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“El embajador talibán me dijo: ‘Serás la primera mujer que entra sola en Afganistán”

La brasileña Nataly Castro, de 29 años, ha visitado 180 países y territorios y pretende alcanzar los 200 para entrar en el Guinness

Nataly Castro, en entrevista con EL PAÍS, en enero 2024. Foto: Lela Beltrão/El Pais | Vídeo: RR.SS
Naiara Galarraga Gortázar

Con 29 años, va por su sexto pasaporte porque los llena de visados y sellos mucho antes de que caduquen. La brasileña Nataly Castro recaló hace unos días en casa, en São Paulo, para tratarse una anemia severa después de visitar 180 países en los últimos 16 meses, embarcada en una veloz vuelta al mundo. Esta periodista, hija de una profesora y un ebanista, pretende pisar 200 países y territorios para conquistar récords Guinness. Su abuela, que vendió el coche para ayudarle, la recuerda de cría estudiando un globo terráqueo. Recibe con un café en la casa donde conviven tres generaciones de la familia. Más de 200.000 personas siguen en @viajesemlimites de Instagram unas peripecias que costea con patrocinios.

Pregunta. Brasil permite viajar lejos sin cambiar de idioma, ni moneda. ¿Cuándo salió por primera vez al extranjero?

Respuesta. El 29 de octubre de 2013, fui a Irlanda con una beca del Estado de São Paulo para aprender inglés un año. Aquellos escenarios medievales eran como una película. Fascinante.

P. Si no fuera por una tempestad, ahora estaría en las Malvinas.

R. Eso, pero las tormentas retrasaron mi vuelo, luego había otro y perdí la conexión con el único vuelo semanal a las islas. Era una invitación de la Embajada británica en Brasil para promover el turismo. Aprovechaba que volví a Brasil porque caí enferma cuando solo me quedan 20 países.

P. Es la Willy Fog brasileña. ¿Leyó La vuelta al mundo en 80 días?

R. No, pero he leído relatos de personas que lo leyeron.

P. ¿Esto del Guinness implica mucha burocracia?

R. Sí, el récord que quiero batir está en la vuelta al mundo en 18 meses, llevo 16. Tengo que apresurarme. Documento mi viaje a diario con fotos y vídeo, tengo los seis pasaportes, los billetes y en cada país necesito que dos testigos rellenen un formulario para el Guinness.

P. Menudo estrés.

R. ¡Mucho!, hay que cuidar los detalles de la logística. Estudiar el mapa, organizar la ruta, ropa para las costumbres locales…

P. ¿Cuándo vuelve a partir?

R. Cuanto antes. Necesito tratarme la anemia y conseguir fondos y patrocinadores para terminar. Quiero visitar a los 193 países reconocidos por la ONU, los dos observadores (el Vaticano y Palestina), Taiwan, los cuatro países de Reino Unido los cuento por separado… así hasta 200, incluidos territorios.

P. ¿Cómo fue el Afganistán de los talibanes?

R. Épico. Pedí el visado en Pakistán, que sale más barato. Tenía recelos. Tras una hora de espera, me recibió el embajador y dijo: ‘Nataly, nos gusta tu proyecto, te vamos a dar el visado pero cuenta al mundo que aquí no solo hay guerra. Tenemos historia, cultura… Eres la primera mujer autorizada a entrar y viajar sola por Afganistán’.

P. ¿Y una vez allí?

R. Muchas mujeres y hombres me abordaban curiosos, otros decían: ‘Llama a tu guardián”. Pero no tenía. Estuve 19 días. Me alojó una familia. Intenté salir por la frontera terrestre a Uzbekistán, pero estaba cerrada. Me eché a llorar: ‘Por el amor de Dios, déjenme pasar”. Tuve que regresar a Mazar-i-Sharif. “Bienvenida de vuelta, hermana”, me dijeron los talibanes. Discrepo de sus ideas, pero no tuve problemas, creo que por extranjera. Fui a tomar un autobús para Kabul y, sorprendidos de que estuviera sola, llamaron a un jefe talibán. Me sentaron en medio de todos mientras hacía consultas. Al final, el jefe hizo un vídeo salvoconducto, me sentó en el bus a lado de una señora y encargó a cuatro pasajeros hombres que me protegieran. Creo que lo vieron como una oportunidad de mostrar lo que Afganistán tiene de bueno.

