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Víctor Ramos: “Debemos lograr consensos viables para el Estado, aceptados por los privados y legítimos para el pueblo mapuche”

El secretario ejecutivo de la Comisión para la Paz y el Entendimiento, iniciativa de Boric para la restitución de tierras, habla de los diálogos entre las comunidades indígenas y las víctimas de la violencia en la Macrozona sur

Víctor Ramos secretario ejecutivo de la Comisión para la Paz y el Entendimiento
Víctor Ramos secretario ejecutivo de la Comisión para la Paz y el Entendimiento en su oficina en La Moneda, en Santiago (Chile), el 24 de julio de 2024.SOFIA YANJARI
Ana María Sanhueza

Durante poco más de año, el psicólogo y magíster en políticas públicas y territorio, Víctor Ramos (Valparaíso, 43 años), ha estado a la cabeza del cuarto intento del Estado chileno, desde el retorno a la democracia en 1990, para buscar una salida política al conflicto en la zona mapuche, en un asunto que ha sido de una tensión permanente: la restitución de tierras, una demanda histórica del mayor pueblo originario de Chile. Nombrado por el presidente Gabriel Boric en junio de 2023 como secretario ejecutivo de la Comisión para la Paz y el Entendimiento, el militante del Frente Amplio (FA), la coalición del mandatario de izquierdas, representa al Ejecutivo ante un grupo transversal de ocho comisionados, entre ellos Alfredo Moreno, exministro del Gobierno de Sebastián Piñera (2010-2014, 2018-2022), de la derecha tradicional, y el exalcalde mapuche de Tirúa, Adolfo Millabur Ñancuil (1996- 2021), de la izquierda.

El pleno se reúne en forma permanente y Ramos ha recorrido el sur de Chile buscando espacios de diálogo en una zona en la que las comunidades indígenas exigen la devolución de sus predios; hay víctimas de atentados de parte de grupos radicales mapuche a quienes les han incendiado sus casas; agricultores a los que le han destruido sus maquinarias y camiones y grandes empresas forestales.

Hoy el trabajo de Ramos ha entrado en su fase decisiva, pues en noviembre entrega las propuestas a Boric, que deben traducirse en uno o más proyectos de ley. En este periodo, junto a los comisionados, el psicólogo ha sostenido encuentros con todas las colectividades con representación en el Congreso, desde el Partido Comunista al Partido Republicano, ya que la comisión busca un acuerdo político transversal para una solución a largo plazo, que trascienda a las distintos gobiernos, que en Chile cambian cada cuatro años.

Previo a su llegada a la comisión, Ramos estaba a cargo del Plan Buen Vivir, otra iniciativa estatal para abordar el conflicto intercultural en Biobío, La Araucanía, Los Ríos y Los Lagos. En estas cuatro regiones, que abarcan la Macrozona sur de Chile, se viven hechos que pasaron de la violencia rural al crimen organizado, pues operan grupos radicales que han transitado a cometer delitos como tráfico de drogas y de armas, robo de automóviles y asesinatos, como ocurrió el 27 de abril con el homicidio de tres carabineros y cuyos sospechosos fueron detenidos hace una semana.

Esta entrevista con EL PAÍS, concedida en su oficina en La Moneda, Víctor Ramos aborda tanto las complejidades como los avances de la comisión hasta ahora. “Yo creo que me ha servido ser más político que psicólogo”, dice sobre su labor.

Pregunta. Es el cuarto intento por resolver el conflicto, y antes lo intentaron otros presidentes. ¿Cuál es la diferencia?

Respuesta. El presidente Boric me pidió levantar un diagnóstico profundo sobre las zonas y sus complejidades. ¿Y qué es lo que ha llevado a que gobierno tras gobierno no pudiesen construir una respuesta? Creo que siempre la política está obligada o presionada a buscar atajos o pensar que alguna solución más cosmética podría contribuir a reducir una crisis o un problema mayor. Y este ritmo de alternancia, de estos cambios cíclicos de poder [un Gobierno cada cuatro años] no contribuyen a dar continuidad al proyecto. Ese es el riesgo que yo transmito y que logramos coincidir con el presidente, que se requería sentar las bases para una solución de Estado de largo plazo para enfrentar un problema que es difícil y del cual todas las partes iban a tener que poner voluntad de poder resolverlo.

P. ¿Cuál es el gran problema?

R. Las tierras. Nosotros no estamos mirando la historia para retroceder el reloj, pero es fundamental comprender que desde que la República tomó la decisión, consciente, de inscribir el territorio que habitaba el pueblo mapuche en el siglo XIX en adelante, se han sucedido innumerables intentos de solución de los problemas que genera esa primera decisión.

