Por qué Rosalind Lee, la investigadora esposa del Nobel de Medicina, no lo ha ganado también
Ser el primer autor de un estudio no significa hacer la contribución más importante
Este lunes, la organización de los premios Nobel firmó un mensaje en la red social X: “Enhorabuena a nuestro premiado de 2024 Victor Ambros. Esta mañana lo ha celebrado con su colega y esposa Rosalind Lee, que además fue la primera autora del estudio de 1993 en Cell citado por el Comité del Nobel”. Junto al mensaje, una foto de Ambros y Lee sonriendo a cámara.
El mensaje ha tenido más de un millón de reproducciones y decenas de comentarios. Muchos de ellos es gente que se pregunta por qué Lee no ha ganado el Nobel junto a su marido. Algunos recordaban el caso de otra Rosalind —Franklin— y el Nobel de Medicina de 1962. Desde 1901, 227 personas han merecido este galardón. Solo 13 son mujeres. ¿Está cometiendo una injusticia el jurado del Nobel? Todo apunta a que no.
Al contrario de lo que se pueda pensar, ser el primer autor de un estudio no supone ser el más importante. Por lo general, el último firmante es el líder del grupo de investigación. En el estudio citado por el comité del Nobel figuran Lee como primera autora y Rhonda Feinbaum como segunda. El estudio detalla que ambas contribuyeron la misma cantidad de trabajo al estudio.
El hecho de que Ambros firmase el último y fuera el investigador de correspondencia deja claro que fue él quien lideró el trabajo, explica Pilar Martín, investigadora del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares y experta en microARN. “En ciencia, el autor de correspondencia [el que envía el estudio a la revista y a quien hay que dirigir cualquier pregunta sobre el mismo] es el que ha ideado el experimento, el autor intelectual de la investigación. Los premios Nobel se conceden a ideas nuevas para la humanidad, y en este caso está muy claro que los responsables son Ambros y Ruvkun”, considera.
No es la primera vez que un Nobel de ciencia llega con polémica. Estos galardones solo se pueden otorgar a un máximo de tres personas, lo que para muchos dejó al español Francis Mojica fuera del podio en 2020. Los dos estudios seminales de 1993 en los que se detallaba el descubrimiento de los microARN, uno liderado por Ambros, otro por Ruvkun, tenían un total de seis autores que participaron en los experimentos, con lo que ya se excedería el número máximo de premiados. Además, el comité ha tenido en cuenta otros estudios posteriores en los que también participaban otros autores.
Para Martín, la polémica originada por el caso de Lee es solo “ruido”. “La ciencia biomédica no es algo que uno pueda hacer solo, necesita mucho trabajo de muchos investigadores que contribuyen en los experimentos, pero que no son los que idearon la investigación. Así es como funciona la ciencia, aprendes a investigar haciendo los experimentos que piensa tu jefe”, añade.
El caso de Rosalind Lee es aún más particular, pues es la mujer de Ambros desde la época en la que firmaron ese primer artículo en 1993, cuando ella era ayudante de laboratorio. Lee ha firmado numerosos estudios junto a Ambros durante su carrera. Podría parecer que ella ha quedado eclipsada por su marido, aunque no fue así. En la especializada comunidad del microARN, Ambros y Ruvkun son mayoritariamente considerados como los padres del descubrimiento de los microARN. Incluso hay investigadores que llevan años trabajando en el campo y no conocen a Rosalind Lee.
La propia investigadora ha celebrado el premio como un triunfo colectivo. “Hemos sentido que habíamos conseguido algo”, ha explicado en una entrevista en la Universidad de Massachusetts, donde actualmente es investigadora senior dentro del grupo que dirige su marido. “Hemos aportado al conocimiento científico y eso es lo que todos los investigadores queremos hacer; que nuestro trabajo sirva como pilar de para que otros descubran cosas nuevas. Es asombroso lo que ahora se ha logrado en el campo del microARN”, ha añadido.
