Los cambios en el hielo alteran las colonias de pingüinos más abundantes en la Antártida
Las concentraciones de agua helada por debajo del 30% y por encima del 80% disminuyen las poblaciones
Un estudio publicado este miércoles en Science Advances sobre el seguimiento de 175 pingüinos de Adelia (Pygoscelis adeliae) a lo largo de cuatro veranos (la época de reproducción coincide con meses estivales en la Antártida, entre diciembre y enero) concluye que estos animales ahorran energía al buscar comida y los pequeños se desarrollan más rápido cuando la cantidad de hielo marino disminuye o desaparece, un fenómeno inusual que ocurre cada 10 años y que se ha registrado por última vez entre 2016 y...
Un estudio publicado este miércoles en Science Advances sobre el seguimiento de 175 pingüinos de Adelia (Pygoscelis adeliae) a lo largo de cuatro veranos (la época de reproducción coincide con meses estivales en la Antártida, entre diciembre y enero) concluye que estos animales ahorran energía al buscar comida y los pequeños se desarrollan más rápido cuando la cantidad de hielo marino disminuye o desaparece, un fenómeno inusual que ocurre cada 10 años y que se ha registrado por última vez entre 2016 y 2017. El autor principal del trabajo, Yuuki Watanabe, del Instituto Nacional de Investigaciones Polares de Tokyo (Japón), advierte que, en cualquier caso, tanto la abundancia de hielo como su carencia, son negativas para estos animales. Por debajo del 30% de concentración de hielo marino o por encima del 80%, las poblaciones disminuirán.
Estos pingüinos son los más numerosos en Antártida, según la plataforma de datos MAPPPD, y en los últimos 20 años se ha notado un incremento de hasta dos millones en la cantidad de parejas reproductivas, tendencia que contrasta con la registrada en otras zonas de la península donde no hay crecimiento o con otras especies del continente.
Los resultados obtenidos sugieren que la pérdida de hielo tiene un efecto positivo para estos pájaros polares, pero es necesario tomar esta correlación con mucha cautela. Primero, porque es compleja, ya que hay muchos otros factores en juego. Otro estudio reciente publicado en la revista Global Change Biology resalta que la influencia del hielo es responsable de menos de un 10% de la variación del tamaño de la población, lo que implica que otros factores se encargan del 90%, probablemente más importantes aunque todavía desconocidos. Además, el impacto detectado en el nuevo trabajo corresponde a un momento muy específico del año.
Según Andrés Barbosa, del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC), lo más importante a tener en cuenta es la existencia de dos tipos de poblaciones de pingüinos de Adelia que viven en condiciones muy distintas. La población del norte, tal y como lo explica el biólogo experto en estos animales, vive un declive “alarmante” desde hace décadas debido al calentamiento global, “con reducciones drásticas de un gran porcentaje en algunas zonas e incluso desapareciendo”. En cambio, las colonias sobre las cuales se centra este estudio viven en zonas más frías y no muestran un proceso tan inquietante.
Watanabe confirma que las colonias de pingüinos tienen un comportamiento totalmente opuesto según la zona. Por eso, el científico quiere hacer el mismo seguimiento —medir con GPS y otros sensores la distancia y el tiempo de cada viaje del pingüino para alimentarse y estimar el coste energético de dicho movimiento— en aquellas poblaciones amenazadas que preocupan a Barbosa. “No podemos extrapolar nuestros resultados a otras regiones ni tampoco a otras especies”, advierte el experto japonés. “Quizás en el emperador se pueda ver algo similar”, añade.
Una de las causas del descenso poblacional en la península antártica en general, y en el archipiélago de las Shetlands del Sur en particular, es que los pingüinos de Adelia carecen de alimento, pues el krill (un pequeño crustáceo) necesita una cierta cantidad de hielo para su desarrollo. “Por lo tanto una reducción excesiva de hielo marino podría provocar el colapso de sus poblaciones [ambos casos] por falta de alimento”, advierte Barbosa. En este momento, es importante recordar que, según se publicó en Science en 2015, la región de la Antártida pierde unos 60 kilómetros cúbicos de hielo al año y las circunstancias no ha mejorado. Por el contrario, “un exceso de hielo marino genera unos costes energéticos elevados a los pingüinos para llegar a zonas de alimentación marinas desde las colonias y tardan más tiempo en volver a alimentar a las crías”, añade el experto español.
Para Luis R. Pertierra, investigador de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y autor de un estudio reciente sobre el impacto del cambio global sobre la genética de los pingüinos papúa, que son los que mejor soportan el calor, el trabajo publicado este miércoles tiene un gran interés a nivel ecofisiológico, pero “merece ser puesto en contexto a diferentes escalas para no caer en generalidades”. Bajo su punto de vista, es imprescindible recordar la complejidad de la especie y alertar del grado de desconocimiento o incertidumbre sobre los factores operantes y responsables, por ejemplo, del 90% restante.
Al principio, a Watanabe no le fascinaban los pingüinos porque eran pájaros que no podían volar. Sin embargo, ya lleva 10 años trabajando con ellos y resalta lo interesante por vivir en zonas remotas que el ser humano apenas pisa. “Ahí podemos ver realmente la evolución del planeta y sus cambios naturales”, cuenta. “Además, el impacto de las transformaciones del hielo marino les afecta a ellos de forma especial. Son únicos”, remata.
En definitiva, con demasiado hielo o insuficiente, la cadena trófica que domina en la Antártida se vería altamente perjudicada. “Si la temperatura sigue aumentando, es posible que los pingüinos de Adelia reviertan sus tendencias”, concluye Pertierra. Por lo tanto, podrían acabar en el mismo camino que los emperadores, que sufren un gran declive y ya no tienen a donde irse.
Puedes seguir a MATERIA en Facebook, Twitter, Instagram o suscribirte aquí a nuestra Newsletter.