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Hong Kong: la meca del capitalismo chino atrae a los mejores científicos occidentales con sus ‘premios nobel’ y sueldos de 14.000 euros al mes

La megaciudad controlada por Pekín corteja a los investigadores con salarios astronómicos y tecnología punta

Rascacielos de más de 70 plantas llenos de apartamentos diminutos, tiendas de gran lujo, mercados abarrotados y, en las azoteas, los carteles luminosos de los principales bancos del mundo. Es Hong Kong, una de las megaciudades asiáticas donde el capitalismo está más desarrollado. Si un extraterrestre aterrizase aquí, nunca diría que pertenece a un país comunista como China. La antigua colonia británica, que aún conserva cierta autonomía frente a Pekín y sigue siendo uno de sus epicentros financieros y comerciales, avanza hacia un nuevo objetivo: consolidarse también como capital científica del gigante chino.

“Le pedimos a la comunidad internacional que nos apoye”, resume Timothy Tong, ingeniero hongkonés de 73 años y director del Foro de los Premios Shaw, que se acaba de celebrar en la ciudad. La cita ha reunido a 12 ganadores de estos galardones, considerados los nobel de Asia; y a 200 investigadores jóvenes de 20 países, incluida España, con el objetivo de estrechar la colaboración científica internacional. Es un escaparate para la ciencia de Hong Kong, admite Tong, y también la del resto de China.

En el evento, al que ha sido invitado EL PAÍS, se respira un aire de futuro mezclado con ecos de Guerra Fría. China es ya la primera potencia mundial en algunos campos de la ciencia, Estados Unidos se precipita a un declive sin precedentes en este campo, y Europa asume que, si quiere seguir haciendo investigación de primer nivel, tendrá que cooperar mucho más con el imparable gigante asiático; aunque eso suponga tragarse sus prejuicios políticos.

Hong Kong vivió en 2019 violentas protestas contra el régimen de Pekín —“Hong Kong is not China”, clamaban los manifestantes imitando el “Catalonia is not Spain”—. El levantamiento fue aplastado y las nuevas leyes de seguridad nacional han impedido por ahora cualquier protesta pública bajo graves penas de cárcel. Ahora el mensaje es que la ciudad puede ser la puerta de entrada a China para científicos occidentales, a los que ofrece sueldos astronómicos —un profesor puede cobrar unos 14.000 euros al mes—, una libertad impensable en la China continental y facilidad para entrar sin visado. Lo que siempre ha hecho este enclave con el comercio y el flujo de capitales lo quiere replicar con la ciencia y la tecnología.

Wolfgang Baumeister acaba de recibir el Shaw de Ciencias de la Vida y Medicina por el desarrollo de la tomografía crioelectrónica, una técnica revolucionaria que permite ver las moléculas átomo a átomo, y que es la próxima frontera en el conocimiento de la biología y las enfermedades. Desde hace unos años, este profesor emérito del Instituto Max Planck de Alemania sigue trabajando en la Universidad Shanghai Tech, creada en 2013 por el ayuntamiento de Shanghái y la Academia Nacional de Ciencias, máximo organismo científico de China, controlado políticamente por el partido comunista. Baumeister es muy claro sobre por qué trabaja en China. “En una conversación de 10 minutos con el rector puedes conseguir un nuevo microscopio de más de 10 millones de euros”, asegura en un encuentro con periodistas.

China ya es el país del mundo con más microscopios de tomografía crioelectrónica, 40 de un total de 80, muy por delante de Estados Unidos y Europa, resalta el biólogo molecular alemán, de 80 años. “En China además no tengo límite para jubilarme, y las autoridades solo me obligan a pasar 100 días al año en el país”. El científico asegura que las cosas están cada vez más difíciles para mantener estas colaboraciones, sobre todo para los científicos estadounidenses. Si tienen financiación de su Gobierno, no pueden colaborar con China. “Está claro que la ciencia ya no es una actividad sin fronteras”, advierte.

