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La noche de Santiago no despierta: economía, inseguridad y nuevos hábitos apagan la vida nocturna

El estallido social de 2019 y la pandemia modificaron el panorama nocturno de la capital chilena. Los bares y restaurantes cierran más temprano y la gente prefiere juntarse en casa

Santiago de Chile durante la noche
Comensales en un local del barrio de Lastarria, en el centro de Santiago.Cristobal Venegas
Antonieta de la Fuente

Jueves, 11 de la noche. Natalia y Belén conversan animadas en la terraza del Bar Escondido, un tradicional local nocturno en un pequeño pasaje en pleno barrio Lastarria, en Santiago centro. Las dos amigas, de 39 años, cuentan que no salen mucho, que prefieren juntarse en casas y que esta noche es una excepción: fueron al teatro y después decidieron pasar a tomar algo. “No salgo mucho desde hace un tiempo, ya que está cerrando todo muy temprano y está un poco peligrosa la ciudad. Entonces, no es tan agradable salir, no me siento tan cómoda”, dice Natalia, sentada al lado de una cubeta de champaña. “También hay un tema económico por el que uno prioriza quedarse en casa. Está todo muy caro”, agrega Belén.

Unas mesas más allá, sentado a un costado de la entrada de su local, Jaime Oyarzún, dueño del bar Hookah Troopa, cuenta que el barrio ha cambiado mucho. “Antes era mucho más prendido [animado]. La gente ahora llega más tarde y se va más temprano. Influye que Santiago centro es hoy considerado una de las comunas más peligrosas de Chile. El estrato económico también bajó. Un amigo me dijo el otro día que vino a almorzar a Lastarria y era como estar en Patronato [barrio tradicional de comercio ambulante en la vecina comuna de Recoleta]”, dice.

Una mesa de amigos en un local nocturno de Lastarria.
Una mesa de amigos en un local nocturno de Lastarria.Cristobal Venegas

En los últimos años, el barrio ha visto desaparecer varios locales emblemáticos. El italiano Squadritto, el bar Berri y el Victorino, uno de los más populares del sector, cerraron sus puertas.

Algunos barrios cerrados desde las siete de la tarde

La vida nocturna de Santiago ha cambiado desde el estallido social de octubre de 2019 y la pandemia que arrancó a comienzos de 2020. Es una sensación generalizada entre quienes viven en la ciudad, pero mientras algunos, más entusiastas, dicen que la noche está volviendo a despertar, otros creen que nunca se recuperó de los toques de queda y las cuarentenas.

La principal queja es lo temprano que cierran los bares y restaurantes. “La actividad nocturna ha ido decayendo. Hay ciertos barrios en los que, definitivamente, la actividad termina a las siete de la tarde”, afirma Máximo Picallo, presidente de la Asociación Chilena de Gastronomía, el gremio que reúne a las principales empresas del sector.

Una explicación, dice, es que después de la pandemia los restaurantes tuvieron que adaptar sus horarios y reducir sus turnos, lo que les impide alargar la jornada y cerrar más tarde. “Muchos trabajadores no quisieron volver a trabajar en horarios nocturnos y por eso cierran las cocinas más temprano”, dice. Hoy es común que entre 10.00 y las 11 de la noche muchos locales ya no ofrezcan más platos y que, en vez de cerrar sus puertas a las tres de la mañana los fines de semana, como ocurría antes, los bares ahora abran hasta la una y media”.

La inseguridad de la ciudad es otro factor. “Las personas están más reacias a salir de noche por temor a ser asaltadas”, agrega Picallo. Opina que una medida que podría ayudar a revivir la vida nocturna sería que el Metro cierre más cerca de las dos de la mañana y no a las 11 como lo hace ahora. Y que se revise la ley de alcoholes que, a su juicio, “es bastante anticuada” e impide que un restaurante pueda tener música en vivo si no cuenta con patente de cabaret o que las personas puedan bailar en un bar si que no cuenta con patente de discoteca.

Adiós al bullicio, bienvenido el sueño

En Providencia, que en los años 90 y 2000 fue uno de los epicentros del carrete –como le dicen los chilenos a salir de fiesta– el bullicio, antes abundante en la arteria principal de la comuna, hoy ya no existe. A las 10 de la noche del jueves las calles se ven desoladas, algunos pocos transeúntes caminan rápido para coger un Uber o taxi o para entrar en el estacionamiento subterráneo. La fiesta aquí se concentra en focos puntuales, donde unos pocos locales encienden el ambiente. El sector de los restaurantes ubicado en las inmediaciones de la calle Nueva de Lyon, donde están los restaurantes Baco o Le Bistró, que antes se mantenía abierto hasta al menos la una de la mañana, hoy cierra sus puertas a las 11.

Más abajo, en el paseo Orrego Luco, hay más actividad. Son las nueve y unos 80 comensales, la mayoría bajo los 30 años, conversan animados en las mesas dispuestas en las terrazas de los distintos bares. Matías Vivar, jefe de local del emblemático bar y discoteque Subterráneo, cuenta que en este rincón de Santiago la fiesta sigue prendida. Los fines de semana el paseo abre sus locales hasta las dos de la mañana y la discoteca funciona hasta las cuatro los martes y miércoles y hasta las cinco los jueves, viernes y sábado.