P. ¿Hasta dónde avanzaron los anteriores mandatarios?

R. La Comisión de Verdad Histórica y Nuevo Trato [impulsada por el presidente socialista Ricardo Lagos (2000-2006)], abarca a todos los pueblos indígenas. Y tiene que ver con la constatación de una verdad histórica, no necesariamente con una solución política, aunque la recomienda, pero ahí entraba el problema de la implementación y la viabilidad de los acuerdos. Y nosotros no podemos hacer cualquier acuerdo, sino que lograr recomendaciones y consensos que sean viables para el Estado, para los privados de aceptar y legítimos para el pueblo mapuche. Esa complejidad es importante de incorporar en la ecuación de este trabajo. Porque, lo que pueda ser posible, en algo tan difícil como esto, necesita política, muchas veces vilipendiada y desacreditada. El factor político de esta comisión no es casual, sino que es parte de un diseño para dar una solución que pueda ser implementada, pase por una consulta indígena, por el Congreso Nacional y sea aceptada por todas las partes.

P. ¿La Comisión debe llegar a una reparación tanto para mapuches como para víctimas de la violencia?

R. La comisión tiene el mandato de entregarle al país un diagnóstico de la situación de tierras y proponer soluciones que reparen al pueblo mapuche y a las víctimas de la violencia. Pero se deben acompañar de otro tipo de medidas, porque las señales del Estado son importantes, así se empiezan a abrir las confianzas.

P. ¿Qué gestos debe dar el Estado?

R. Este tipo de esfuerzos se constituyen una vez cada 100 años. Esta comisión va a ser percibida como el inicio de una nueva relación que el Estado está ofreciendo para el pueblo mapuche, pero también para todos los habitantes de esa zona, con la responsabilidad y la seriedad que requieren problemas tan complejos. Y no debiéramos dejar de avanzar, de esa manera, durante varios gobiernos más, para ir conduciendo este conflicto a una solución. Cuando decíamos que no hay atajos, es porque estamos construyendo una propuesta, y los comisionados trabajan arduamente en ello, que pueda ser respetada e implementada por distintos gobiernos, independiente de su signo político.

P. Uno de los problemas que cruza a las cuatro regiones es la violencia de los grupos armados.

R. Siempre hemos dicho que la comisión está abierta a todos quienes quieran dialogar, y lo que hemos visto tanto en las audiencias como en los diálogos autoconvocados son, exclusivamente, para personas que están dadas a construir un camino político de negociación. Es fundamental comprender que, por lo general, se ha resaltado a aquellas personas que han estado ejerciendo la violencia, pero, entremedio de ellos, está la mayoría del pueblo mapuche, que tiene unos dirigentes que son extraordinarios, mujeres políticas que sostienen su territorio. Y la comisión ha permitido que esos liderazgos, que han mantenido el camino de la política como la herramienta que resuelve los problemas históricos, hoy tengan mucha más fuerza. También aquí hay un diferencial en saber dónde están tus aliados, con los que pueden constituir un camino de Estado a los problemas históricos.

P. ¿Cuánto afectó al trabajo de la comisión el crimen del 27 de abril de los tres carabineros en Cañete?

R. La situación es difícil para los habitantes de la zona; nosotros jamás hemos desconocido eso, y por algo tenemos la comisión funcionando. Hemos sabido ser resilientes a la coyuntura: ya nos ha pasado por encima un plebiscito constitucional, y diferentes momentos muy complejos donde, muchas veces, la política se tensiona, pero hemos logrado sobrellevar estos hechos. En el caso de Cañete, el fin de semana siguiente [el triple crimen de los carabineros] tuvimos un diálogo intercultural en Temuco y lo desarrollamos aún con mayor convicción. Luego, hicimos uno en Lebu y otro en Angol y la gente fue igual.

P. ¿Cómo se vivió el crimen en esos encuentros?

R. Los habitantes de esa zona son extremadamente valiosos, porque, pese a todas las dificultades que les ha tocado vivir, mapuches y víctimas, siguen creyendo que el diálogo es el camino para encontrar una solución que le dé certezas a sus vidas y les permita predecir el futuro. Y, además, siguen imaginando un futuro en común. Eso ha sido fundamental en los diálogos interculturales: producen un momento en que se aúnan voluntades entre personas que, previo a esos diálogos, se perciben como muy distantes en las posiciones, pero observan un futuro en común. Debemos estar a la altura como Estado de responder a esa voluntad y a esa disposición, incluso en los momentos más dolorosos.

P. ¿Hay hechos que le han sorprendido o cambiado la mirada desde que está en este cargo?

R. Siento que tengo algunas herramientas que me han ayudado a desprenderme de todo tipo de prejuicios. Desde mi papel profesional, me tocó hacer investigación comunitaria y social en muchos espacios, pues trabajé en sectores muy complejos al inicio de mi trabajo como psicólogo: en barrios vulnerables, con personas infractoras de ley y con comunidades aisladas de todo el país. Y una de las cuestiones fundamentales para poder contribuir a la solución de algo, es que tienes que arrojarte a una zona despidiéndote de tus ideas previas y dejarlas al lado. Entonces, con los antecedentes y testimonios que vas obteniendo, ir construyendo un relato, que se basa más en lo que los otros te están contando y cómo explican sus problemas por sobre tu visión política, ideológica o cultural.