Los premios Shaw fueron creados en 2004 por Run Run Shaw, un hongkonés de adopción que amasó una de las mayores fortunas de la ciudad haciendo musicales y películas de kung fu en los terceros estudios cinematográficos más grandes del mundo después de Hollywood y Bollywood. “Mis películas favoritas son las que hacen mucha taquilla”, dijo el magnate, según su obituario en The New York Times en 2014. Antes de morir a los 106 años, Shaw donó buena parte de su dinero a proyectos de educación, sanidad y a financiar los tres galardones anuales en medicina, astronomía y matemáticas, dotados cada uno con un millón de euros, y que que son considerados como una antesala de los Nobel.

Esto lo sabe bien el astrónomo alemán Reinhard Genzel, ganador del Shaw en 2008 y del Nobel en 2013 por descubrir el agujero negro supermasivo que hay en el centro de nuestra galaxia, la Vía Láctea. Estos días está más preocupado por la política que por la investigación. “Es evidente que Estados Unidos se está haciendo pedazos; su presidente está destruyendo todo lo que hizo grande a América”. Esta situación “crítica” puede tener un lado bueno: “Europa siempre ha sido mejor que Estados Unidos colaborando”, explica. “No cabe duda de que habrá más colaboración con China, la pregunta es si el Gobierno del país buscará su propio triunfo o aceptará ser parte de un objetivo más amplio, aunque eso suponga perder reconocimiento”, apostilla.

La única mujer —y la única española— entre los 12 galardonados del foro este año es la biofísica madrileña Eva Nogales. La científica lleva media vida trabajando en Estados Unidos, y ahora empieza a ver las consecuencias de la actual política de bloques. Como a otros científicos en Estados Unidos, las autoridades del país la han dejado venir, pero no puede traer su ordenador para evitar que sea atacado o espiado por China. “En mi campo, la microscopía electrónica criogénica, China nos está adelantando a todos los demás. Tienen buenísimos científicos, enormes recursos, asume riesgos considerables y está realizando los proyectos más ambiciosos”, reconoce la ganadora del Shaw de medicina en 2023.

El astrónomo Simon White es miembro extranjero de la poderosa Academia Nacional de Ciencias de China. Este director emérito en el Instituto Max Planck fue pionero en establecer colaboraciones con el país asiático a finales de los 80, y lo ha visto crecer desde el subdesarrollo al dominio mundial. “Este país ya ha adelantado a Estados Unidos como primer productor mundial de estudios científicos, y es solo cuestión de tiempo hasta que sea también líder en calidad”, resalta el investigador. Tras décadas de colaboración, White dice que las autoridades migratorias alemanas cada vez hacen más difícil que estudiantes del gigante asiático vayan al país a formarse debido a las nuevas leyes sobre tecnologías estratégicas. La geopolítica mundial pone a Europa en una situación de ventaja en su relación con el hermano chino, “pero si ponemos barreras, no nos aprovecharemos de ello”, advierte.

Una de las pruebas más patentes del nuevo dominio chino es el gigantesco radiotelescopio FAST, de una potencia inalcanzable para ninguna instalación occidental. Gracias a esta inversión, China ya domina varias áreas de la radioastronomía, destaca Mathew Bailes, Shaw de astronomía en 2023. El científico señala que la calidad de los estudios y los investigadores chinos y occidentales en muchos campos es ya indistinguible. Pero sí destaca una gran diferencia. “En occidente avanzamos cuestionando las ideas de nuestros mayores. En China, aún hay resistencia a que un joven estudiante proclame: ”Profesor, está usted equivocado”, aunque lo esté”. Va a ser “interesante” ver si ahora que China ya está al nivel de inversión y talento este tema cultural cambiará también, aventura.

Este diario ha visitado cuatro de los 30 nuevos centros de investigación abiertos por el Gobierno de Hong Kong desde 2020 tras una inversión de más de 1.000 millones de euros, muy considerable para una ciudad autónoma de siete millones y medio de habitantes y el tamaño de la ciudad de Córdoba. La sensación en algunos de ellos es la de estar presenciando cómo será la medicina del futuro.

