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Evo Morales y Luis Arce: una guerra fratricida en el corazón del poder en Bolivia

El expresidente de Bolivia y su sucesor, antiguos aliados, no ocultan sus diferencias por la sucesión cuando falta menos de un año para las elecciones

Luis Arce y Evo Morales en evento político en Buenos Aires, Argentina, en 202
Luis Arce y Evo Morales en evento político en Buenos Aires, Argentina, en 202Anadolu (Anadolu Agency via Getty Images)

Evo Morales, uno de los presidentes más importantes de la historia de Bolivia y un referente de la izquierda mundial, enfrenta otro momento difícil de su larga y cambiante carrera política. Aunque encabeza los sondeos de intención de voto para las elecciones del próximo año, se ha puesto en duda si podrá volver a dirigir su país, lo que él desea más que nada.

El vaticinio que hizo su más íntimo colaborador durante 14 años, el intelectual Álvaro García Linera, se ha cumplido: la lucha contra la persona a la que Morales recomendó para sustituirlo en la presidencia boliviana, su exministro Luis Arce, aliado con su principal competidor en el mundo indígena, David Choquehuanca, ha sido mucho más destructiva que los enfrentamientos previos con retadores que no tardaba en apartar de su camino. La división actual incluso amenaza la existencia del partido de ambos, el Movimiento al Socialismo (MAS).

Arce y Choquehuanca son el presidente y el vicepresidente del país, tienen el poder, mientras que Morales lo ha perdido. Fue esta situación la que Morales trató de evitar con sucesivas reelecciones durante las dos últimas décadas, escapando del ejemplo del presidente del Ecuador, Rafael Correa, quien dejó el Gobierno en manos de su compañero Lenin Moreno y terminó exiliado en Bélgica. En los últimos meses, Morales ha evocado varias veces el nombre de Moreno para compararlo con Arce. “Me equivoqué con Lucho”, ha declarado.

La estrategia reeleccionista condujo a Morales a un callejón sin salida. Las protestas contra su cuarta postulación, que la oposición consideró fraudulenta, y el alineamiento de la policía y el ejército bolivianos con la élite política contra la que el dirigente indígena luchó toda su vida, determinaron su derrocamiento y exilio en 2019. Dada la prohibición de postularse en las elecciones convocadas para 2020 y su negativa a entregar el poder a Choquehuanca, el líder con mayor popularidad después de él, impuso a Arce. “Querías que fuera un títere”, se quejó el presidente en un discurso reciente. Al mismo tiempo, muchos militantes del MAS, que sufrieron una dura represión bajo el Gobierno transitorio de Jeanine Añez, comenzaron a exigir que la “vieja guardia” del partido, con la cual Morales había gobernado, se hiciera a un lado y diera espacio a la “renovación”.

Evo Morales y Luis Arce
Luis Arce y Evo Morales en una reunión del partido MAS en febrero 2020. AGUSTIN MARCARIAN (Reuters)

La expectativa del expresidente sobre su delfín se frustró pronto. Arce formó un bloque con Choquehuanca desde el primer momento. Aprobó la idea de renovar al MAS ya en la campaña electoral y no mencionó a su mentor en su discurso inaugural, el 8 de noviembre de 2020. Después diría que Morales no quiso volver de Argentina, donde estaba exiliado, a tiempo para su posesión. En lugar de eso, según él, el expresidente se las arregló para que su retorno al país “en olor de multitudes” opacara las primeras horas del nuevo Gobierno.

Arce formó su Gabinete con gente de su confianza y de la del vicepresidente; en él no participaron los principales dirigentes evistas. No solo fue una decisión personal: buena parte del partido se lo exigió, porque creía que el tiempo del viejo “entorno” había acabado.

Luego, Morales pidió cambios de ministros que Arce no realizó. La fricción fue aumentando. En 2022, afirmó que existía un “plan negro” para detenerlo y extraditarlo a Estados Unidos. La semana pasada, denunció lo mismo tras la campaña judicial impulsada por el Gobierno en su contra, con la apertura de cuatro procesos por diferentes delitos, entre ellos uno por estupro basado en una denuncia que ya investigó Añez en 2019 y que apunta al principal punto débil del líder indígena: sus relaciones sentimentales.

“Renovación es traición”

Desde la perspectiva de los arcistas, este desenlace ha sido el resultado inevitable de la negativa radical de Morales de dejar de ser el único caudillo del movimiento y permitir que el control del MAS pasara a otros. El expresidente no soporta la palabra renovación. “Renovación es traición”, ha llegado a decir.

