Qué hacer antes, durante y después de un brindis para que el alcohol no te arruine el verano
La mejor receta es la abstinencia, pero si vas a beber hay maneras de reducir sus (indudablemente negativos) efectos
El vermú de mediodía. Para comer, vino blanco. Ni café ni postre, solo un chupito, que un día es un día. Esa rondas de cañas, esos tintos de verano en el chiringuito, esa copa al anochecer… ¿Te suena? Seguro que sí, porque son costumbres veraniegas muy arraigadas en una cultura que tiene trabajo que hacer para asimilar todo lo que conlleva el consumo de alcohol, pero también maneras para que sus efectos colatera...
El vermú de mediodía. Para comer, vino blanco. Ni café ni postre, solo un chupito, que un día es un día. Esa rondas de cañas, esos tintos de verano en el chiringuito, esa copa al anochecer… ¿Te suena? Seguro que sí, porque son costumbres veraniegas muy arraigadas en una cultura que tiene trabajo que hacer para asimilar todo lo que conlleva el consumo de alcohol, pero también maneras para que sus efectos colaterales sean lo más leves posible. Si vas a involucrarte en estos rituales vacacionales, no te vendrá mal tener mesura, mostrar contención y seguir unas sencillas reglas.
Porque beber de más hace poca gracia: la mañana siguiente al exceso te levantas hecho polvo, con dolor de cabeza, malestar digestivo, fatiga, somnolencia, apatía… y una sed insaciable, huella innegable del mal rato que ha pasado tu cuerpo. “El alcohol nunca es recomendable porque es un compuesto tóxico para nuestro organismo”, avanza Clara Muñoz, dietista-nutricionista del centro Júlia Farré Dietistas-Nutricionistas. Incluso en pequeñas cantidades, cuando se metaboliza en el hígado empieza a liberar etanol y acetaldehído, dos sustancias nocivas para la salud. Además, ya sea en forma de cerveza o de Cosmopolitan, es el caballo de Troya en el que se nos cuela un ejército de calorías vacías: cada gramo de alcohol aporta 7 kilocalorías y un escaso —por no decir nulo— valor nutricional.
¿Hay que dejar el alcohol para adelgazar?
Es habitual que todo lo anterior nos lleve a preguntarnos por qué sentimos debilidad por las bebidas alcohólicas. “Son fruitivas, nos proporcionan placer al tomarlas”, responde Muñoz. De ahí que, durante el verano, cuando suelen relajarse los hábitos de vida y aumenta la actividad social, se incremente su consumo. Y con él, la agonía del día siguiente. La mejor manera de combatir la temida resaca es la abstinencia, pero cuando ya es demasiado tarde para seguir esta norma hay maneras de aliviarla, incluso antes de que el alcohol haga su efecto.
Elegir bebidas oscuras se paga al día siguiente
“No es que bebiera demasiado, es que mezclé vino con cerveza”. Todos hemos oído excusas similares para justificar una resaca monumental, y algunos todavía se las creen cuando todo indica que no hay por dónde cogerlas; desde luego no existe literatura científica que demuestre que la combinación de bebidas magnifique los efectos del alcohol. La única fórmula comúnmente aceptada es que cuanto más bebes, peor es la resaca. Será porque el alcohol nubla los sentidos que hay quien no ve lo obvio. De lo que sí hay estudios es de que beber cerveza antes de abrir el vino, o mezclar el tinto con el blanco, no aumenta la intensidad de la resaca: es lo que concluyó un estudio publicado el año pasado en la revista The American Journal of Clinical Nutrition.
Así que olvídate de los mitos y céntrate en la evidencia científica, que alguna hay. Por ejemplo, se ha visto que ciertas bebidas producen peores borracheras —y resacas— que otras. Y que hay una sencilla manera de identificarlas: basta fijarse en su color. Según un artículo publicado en la revista Alcohol and Alcoholism, las bebidas más oscuras pesan más al día siguiente que otras más claras. Dicho de otro modo, si te pasaste con el coñac, el vino tinto, el ron o el whisky, tus perspectivas serán peores que la de aquellos que le echaron mano al vodka o a la ginebra. ¿La explicación? Las bebidas más oscuras tienen una mayor concentración de congéneres, que son compuestos que se generan durante el proceso de producción, que dan color y sabor al resultado y que irritan los vasos sanguíneos, por lo que pueden empeorar el suplicio de la resaca a algunas personas.