P. En otros lugares también sorprende que viaje sola.

R. Sí, en muchos sitios aún es tabú. Despierto curiosidad pero espero ser también una inspiración. Aprendes a amar tu propia compañía. Y es una oportunidad de hacer amigos en el camino. El visado para Kuwait requirió cinco meses de tramites y un test de embarazo.

P. ¿Cómo dice?

R. Dijeron que porque soy soltera. Supongo que es para que no des a luz allí.

R. El pasaporte brasileño abre muchas puertas, ¿verdad?

R. Impresionante. Puedes entrar en 170 países sin visado. Un día duermo en un hotel de cinco estrellas gracias a un patrocinio y otro saco mi esterilla en un aeropuerto.

P. ¿Por qué se embarcó en esta aventura?

R. ¿La vuelta al mundo? Había vivido en cinco países, visitado unos 20 y quería ser nómada digital. Empecé a investigar posibilidades en 2019. Quiero ser la primera brasileña que da la vuelta al mundo.

P. Creo que tuvo problemas en la escuela y por eso es tan resistente.

R. ¿Problemas? ¡Racismo! En clase éramos dos o tres negros. Era buena estudiante y no lo aceptaban. Fue sistemático, desde los 11 o así. Comía en el baño para que no me acosaran. Muy duro, porque quien pega olvida, pero quien recibe no. Intenté suicidarme tres veces. La última, a los 14, estuve a punto de tirarme del tercero, aquí encima, pero vi un avión y pensé: ¿Y si me voy a un sitio donde no me conozcan y nadie me juzgue por mi clase social, mi dinero o el color de mi piel?’. Empecé a soñar con estudiar fuera. Cuando logré la beca, trabajaba en telemárketing.

P. ¿Qué lleva en la mochila?

R. Al principio más equipaje que ahora. Lavo un día sí y uno no. Una cámara GoPro, que es un patrocinio, móvil, ordenador y tenía una cámara de fotos compacta que me robaron en Omán, uno de los países más seguros.

P. Dice que llegar a África fue volver a casa.

R. Volver a una casa en la que nunca estuve físicamente. Brasil recibió millones de africanos traídos en barcos negreros. Tenía muchas ganas de conectarme con esas raíces, tengo en Angola y Portugal. Quería aprender porque nuestra historia ha sido muy ocultada.

P. Brasil es un país mestizo, ¿cómo es el racismo fuera de aquí?

R. Ahora me fue bien en Polonia, pero en mi primera visita, en 2019 en Poznan, la gente se cambiaba de acera. Un señor se disculpó: ‘Es que no están acostumbrados a turistas como tú’. Aprendí a mirar en Internet el nivel de discriminación racial de cada país. Me echaron de un alberguen que tenía reservado en Bielorrusia. ‘Vas a pagar más por ser negra’, dijo el dueño cuando me vio. Me negué. Me llamó mono, esclava, negra idiota… Le temblaba la mano mientras tecleaba los insultos en el traductor de Google. Pateó mi mochila, temía que me pegara, así que me fui grabando un vídeo y diciendo ‘este hostal es racista’.

P. En algunos países del Sahel no salió del aeropuerto. ¿Eso computa?

R. Sí, fue en esta recta final. Sí computa. Salí del aeropuerto en Burkina Faso, como 20 horas, pero por seguridad en Níger, Sudán y Chad no.

P. Después de la vuelta al mundo, ¿a dónde regresará con calma?

R. A Irán, a Bangladesh, a Bután, a Ghana, a Vanuatu…

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).

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