Cuando la pelea comenzaba no pidió espacios de poder para sus allegados o compensaciones de ese tipo. Exigió, en cambio, dos cosas: que ninguno de los otros dirigentes formara grupos públicos propios, como “el bloque Choquehuanca”, que, según ha contado el presidente Arce en una entrevista, lo enfureció ver en un desfile partidario; y la candidatura de 2025. Arce le propuso postergar el tratamiento de este último tema hasta antes de las elecciones y él aceptó.

Al mismo tiempo, encontró inaceptable el mensaje implícito de la propuesta del presidente, es decir, que este también tenía pretensiones reeleccionistas. Entonces impulsó un cambio del estatuto del MAS que exige 10 años de militancia para postular, requisito que Arce no cumple. Finalmente, Morales convocó a un congreso en la población de Lauca Ñ, en su baluarte el Chapare. Allí se lo designó en el puesto que deseaba: candidato.

Luis Arce y Evo Morales en una concentración  de movimientos sociales en 2022.
Luis Arce y Evo Morales en una concentración de movimientos sociales en 2022.Martin Alipaz (EFE)

De ahí en adelante, cada uno de los dos líderes trabajó, cada vez más abiertamente, por la eliminación política del otro. A las ambiciones encontradas se sumaron las afrentas personales. Primero parecía que quien lograría el objetivo sería Arce, que logró el respaldo de las organizaciones sociales y sindicatos que crearon el MAS a cambio de permitirles participar en el Gobierno. Al mismo tiempo, contaba con gran influencia sobre la justicia, que en Bolivia tiende a plegarse a cada fuerza política ganadora. Además, la popularidad de Morales estaba limitada a los sectores rurales, pues su figura despertaba un fuerte rechazo en los sectores medios urbanos que habían apoyado su derrocamiento.

A fines de 2023, el Tribunal Constitucional, respondiendo a la consulta de un parlamentario oficialista, falló que la reelección discontinua no estaba permitida, ya que la Constitución no habla de ella. El único tipo de reelección permitida es, según este fallo, “una continua”, la que le corresponde a Arce. Varios analistas señalaron que la sentencia estaba “hecha a medida”. Arce formó su propio MAS e inició procesos judiciales para impedir que su enemigo pudiera seguir usando este acrónimo.

Crisis económica

Lo que obstaculizó que el presidente boliviano continuara su ruta triunfante hacia su reelección fue la crisis económica que estalló a principios de 2023. El capital político de Arce descansaba en su condición de economista y principal operador del modelo nacionalista al que los bolivianos atribuían la bonanza. A partir de ese momento, la aprobación del presidente comenzó a hundirse, mientras que la intención de voto de Morales se potenciaba hasta alcanzar el 70% del voto “duro” del MAS, que suma el apoyo del campo y el de los estratos pobres y ascendentes de las ciudades.

El expresidente también cuenta con fuerza de masas, como mostró en la marcha que realizó hace tres semanas en protesta por la crisis económica, pidiendo que se lo reconozca como el verdadero dueño del MAS y su habilitación como candidato, con el argumento de que aquello que la Constitución no prohíbe está permitido. Durante esa movilización, los voceros evistas demandaron la renuncia de Arce y Choquehuanca.

Evo Morales en la  marcha con rumbo a la ciudad de La Paz el 20 de septiembre 2024.
Evo Morales en la marcha con rumbo a la ciudad de La Paz el 20 de septiembre 2024.LUIS GANDARILLAS (EFE)

En respuesta, los dirigentes oficialistas comenzaron a hablar de detener a Morales, quien estuvo a punto de retirarse de la protesta por esta amenaza. El Gobierno intentó, pero no logró, bloquear el paso de la marcha hasta La Paz, que recibió bien a Morales, pero que todavía es el baluarte de Arce. El líder indígena se retiró de la capital boliviana rápidamente y sin poner en duda el mandato del presidente.

Días después, Morales suspendió el corte de rutas con el que había amenazado continuar las movilizaciones. El oficialismo sacó la conclusión de que carecía de suficiente fuerza para enfrentarlo. Comenzaron los cuatro procesos contra Morales y, según denunció este, las fuerzas de seguridad pensaron en detenerlo. Lo impidió la justicia, que, según algunos analistas, Arce, debilitado por la crisis, ya no controla como antes. De todas maneras, la posibilidad de su arresto no se ha cerrado. Morales ha asegurado que “todo [de lo que se le acusa] es falso” y “tiene el objetivo de anular políticamente cualquier opción electoral que represente una alternativa”.

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