Los huérfanos de la discoteca Jet Set de Santo Domingo: “El dolor no se va a ir jamás”
Seis meses después del derrumbe que terminó con la vida de 236 personas en República Dominicana, la investigación sigue estancada. 130 niños quedaron sin uno o ambos padres


Estefany García Melo estaba durmiendo cuando su tía la despertó a las 5 de la mañana para decirle que su madre, Nércida Anabel Melo Arias, no había llegado a casa. La joven de 20 años le dijo que no se preocupara, que intentaran llamarla. Lo hicieron una y otra vez, sin que nadie respondiera. Minutos después entró a revisar su Instagram por inercia y se extrañó por las decenas de influencers y cantantes dominicanos que posteaban emojis de luto y llantos e imágenes de un brutal derrumbe en una de las discotecas más famosas de República Dominicana, la Jet Set, de ese mismo 8 de abril. “¿Dónde fue que salió a bailar mami anoche?”, recuerda que le preguntó a su tía. “A la Jet Set, donde Rubby Pérez. ¿Por qué?”, contestó.
Las siguientes horas son borrosas para ella. Un torrente de imágenes y vídeos llegando por WhatsApp e Instagram, los compañeros de trabajo de Nércida llamando para ver si ya habían dado con ella, una vecina explicando lo sucedido a sus cinco hermanos, de entre nueve y 23 años, y una esperanza contenida que se iba apagando con las horas. Ampliaban las imágenes y ninguno de los 180 heridos que fueron sacando del edificio derruido era su madre. A las 5 de la tarde, Catherine Anavel Marte Melo, la hermana mayor, recibió la temida llamada. “Me dijeron que mamá había muerto por insuficiencia respiratoria, después de que le cayera un bloque grande del techo, y por hemorragia en una pierna”, cuenta.
Sin embargo, no fue hasta el día 12 de abril que recibieron el féretro de la matriarca, “en un pésimo estado”. Antes, narra Estefany, les habían entregado dos cuerpos equivocados. Seis meses después del siniestro, a Catherine aún le arde no haber podido estar en el entierro de su madre. Vivía en España y no logró llegar a tiempo. “Es muy duro, pero nos toca aprender a vivir con el dolor, porque no se va a ir jamás”. Hasta el derrumbe, el empleo de Nércida como masajista sostenía a sus cuatro hijos biológicos y dos huérfanos de una anterior pareja que falleció y cuya exesposa nunca se hizo cargo por problemas de salud mental. Ahora son los tres hermanos mayores, sin ayudas del Estado, quienes mantienen a flote la familia. El Consejo Nacional para la Niñez y la Adolescencia (Conani) informó a EL PAÍS que la familia Melo solicitó inicialmente ayuda con el cupo escolar de los hermanos mayores, pero que terminó “autogestionando” estos pagos.

El desastre de la Jet Set dejó 130 niños y adolescentes sin uno o ambos padres, de acuerdo con los datos compartidos por Conani. Como Catherine y Estefany, muchos buscan justicia y amparo en un Estado que sienten que podría cobijarlas más. “Lo que me quedó claro es que cuando alguien es pobre y comete un delito, paga, tengan pruebas o no, pero cuando uno tiene dinero se la dejan fácil”, critica Catherine al teléfono. Se refiere a los hermanos Espaillat, imputados por homicidio involuntario y puestos en libertad con cargos a pesar de un durísimo informe del ministerio público en el que se revelaba “una sistemática y grave negligencia”, un sobrepeso de unas 100 toneladas en el techo y mensajes de los encargados del local, avisando días e incluso horas antes de la apertura de puertas, del desprendimiento de “pedazos de techo”.
Antonio Espaillat, propietario de Jet Set, es una de las personas más influyentes del país. Presidente del conglomerado mediático RCC Media, que controla más de 50 emisoras de radio y varias televisiones, es además dueño del restaurante Jalao, ubicado en la Zona Colonial de Santo Domingo, con una sucursal en Nueva York. El miedo de muchos familiares es que su apellido pese más que el de sus muertos. “La justicia en mi país no existe y menos con tipos como él”, sentencia la hermana mayor.
“No hay justicia pronta”
Salvador Catrain, representante legal de 11 de las más de 100 querellas presentadas y nueve niños huérfanos, lamenta la lentitud de los procesos judiciales. “Hasta el momento, no ha habido avances significativos que ofrezcan claridad o justicia pronta. Persistimos para que no se diluyan las responsabilidades o el caso quede impune”, narró por teléfono. El abogado apunta los reclamos de las víctmas, que presentan cargos por las tres vías legales. En lo civil, buscan una compensación económica por los daños sufridos; en lo administrativo, se ha presentado una demanda contra el Estado por su responsabilidad “en permitir condiciones que derivaron en la tragedia”; y, en lo penal, denuncian a los hermanos Espaillat para “garantizar que rindan cuentas”.