P. ¿Encontró prejuicios al sentarse con distintos sectores, mapuches, víctimas y empresarios, por ser parte del Frente Amplio, debido la mirada al conflicto que tenían al inicio del Gobierno?

R. Habría que preguntarle a las personas cómo me percibieron. Yo trato de no fijarme en lo que puedan pensar de mí, sino que siempre trato de ofrecer un camino de trabajo en conjunto pese a las diferencias ideológicas que podamos tener. Y hemos sabido trabajar por un objetivo en común: ofrecer al Estado de Chile y a las personas que habitan la zona una solución mucho mejor de la que han obtenido hasta la fecha.

P. En estos encuentros se han sentado a dialogar grupos que no se habían escuchado entre sí .¿Cómo ha sido esa experiencia?

R. Primero, la confianza es un asunto que está absolutamente en el suelo. Cuando tú tienes dolores y heridas abiertas muchas veces te refugias y te repliegas para que no te ocurra de nuevo. Convengamos que son zonas que han estado muy golpeadas transversalmente: Ercilla y Tirúa han concentrado niveles de violencia en la última década, altísimos. Pero también fueron de los primeros lugares donde vimos que había dirigentes y personas que seguían luchando por construir un camino de desarrollo y de diálogo, y por resolver los problemas históricos. Me saco el sombrero por personas como Emilia Coñumil, concejal de Ercilla; Galvarino Reiman en Traiguén que, silenciosamente, durante décadas han sostenido un camino de persistir en el diálogo. Y, al mismo tiempo, los propios agricultores, como Sebastián Naveillán [comisionado], dirigente de los agricultores de Malleco, que tiene entre sus socios a muchas víctimas. Se puede percibir las capacidades que han tenido para sobrellevar todo esto y volver a confiar en otro espacio de diálogo.

P. ¿Eso ha sido lo más difícil?

R. Sí. Muy, muy difícil.

P. ¿Y cuánto le ha servido ser psicólogo para este trabajo?

R. Me ha servido ser más político que psicólogo. Quiero reivindicar la política, que siempre ha sido vilipendiada. Pero también es la única herramienta que tenemos para resolver los conflictos complejos y las crisis del país. La política tiene que ver con hablar con quienes piensan muy distinto a ti, con ofrecer un horizonte predecible para todos, al cual podemos llegar si hacemos las cosas en conjunto y adecuadamente, en forma seria y sistemática. Yo nunca he rehuido de las dificultades, ni en la vida, ni en la política ni en la carrera profesional. Siempre me invitaban a trabajar a lugares donde había problemas para ver si podía constribuir en resolverlos, y me volví medio especialista en agarrar problemas. Ha sido una motivación.

P. ¿Por qué?

R. Mi padre fue mecánico; mi abuelo también reparaba cosas y mi abuela era costurera. Yo creo que traigo algo de reparación...Pero la política es fundamental: enfrentar los desafíos difíciles, no rehuir de ellos, no buscar lo que mayor rédito personal o electoral te puede traer. Esa es la forma de contribuir de buena manera al proyecto del presidente Gabriel Boric.

P. Por su tono, la comisión tendrá un carácter moderado. ¿Habría ocurrido una iniciativa así cuando partió el Gobierno?

R. Que hayan concurrido 19 partidos políticos firmando esto, era improbable; también, que puedas tener los esfuerzos previos de las personas más representativas confluyendo y volviéndolo a intentar; que tengamos a los actores gremiales y dirigentes mapuches importantes también contribuyendo. Todo eso ha sido improbable, pero a veces oportunidades como éstas se producen sobre la base de la visión de un jefe de Estado que abrió la posibilidades para que esto ocurriera y ha confiado desde el inicio en un camino como éste. Hay que leer lo que el presidente Boric dijo en su discurso de constitución de esta comisión; son expectativas muy mesuradas, pero de un buen acuerdo que nos permita avanzar a todas las partes de la zona va a ser mucho mejor que este empate catastrófico en el cual ninguna posición puede avanzar.

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Sobre la firma

Ana María Sanhueza
Es periodista de EL PAÍS en Chile, especializada en justicia y derechos humanos. Ha trabajado en los principales medios locales, entre ellos revista 'Qué Pasa', 'La Tercera' y 'The Clinic', donde fue editora. Es coautora del libro 'Spiniak y los demonios de la Plaza de Armas' y de 'Los archivos del cardenal', 1 y 2.
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