En 2008, Ambros y Ruvkun ganaron el prestigioso premio Lasker de investigación médica básica junto a David Baulcombe. En su discurso, Ambros hizo un razonamiento que viene muy a cuento sobre cómo se investiga y quién recibe los premios. “Lo que más amo de la ciencia es que es una labor intensamente humana”, señaló. “El éxito de esta labor, y el del científico individual, deriva del hecho de que la hacemos juntos. Trabajamos en pequeños equipos, como [Rosalind] Candy Lee y Rhonda Feinbaum, cuando descubrieron el primer microARN; o como cuando compartimos nuestros adorados y secretos resultados científicos, como hicimos Gary Ruvkun y yo para descubrir los pares de base antisentido entre los microARN y sus dianas; o como cuando publicamos nuestros resultados para darlos a conocer al resto del mundo y me quedé alucinado al ver otro estudio de 1999 del grupo de David Baulcombe que mostraba la existencia de microARN en plantas”, destacó.
Solo en ese párrafo hay alusiones directas e indirectas a suficientes científicos como para llenar el podio de los Nobel de ciencia, posiblemente durante varios años.
Bruce Wightman, investigador del Muhlenberg College (Estados Unidos) fue el primer autor del otro estudio seminal de 1993 sobre microARN, liderado por Gary Ruvkun. En un correo electrónico, el investigador vuelve a dejar claro la compleja red de colaboraciones que hay detrás de cada Nobel. “La ciencia es una labor colaborativa y cualquier proyecto se desarrolla durante años con muchos contribuyentes. Este hallazgo fue posible gracias al trabajo de Marty Chalfie, Bob Horvitz y John Sulston, que ganaron el Nobel por sus hallazgos, publicados desde 1981″. El científico resalta que fue un estudio en Science en 1984 del que Ambros era primer autor y Horvitz último el que hizo posible la colaboración con Ruvkun que acabó mereciendo otro Nobel. De hecho, Ambros creía que nunca le darían el Nobel, porque ya lo había ganado su discípulo Craig Mello por descubrir el ARN de interferencia.
La historia se complica aún más. Wightman dice que su contribución al hallazgo de los microARN “fue central”. Era el trabajo de su tesis doctoral, pero este a su vez dependía de los estudiantes postdoctorales: Prema Arasu, Thomas Burglin e Ilho Ha, destaca.
En 1958, el biólogo estadounidense Joshua Lederberg ganó el Nobel de Medicina junto a otros dos investigadores por sus estudios de la genética de bacterias. El jurado no reconoció el trabajo de su mujer Esther Lederberg, aunque ella trabajaba en el mismo campo y era autora intelectual de parte de la investigación. “Entiendo que la gente se pregunte cosas cuando la mujer del jefe contribuye a las investigaciones”, dice Wightman, “pero creo que el de Lee no es el caso”.
En su testamento original de 1895, el sueco Alfred Nobel, inventor de la dinamita, escribió que el premio lo debía recibir “la persona” que hubiese hecho la mayor contribución en Física, Química y Fisiología o Medicina el año anterior. La regla de los tres ganadores no se explicitó hasta mucho después, en 1968. Desde entonces, uno de cada tres premios Nobel de Medicina, Física y Química ha sido compartido por tres personas. La necesidad de restringir el número de premiados obliga a quedarse solo “con los que inauguran un nuevo campo y lo mantienen”, explicaba Joseph Goldstein, presidente del jurado de los Lasker, en 2016. Es una regla que cada vez resulta más incompatible con la forma en la que se hace la ciencia.
Para Lluis Montoliu, biólogo molecular del CSIC, el tuit de la organización del Nobel “es una metedura de pata”. “Los Nobel premian a los responsables de laboratorios, quienes aportan las ideas y la financiación, no quienes realizan los experimento. Nadie se acuerda de Martin Jinek, primer firmante del estudio en Science que les hizo ganar el Nobel a Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna en 2020″, destaca. No obstante el investigador cree que “los Nobel siguen sin destacar a mujeres investigadoras”, añade.
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