia para sobrevivir y la primavera siguiente volverá a intentarlo con nuevos brotes”, indica Montserrat. Desde el CREAF, la investigadora Mireia Banqué afirma: “Nunca habíamos visto de forma tan masiva que árboles de hoja perenne como la encina se deshicieran de sus hojas para sobrevivir. Cierran las ‘válvulas’ del agua a las hojas, quedan aletargados”. En 2012 los expertos detectaron 40.000 hectáreas con un gran decaimiento, este año prevén que será mucho peor.

Estos especialistas advierten que en pocos años podrían desaparecer varias especies de vegetación presentes durante siglos en los paisajes catalanes y ser sustituidas por otras más propias de clima semidesértico. “No es fácil cuantificar valores exactos, asusta porque vamos hacia un escenario desconocido. Tenemos árboles adaptados a un clima que ya no existe, el paisaje a la larga se irá adaptando y será totalmente diferente del que conocemos”, defiende Montserrat. Del mismo modo, Banqué augura que, si hay un gran incendio, “seguramente la vegetación que crezca no será la misma que ha habido durante décadas o siglos”. Un cambio de paisaje también comportará cambio en las especies animales, lo que afectará de forma importante a la biodiversidad. Zorros, tejones, búhos, pájaros, acuden a pequeñas charcas en busca de agua. Las cámaras para estudiar fauna instaladas por algunos naturalistas muestran animales desesperados por beber. La desventaja de la flora frente a la fauna es que no puede escapar de la situación.

“El litoral de la cuenca mediterránea de la península Ibérica es donde hay más sequía de Europa”, asevera Montserrat. “Si no llueve y llegamos a verano con esta sequía agravada, será un verano inédito porque no hemos vivido nada parecido”.

Un 65% de la superficie de Cataluña es forestal, y un 50% de ella son bosques densos. Desde la Consejería de Acción Climática trabajan para eliminar arbolado muerto. Según explican, lo hacen por seguridad y prevención. Aclaran las masas forestales que están al límite para que queden menos árboles y estos tengan más posibilidades de sobrevivir.

Las fuentes de la región mediterránea se están secando

Las fuentes de la región mediterránea se están secando, según advierte una reciente revisión científica publicada en Global Change Biology y liderada por el CREAF. Como señala el centro de investigación catalán, se trata de una tendencia preocupante, pues estos puntos de agua son áreas calientes de biodiversidad y acogen multitud de especies, como algunos musgos, anfibios y crustáceos, con un nivel de endemismos inusualmente elevado. Las olas de calor continuadas y los episodios de sequía, sumados a la contaminación del agua que provocan la agricultura y ganadería intensivas, los microplásticos o los fármacos, son las causas principales de esta pérdida de las fuentes. Según la publicación científica, el 46,2% de 31 fuentes en Cataluña se han secado desde que empezaron a hacer seguimiento en 2013. “Esto nos da pistas de lo que puede estar sucediendo en otros lugares”, alerta Marcos Fernández-Martínez, investigador del CREAF.

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