El viaje que lo cambia todo: Venezuela se enfrenta ahora a la incógnita del regreso de María Corina
La apuesta por acudir a Oslo abre un escenario incierto que pone a prueba el liderazgo de la opositora fuera de su país

¿Qué pasa con la oposición venezolana cuando su estrella política y mediática cruza la frontera y quizá no pueda regresar? Esa es hoy la gran incógnita que atraviesa a la política venezolana después de que María Corina Machado saliera del país para llegar a Oslo y recibir (con un día de retraso) su premio Nobel de la Paz. Su viaje, presentado como una gesta histórica —y heroica—, abre ahora un escenario imprevisible: ¿qué ocurre si la opositora más legitimada de los últimos años para destronar al chavismo no logra volver?
Cuentan sus colaboradores que Machado pasará un tiempo en el extranjero, aprovechando el tirón del galardón para poner a Venezuela en el centro del tablero mundial. No se sabe si serán semanas o días, ni si cuando quiera volver el chavismo se lo permitirá. La opositora ha repetido estos días en varias entrevistas su intención de regresar. “No diré cuándo ni cómo se hará, pero haré todo lo posible para poder regresar y también para poner fin a esta tiranía muy pronto”, dijo ante los periodistas en Oslo. “Volveré cuando se den las medidas de seguridad, siga o no Maduro en el poder”, añadió.
En su discurso, leído por su hija en Oslo, María Corina Machado mantuvo la expectativa de un cambio inminente en Venezuela. “El mundo ha quedado maravillado por lo que hemos logrado. Y pronto presenciará una de las imágenes más conmovedoras de nuestro tiempo: el regreso de los nuestros a casa”. Aún es difícil imaginar en qué términos. Pero el escenario que se abre ahora para Machado es incierto y hay más preguntas que respuestas. ¿Habrá un cambio de régimen en poco tiempo como ella vaticina?, ¿qué pasa si eso no ocurre y ella no puede volver?, ¿Su liderazgo se desinflará en el exilio como le ha pasado a tantos otros?
Quizá el único consenso es que la apuesta de Machado fue extraordinariamente arriesgada porque pone en riesgo su activo más valioso: intentar derrocar a Maduro desde dentro. Christopher Sabatini, de Chatham House, advierte que, sin presencia física en Venezuela, Machado perdería la conexión emocional que la convirtió en la figura opositora más influyente de los últimos años. “Los venezolanos quieren alguien que esté con ellos, que sufra lo que sufren ellos. Si está fuera —y nada cambia— van a acabar buscando otra figura”. Quedarse —dice— “es un símbolo muy fuerte” en un país del que han salido ocho millones de venezolanos.
“Es muy importante que María Corina esté en Venezuela. Forma parte de su marca”, asegura desde Caracas Phil Gunson, analista senior de Crisis Group. Para Gunson, la permanencia de Machado dentro del país ha sido parte fundamental de su identidad política, especialmente en contraste con otros líderes opositores que, tras exiliarse, perdieron influencia en el escenario interno. “Ella dice que la transición ya empezó, que Maduro no tiene alternativa, pero el problema es si esto falla”, reflexiona el analista que vive desde hace 26 años en Venezuela. “Si esto falla y ella se queda fuera, se arriesga a la pérdida de relevancia”, agrega.
El escritor y analista venezolano Moisés Naím pide prudencia ante análisis prematuros. “La ceremonia del Nobel, independientemente de si ella acude o no, es un elemento de legitimidad muy significativo que pone en aprietos al régimen de Maduro”, describía este martes, un día antes de la gala. Naím rechaza que pueda compararse el liderazgo de María Corina con el de otros opositores que acabaron en el exilio. “Ella no es otra líder, ella no es Juan Guaidó, ella es una líder que sacó el 67% de los votos [para su candidato Edmundo González]. No hay político más legitimado que María Corina”, defiende. Y no cree que la oposición se resienta con ella fuera: “Si ha logrado hacer todo esto escondida, imagina qué no podrá hacer por el mundo”.
La politóloga Marisela Betancourt sí ve en este escenario el peligro de una “guaidoización” del liderazgo de Machado. Es decir, que la legitimidad internacional —amplificada ahora por el Nobel— no compense la pérdida de incidencia real dentro del país. Para Betancourt, la fuerza de la clandestinidad de Machado se estaba agotando en cualquier caso. “Era una parálisis frente a la realidad. Ella tiene un liderazgo muy importante, pero se han puesto todas las apuestas en Estados Unidos, gobernado por un presidente irracional”.
Betancourt es de las que piensan que la salida de Machado no fue posible sin algún tipo de acuerdo con el chavismo. Y defiende que al régimen le convenía su salida: una dirigente a la que llama “terrorista” pero que no puede detener sin quedar en evidencia, y que fuera del país pierde su capacidad de acción directa en una sociedad fracturada. “Al salir, no hay marcha atrás” asegura.
La apuesta de Machado ha movido el tablero, pero no lo ha ordenado. Su regreso —o su imposibilidad de volver— definirá no solo su propio destino político, sino la esperanza que cientos de miles de venezolanos han depositado en ella. En cualquier caso, muchos de esos movimientos dependerán de las teclas que toque Donald Trump, que sigue jugando a varios juegos a la vez.
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