En el centro especializado en enfermedades neurodegenerativas HKCEND, están creando uno de los mayores biobancos con muestras de miles de hongkoneses a los que se les analiza la sangre y se les da una puntuación de riesgo de alzhéimer basada en decenas de marcadores bioquímicos. El objetivo es poder adelantar el diagnóstico unos 10 años, y reducir el progreso de la enfermedad con los nuevos fármacos disponibles.

Además, están desarrollando varias moléculas que podrían tratar la enfermedad modulando la reacción del sistema inmune. “Más que curar el alzhéimer, que aún no sabemos si es posible, pues desconocemos las causas reales de la dolencia”, explica Kin Ying Mok, jefe médico del HKCEND, “lo que buscamos es poder llegar tan pronto que la gente no llegue a desarrollar del todo los peores síntomas de la enfermedad”. El centro, con un presupuesto anual de 10 millones de euros, también crea réplicas de cerebros humanos con neuronas funcionales para probar la efectividad de sus moléculas. Aquí están en nómina eminencias occidentales como John Hardy, del University College de Londres, o el suizo Tony Wyss-Coray, de la Universidad de Stanford, uno de los mayores expertos en proteínas sanguíneas asociadas al envejecimiento.

En el mismo parque tecnológico, otro centro de investigación desarrolla nuevos robots cirujanos que se están probando en cadáveres humanos donados a la ciencia. Uno de los principales objetivos es crear aparatos con un tercer brazo —cámara, bisturí y pinza, imbricados en un solo catéter— para que sean capaces de levantar tejidos y eliminar toda la zona afectada por tumores gástricos, cada vez más prevalentes en China y otros países. En este centro también se trabaja en el desarrollo de cápsulas que contienen millones de nanorrobots que se introducirían en el paciente y se guiarían desde el exterior por un dispositivo magnético. En estudios con animales ya han demostrado efectividad para disolver coágulos en las arterias. Una vez hecho el trabajo, los robots vuelven a la cápsula y son extraídos. En el equipo técnico de este centro destaca Lord Ara Darzi, catedrático del Imperial College de Londres y referencia mundial en cirugía mínimamente invasiva. Uno de los hitos más recientes del instituto es haber ensayado en una cerda una cirugía robótica realizada al unísono desde Shanghái, Hong Kong y Londres. En los próximos años, estos robots podrían llevar la medicina más avanzada a zonas remotas.

Un tercer centro se especializa en el desarrollo de nuevos fármacos extraídos de remedios de la medicina tradicional china. Aquí el gran objetivo es conseguir que las agencias del medicamento mundiales aprueben el primer compuesto de este tipo, lo que supondría una importante reivindicación para este conocimiento tradicional que lleva en uso 2.000 años, pero que no cuenta por ahora con respaldo científico.

En la Universidad China de Hong Kong, el objetivo es hacer más con menos. El astrónomo Yan Renbin, formado en Estados Unidos, está desarrollando AMASE, un nuevo telescopio que pretende ser el de mayor cobertura del mundo en su clase, y que se basa en el uso de muchas lentes de bajo coste no muy diferentes a las de una cámara de fotos profesional. Su colega Li Huabai está ultimando un instrumento que pretende instalar en el Telescopio de Groenlandia, que se ubicará en el punto más alto de la isla ártica.

“Además de finanzas y dim sums [un plato típico], hacemos muy buena ciencia”, destaca Cheng Shuk Han, directora de uno de los mayores centros de investigación y desarrollo de Hong Kong. Aunque la ciudad no pasa por su mejor momento económico —tampoco China—, el Gobierno de la isla está haciendo cada vez más esfuerzo en ciencia e innovación, resalta. “Nuestro mensaje es para todos, sin importar la nacionalidad: si eres bueno, ven”.

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