Una mujer llega a Subterráneo, en el oriente de Santiago.
Una mujer llega a Subterráneo, en el oriente de Santiago.Cristobal Venegas

Caminando más al poniente, el barrio General Flores está surgiendo como un nuevo polo de la noche. Nuevos bares han abierto en los últimos meses, enfocados a un público más mayor y sofisticado. Uno de ellos es el Guachita culebra. Instalado en una vieja casona, su gran ventaja es la gran terraza que se abre en su patio trasero cubierta por un viejo parrón y la barra de color verde que decora el fondo del jardín. Bárbara Castellón, jefa de sala del bar, cuenta que de jueves a sábado cierran a las dos de la mañana y su cocina se mantiene abierta hasta las 12.45. Reconoce, eso sí, que ha visto un cambio en el comportamiento de los clientes. “Llegan a las ocho y entre 11.30 y 12 ya piden la cuenta y, por lo que uno escucha, se van para su casa a dormir. No es que salgan a carretear (de fiesta) después”, dice.

Para Matías Rivas, director de Ediciones UDP y un agudo observador de los fenómenos sociales, cree que “durante la pandemia la gente se dio cuenta lo que significaba dormir profundamente, cambió su relación con el sueño y eso modificó definitivamente su relación con la noche”, dice. “La gente prolonga las noches en sus casas, ven maratones de Netflix, encargan comida y se despiertan temprano a subir cerros. Acostarse temprano ya no es de perno (nerd), es una opción”, comenta.

A eso se sumó la delincuencia y la economía, agrega. “Es muy caro comer afuera y a la gente no le hacen los números. Antes, la noche era el despilfarro, pero esa noche ahora es muy pequeña. ¿Dónde te vas de tapas en Santiago? Bellavista (un barrio tradicional de la vida nocturna en Providencia) está contaminado por la delincuencia, murió la noche que había en Lastarria, en el centro ya no hay nada. Ya no se ve un sistema de gente fluyendo, salvo que sean del comercio ambulante. Antes, caminar de noche era una cosa muy común”, señala.

Fiestas ocultas y la electrónica

Andrea Ortega, urbanista, profesora de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Diego Portales (UDP), cree que la noche ha ido recuperando terreno, pero de manera diferente a como era antes de la pandemia. Coincide en que ahora las personas prefieren quedarse hasta más temprano y no trasnochar tanto, pero dice que hay nuevos fenómenos interesantes de observar.

“Hay otro tipo de actividades nocturnas. Por ejemplo, se están haciendo muchas fiestas ocultas. Es una tendencia que se da en otras grandes ciudades y que se está replicando en Santiago”, explica. Ortega menciona que otros lugares históricos de la noche de la capital chilena, se reinventan y no pasan de moda. Es el caso de la Blondie, la discoteca que abrió sus puertas hace 30 años y que se consagró como un lugar de culto entre el under santiaguino de fines de los 90. Hoy, pese a estar en plena Alameda, contigua a barrios considerados peligrosos, sigue convocando a parte importante de la bohemia santiaguina que busca un lugar donde bailar.

Ariel Núñez, su productor general, cuenta que reciben hasta 1.000 personas por noche y que, aunque siguen yendo los parroquianos de siempre, el público que hoy manda es el de 30 años o menos. “Y te diría que la música cambió en tres años. Antes de la pandemia el icono era Madonna y apareció Dua Lipa”, dice.

Un local lleno en el sector oriente de Santiago.
Un local lleno en el sector oriente de Santiago.Cristobal Venegas

Más bajo perfil y como un secreto que se traspasa de boca en boca, la movida electrónica está haciendo su entrada en la capital santiaguina. El periodista y DJ Nico Castro, que junto al fotógrafo Pepo Fernández forman el dúo Aeróbica, empezaron a producir sus propias fiestas itinerantes entre 2017 y 2018 en diferentes lugares de Santiago. La mayoría entre las céntricas comunas de Quinta Normal, Independencia y Recoleta. “El cambio fue radical entre lo que pasaba antes de pandemia y post. Y ha tomado giros inesperados. Cuando todo se empezó a abrir se generó un fervor que yo no había visto antes”, dice. En Santiago, cuenta, “ha proliferado una industria que funciona muy quitada de bulla, con una legislación muy prohibitiva, pero que está teniendo impacto regional y global, trayendo a artistas y yendo a tocar a otras partes”, cuenta.

Es una realidad que, a su juicio, contrasta con lo apagada que está la ciudad en los lugares más consolidados. “Todo cierra a las 10 u 11 de la noche, la ciudad se apaga muy temprano. Muchas veces estas condiciones restrictivas terminan generando un movimiento contracultural muy potente. Hoy hay muchas fiestas underground ocurriendo, algunas hasta con 2.000 personas, pero aún así Santiago no es una ciudad que nunca duerme. Al contrario, duerme harto”, opina.

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Antonieta de la Fuente
Es periodista de EL PAÍS en Chile, especializada en negocios y economía. Ha trabajado en los principales medios escritos del país, como 'Qué Pasa', 'La Tercera', 'Diario Financiero', 'La Segunda' y 'Revista Capital' de la que fue editora general entre 2013 y 2019.
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