La brecha cambiaria con el dólar se dispara en Venezuela y enfrenta a clientes y comerciantes
La distancia entre el precio del dólar oficial y el paralelo ha alcanzado el 27%, lo que aumenta la inflación y el descontento de los ciudadanos
De la brecha cambiaria se habla con el café de la mañana en Venezuela, porque nuevamente está abriéndose a niveles preocupantes. La diferencia entre el dólar oficial, fijado por el Gobierno chavista, y el paralelo se amplía hasta trastocar el día a día, incluido ese momento en el que esa taza de café puede salir 27% más cara según el valor que se tome como referencia. Hay un pulso entre consumidores que se niegan a pagar al tipo de cambio paralelo y comerciantes, que intentan mediar para concretar una venta que les puede implicar pérdidas. La economía venezolana está mostrando una vez más sus costuras.
En redes sociales la gente también se queja del dólar paralelo. Casi han creado un movimiento. “No pago más a paralelo”, dicen una y otra vez en Tiktok, intentando hacer un boicot contra los comerciantes y contra la subida del precio del dólar, la moneda que ha prometido pulverizar el presidente Nicolás Maduro, pero cuyo valor sigue y sigue aumentando a la par de las distorsiones asociadas a las políticas monetarias de su Gobierno, en medio de una economía que se ha dolarizado de forma informal.
En algunos comercios, si un cliente paga en bolívares, el producto termina siendo más caro que si pagas en divisas. Hay quienes fijan los precios en euros, que tiene una cotización oficial mayor a la del dólar que fija el Banco Central de Venezuela, pero menor a la del mercado paralelo en una enrevesada matemática para intentar reducir esa brecha y perder menos. Al final, los precios de todo terminan aumentando.
El Gobierno ha emprendido una agresiva política de fiscalización a los negocios para verificar que se esté usando la tasa de cambio oficial para fijar los precios, que en muchos locales están indicados en dólares. Esta semana, funcionarios del organismo de control tributario se han desplegado en centros comerciales de la capital para vigilar de cerca que ningún establecimiento esté usando una tasa distinta a la oficial, bajo amenaza de cierres y multas. “Nunca digo que estoy cobrando a paralelo, pero tengo que aumentar el precio del producto porque qué más voy a hacer para no perder dinero”, explica Mariana Blanco, que atiende su propia cafetería en Caracas y vive a diario el bucle cambiario.
“Cuando la brecha se vuelve tan grande, se vuelve inmanejable. Esto se produce cuando queremos fijar un tipo de cambio o dejarlo semifijo o anclado, como en Venezuela, en presencia de una inflación muy elevada”, explica el economista y profesor de la Universidad Metropolitana Hérmes Pérez. El Gobierno de Venezuela ha mantenido la tasa oficial contenida, y así ha logrado bajar la inflación, pero el aumento de la liquidez monetaria para financiar el gasto oficial sigue empujando la brecha cambiaria que ocupa las conversaciones de la gente y los economistas.
El primer salto del dólar paralelo llegó en julio, con el inicio de la campaña electoral por las presidenciales y de su inyección de gastos. Pero en el tipo de cambio oficial persiste un delay, pues no aumenta a la par de la inflación. En un año la inflación en Venezuela ha crecido el 26%, pero el tipo de cambio solo ha aumentado un 8%.
Cuando se acumulan esos rezagos, ocurren estos episodios que complican la vida diaria. Esa diferencia es la que hace a los comerciantes sacar las calculadoras y aumentar los precios casi a diario. “El tipo de cambio no está en su precio de equilibrio y pese a que ha disminuido, nunca hemos tenido la inflación controlada”, subraya Pérez, profesor de macroeconomía. “Al final, si terminas devaluando para corregir la brecha y tienes que ajustar los precios, el esfuerzo que hiciste por mantener el precio del dólar para contener la inflación, lo pierdes”.
El economista advierte sobre el otro factor que ha causado este desfase. “El Banco Central de Venezuela sigue financiando las cuentas del Gobierno. La base monetaria ha crecido 200% en un año. Esos son bolívares que se imprimen y se inyectan en la economía. Mientras no se controle la liquidez, el problema inflacionario continúa y la brecha cambiaria es solo una consecuencia”. Las medidas que aplica el Gobierno, como la intervención del mercado aumentando la oferta de dólares para la compra, logran contener el tipo de cambio de forma artificial. Maduro también ha reducido el gasto fiscal a costa de no aumentar los salarios del sector público, cuyos ingresos no cubren la canasta básica. Las medidas son insuficientes y costosas para la gente.
Este viernes 11 de octubre un dólar, según el Banco Central de Venezuela, valía 37,6 bolívares. En el mercado paralelo la moneda se cotizaba a 47,7 bolívares. En pocos días la brecha pasó del 6% al 27%. “Esto es un problema y si sigue creciendo te genera problemas para planificación, para establecer los precios, eleva la incertidumbre, va a presionando la posibilidad de que tengas que hacer el ajuste. Entonces entramos en un círculo vicioso, pues hay un impacto inflacionario por la liquidez monetaria y también por la brecha”.
Maduro ha insistido en las últimas semanas en el buen tránsito por el que pasa la economía venezolana, superada la peor parte de las caídas de la producción petrolera por el colapso y la voraz corrupción en PDVSA, en medio de las sanciones internacionales. El mandatario prometió para el cierre de 2024 la inflación más baja en décadas. Su perspectiva está basada, en parte, en que la primera parte del año se caracterizó por un crecimiento económico relativamente elevado. Pero la crisis que se ha generado con las elecciones tras las que fue proclamado como Presidente en medio de denuncias de fraude, a las que siguió un avance represivo con más de 1.700 detenciones a opositores y la salida al exilio en Madrid de su principal contendor, Edmundo González Urrutia —el que de acuerdo a las actas oficiales ha ganado— ha hecho que los pronósticos empiecen a corregirse. Un informe de coyuntura del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello, difundido esta misma semana, recoge que “la dinámica política-institucional, generada a partir del evento electoral de julio, ha afectado negativamente las expectativas, entrando la economía en una nueva fase recesiva”. El análisis recoge que, como consecuencia de esto, “la presión sobre el tipo de cambio se ha incrementado y es de esperar que la tasa de inflación se acelere en el último trimestre del año”. Al frente político y diplomático que se le ha abierto a Maduro se le suma ahora el económico.
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