Ni caña, ni café: lo mejor (a falta de juventud) es el agua
“¿Tienes resaca? ¡Pues tómate una caña!”. Todavía se escucha esta receta para contrarrestar los efectos de los excesos con el alcohol, pero lo cierto es que —por decirlo suavemente— no es lo mejor que uno puede hacer. “El alcohol nos deshidrata, por lo que conviene evitar sustancias que nos hagan perder más agua, como más alcohol, té o café”, aclara Muñoz. Y señala que la mejor opción es beber agua en abundancia durante el día. No es que sea un gran descubrimiento, pero quizá no te hayas planteado que también ayuda beber agua entre copa y copa: “Así te aseguras de ir contrarrestando la deshidratación y la resaca será un poco menor”, sugiere la experta.
"Cada vez que bebo alcohol me deshidrato"
Estar pendiente de la hidratación también es algo que hay que hacer en el momento de ingerir una bebida alcohólica (conviene saber que los efectos del alcohol comienzan a notarse entre 30 minutos y 2 horas de la ingesta, y el cuerpo puede tardar entre 3 y 4 horas en eliminar el que contienen dos cervezas). “Una vez ingerido, el alcohol pasa del sistema digestivo a la sangre, y ahí se distribuye según el contenido acuoso de nuestro organismo. Cuanta menos agua tengamos, menos se diluye. Digamos que estará más concentrado y esa persona será más sensible a sus efectos. Con una cantidad pequeña que para otro podría ser tolerable, en ella podría resultar más tóxica”, según explicó a este revista el médico de familia Francisco Camarelles. Si a esto le añades que la cantidad de agua que tenemos disminuye con la edad hasta el punto de que pasados los 50 años puede ser menos del 50% de la composición corporal, no queda otra que tener presente tanto la graduación alcohólica que marca la etiqueta como la fecha de nacimiento que refleja el DNI.
Filete para brindar, espárragos para reponer
El agua está bien, y el consejo de mantenerse hidratado es aún más importante en verano, cuando el solo hecho de existir requiere una hidratación constante. Pero, por mucho que tu cuerpo solo te pida agua, tras una noche de exceso lo mejor que puedes hacer es comer. Sí, comer aunque la mera idea de pasar algo sólido por el gaznate te resulte repulsiva. Es importante consumir alimentos para recuperar el agua y las vitaminas perdidas, y no vale cualquiera: nada de hamburguesas, kebabs, pizzas o platos precocinados. Según explica Muñoz, este tipo de comida suele tener una alta cantidad de sal, que, además de favorecer la retención de líquidos, promueve la sensación de sed. “Y lo que menos necesitamos es seguir deshidratándonos”. Si a esta necesidad de ahorrar toda el agua se le puede buscar el lado positivo, sin duda está en que pone en bandeja una excusa perfecta para descansar...
Por qué no deberías sudar el alcohol en el gimnasio
Quedan también descartados aquellos alimentos que hagan trabajar al hígado, como las frituras y las elaboraciones grasas (y para tratar como se merece a este órgano, que se encarga de limpiar la sangre, hay que tener en cuenta que su trabajo pierde eficiencia con la edad). Por eso, aunque no sea lo primero que a uno le venga a la cabeza, la experta recomienda optar por frutas y verduras ricas en agua, como el melón y el pepino, y decantarse por platos como las ensaladas de garbanzos o un vaso de gazpacho (hay, por lo menos, ¡unas 400 maneras de prepararlo!). Los espárragos, tanto los verdes como los blancos, parecen ser buenos aliados para aliviar el malestar de la resaca. Según un estudio de la Universidad Nacional Jeju, en Corea del Sur, los minerales y aminoácidos de este alimento protegen las células del hígado y calman los efectos de un exceso de alcohol. Aparte de las frutas y las verduras (unas más que otras), hay alimentos como la leche, los huevos y el atún que también han sido relacionados con una resaca más llevadera.
Como sucede con el agua, la comida ayuda a minimizar los efectos de cualquier bebida alcohólica en el momento de ingerirla (“no conviene consumir alcohol con el estómago vacío”, recuerda Muñoz, lo que, en cifras, significa evitarlo entre 2 y 4 horas después de la última comida). “La mayor parte del alcohol se absorbe en el intestino delgado, de forma que al beber con el estómago vacío pasa rápidamente al intestino, produciéndose un pico elevado de concentración en sangre. Por el contrario, si se bebe con el estómago lleno, el alcohol se absorbe lentamente porque el vaciado gástrico tarda más en producirse y el pico de concentración en sangre es más moderado, por lo que resulta menos tóxico para el organismo”, explica Xavier Parés Casasampera, profesor de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad Autónoma de Barcelona. La diferencia respecto al menú perfecto para pasar la resaca es que, cuando lo que uno quiere es retrasar la absorción de la sustancia, es mejor optar por comida rica en grasa como un filete o un trozo de queso. Otra vez una función positiva de este nutriente que ayuda a recordar que hay alimentos que es bueno comer aunque sean pura grasa.