Desde que el 19 de junio los hermanos Espaillat fueran puestos en libertad con cargos, optaron por el mutismo en redes sociales y medios de comunicación. Además de un tímido comunicado de Antonio Espaillat y un vídeo de condolencias en días cercanos al derrumbe, no han dicho nada más. Hasta que a finales de septiembre pidieron al juez de control que les aprobara dos peritos, propuestos por ellos, para realizar una nueva evaluación de la estructura de la discoteca.
Los profesionales sugeridos para la nueva evaluación son José M. Lockhart, un experto en análisis de suelo, y el consultor técnico Nicolás Saens, con experiencia en evaluación de ingeniería estructural. Osiris Disla Ynoa, uno de los abogados de las víctimas, señaló a medios locales que los expertos propuestos alegan poseer una “especialidad en inglés” que “ni existe como especialidad ni como título”. “Si alguien quiere hacer un peritaje a una explosión o a un edificio, lo mínimo que se requiere es haber participado previamente en un caso similar, y ellos no han participado en nada de eso. Están mintiendo”, expresó. La decisión de si aceptan o no este nuevo peritaje la tomará el juez el 24 de octubre.
“Que el Gobierno sepa que Evelyn tenía dos hijas”
Para Sariela Corporán Navarro, de 17 años, los tiempos van demasiado lentos. No entiende cómo se permitió abrir un local con fallas sin que ninguna autoridad lo revisara. Su madre quedó atrapada entre barras de hierro y bloques de cemento por 11 horas, y, después de que la sacaran, trató de sobrevivir durante 24 días. “Entró cinco veces en la UCI, ya era demasiado. Ella misma me decía que estaba cansada...”, cuenta entre lágrimas. Evelyn Mariela Navarro de León tenía apenas 34 años cuando falleció.
Sariela y su hermana pequeña, de 13 años, también decidieron querellarse para honrar la memoria de su madre, quien mandaba dinero desde España, donde residía y se ganaba la vida como camarera. La joven pasa del dolor a la rabia cuando es preguntada por la ayuda del Estado. “A mí me pidieron el teléfono para darme ayuda psicológica, pero nunca me contactaron. Y la ayuda económica se la quedaron mis tíos a nuestro nombre”, lamenta. Ahora, las menores se mudaron de Santo Domingo a Estados Unidos con su padre. “Queremos ir a juicio porque necesito que sepan que estamos aquí, Evelyn tenía dos hijas. Que el Gobierno sepa que hay dos niñas menores que perdieron a su mamá. Y nos tienen en el olvido”, cuenta desgarrada. Sariela ha tenido tres ataques de pánico desde que falleció su madre, que ha aprendido a autorregular sola.

Conani reconoce que, si bien destinaron inicialmente el dinero de las ayudas a un tío materno que nunca lo entregó a las menores, no enviaron ayuda económica posterior porque el padre biológico de las niñas aseguró a la entidad estatal que “a nivel social no requieren ningún tipo de apoyo”. Un testimonio que desmiente la menor y su padre. Para Catrain, la precariedad de las ayudas del Gobierno ha sido una manera de revictimización. “Esto ha aumentado la sensación de abandono y dificulta que las familias puedan cubrir necesidades básicas mientras esperan justicia”, explica por teléfono.
El domingo pasado, Sariela celebró el primer cumpleaños de su madre sin ella. “Fue durísimo, un día muy triste”, rememora. Pero la celebraron. Se juntaron en la casa de su papá con sus amigos y sus familiares y recordaron la deliciosa lasaña de carne que cocinaba, lo mucho que disfrutaba el café y cómo repetía entre bromas que era la mujer más bella del mundo. Sariela se pregunta cuándo serán capaces de recordarla sin llorar; espera que la justicia ayude.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.