¿Si pudiéramos contener miles de millones de años en uno solo, dónde estaríamos ahora?

Los numerosos planetas que giran alrededor de las estrellas que componen La Vía Láctea nos ayudan, no solo a pensar en el futuro, sino también a pensar en el pasado sin olvidar que nuestro presente es una cuestión de tiempo.

El calendario cósmico que popularizó Carl Sagan en 'Cosmos: un viaje personal' (1980) representa los más de 13.000 millones de años en un solo calendario que equivale a un año en la Tierra.Fox/National Geographic

Ahora, que acabamos de estrenar año, se presenta una buena ocasión para reducir la extensión del tiempo universal (miles de millones de años) a un año natural. Eso mismo es lo que nos propone el profesor de astronomía Jon Willis en su libro Todos estos mundos son vuestros (Alpha Decay) cuando identifica el calendario cósmico con el almanaque recién estrenado.

De esta manera, podemos tomar el tiempo como un juego, como un ...

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Ahora, que acabamos de estrenar año, se presenta una buena ocasión para reducir la extensión del tiempo universal (miles de millones de años) a un año natural. Eso mismo es lo que nos propone el profesor de astronomía Jon Willis en su libro Todos estos mundos son vuestros (Alpha Decay) cuando identifica el calendario cósmico con el almanaque recién estrenado.

De esta manera, podemos tomar el tiempo como un juego, como un pasatiempo —nunca mejor dicho—, y hacernos a la idea de lo que sigue tras la última campanada del año, pues, de inmediato, ocurre el Big Bang, y con la gran explosión y la última uva llega el “arrebato cósmico” de las partículas fundamentales; átomos que van a ser el ingrediente fundamental de la sopa primigenia de donde venimos.

Pero no nos adelantemos, porque primero la sopa ha de enfriarse y eso ocurre en las primeras horas del nuevo año, a medida que el universo empieza a expandirse y la materia atómica forma las primeras moléculas que dan lugar a las nubes de gas. Con ello, nacen las estrellas al final de la primera semana del mes de enero, que se corresponderían con cientos de millones de años después del Big Bang.

La Vía Láctea se empezó a formar más de dos meses después, con la primavera. Y la edad del mundo y su dimensión temporal se completaría en agosto con la formación de los planetas alrededor de su estrella reina. Si seguimos arrancando hojas al almanaque nos encontramos con el mes de noviembre, cuando las células van haciéndose cada vez más complejas, originándose los primeros organismos multicelulares. A mediados de diciembre, el día 16, tenemos la fecha que se correspondería con el momento en que ocurrió lo que se conoce como explosión cámbrica, el Bing Bang biológico que vino a diversificar los organismos multicelulares debido a la oxigenación del agua. Esto ocurrió hace unos 540 millones de años.

Los miles de millones de planetas que giran alrededor de las estrellas que componen La Vía Láctea nos ayudan, no solo a elucubrar sobre el futuro sino también a reflexionar el pasado, sin olvidar que nuestro presente es tan solo una cuestión de tiempo que se proyecta en el almanaque cósmico del universo

Los dinosaurios aparecieron en Nochebuena. Y coincidiendo con el día de Navidad vieron la luz nuestros primeros antepasados. Llegando el 31 de diciembre, casi un año después del Big Bang, a las diez y cuarto de la mañana aparecieron los primeros simios que caminaban a cuatro patas y cuya postura erguida la consiguieron 12 horas más tarde. Alrededor de 15 segundos antes de las campanadas de fin de año aprendimos a escribir y con ello a interpretar el cielo, y a pensar que tras cada persona que habita la Tierra hay treinta fantasmas y un mundo para cada uno de ellos donde podrían quedarse a vivir para siempre.

Con esto, los miles de millones de planetas que giran alrededor de las estrellas que componen La Vía Láctea nos ayudan, no solo a elucubrar sobre el futuro, sino también a reflexionar el pasado sin olvidar que nuestro presente es tan solo una cuestión de tiempo que se proyecta en el almanaque cósmico del universo.

La gran distancia que nos separa desde el principio de los tiempos hasta hoy, se puede contener en un año, tal y como hemos aprendido con Jon Willis en este libro de comprensión sencilla que es todo un viaje a través del espacio en busca de una segunda Tierra, de un lugar donde se localicen formas de vida parecidas o iguales a las nuestras. Hay libros que son un juguete y este es uno de ellos.

El hacha de piedra es una sección donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad científica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.

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