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La miss Universo Sheynnis Palacios aviva los símbolos de la resistencia contra Ortega y Murillo en Nicaragua

La coronación de la joven, que participó en las protestas de 2018 y recibió críticas de dirigentes sandinistas, puso en una posición incómoda al régimen

Sheynnis Palacios, Miss Universo 2023 en El Salvador,
Sheynnis Palacios, tras su coronación en Miss Universo en El Salvador, el pasado sábado.Miguel Lemus (EFE)

A pesar de ser una de las candidatas favoritas de Miss Universo 2023, la noche del 18 de noviembre en El Salvador, durante la recta final del certamen, los missólogos no ponían en las quinielas de la transmisión en vivo a la miss Nicaragua Sheynnis Palacios. Sin embargo, la joven avanzó en todos los cortes hasta quedar frente a la tailandesa Anntonia Porsild. Para una miss centroamericana, sobre todo nicaragüense, esto por sí solo ya era suficiente. Pero había más esa noche de brillantes y flores para esta muchacha de 23 años. Las dos sujetaron sus manos y cerraron los ojos a la espera del veredicto. “Nicaraguaaaaaa”, reveló una voz con acento anglosajón. Dos países más al sur, una nación pegada a la televisión, estalló en júbilo y llanto.

Fue, en cierta medida, algo comparable a ganar un mundial de fútbol para los nicaragüenses. Un logro planetario nunca antes alcanzado. De inmediato salieron en masa a las calles de diversas ciudades a celebrar la conquista del cetro de la belleza en manos de una joven esforzada –y en la que miles de jóvenes se vieron reflejados– por su historia de vida: vendía buñuelos (un postre a base de yuca y cuajada) para poder pagar la universidad.

Las principales vías de Managua, la capital, se desbordaron de caravanas y el estado policial, que desde las protestas de 2018 mantiene una prohibición tajante a cualquier manifestación pública, quedó reducido esa noche y a lo largo de la madrugada. Una celebración unánime en la que la bandera de Nicaragua volvió a ondear, a pesar de la criminalización que el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo ha impuesto sobre ella.

“Casi todas las expresiones colectivas en Nicaragua están prohibidas y, en este sentido, hasta la pólvora que se usa en las fiestas de todos los extractos sociales está prohibida. El canto del himno en un espacio público está prohibido. Salir a la calle sin la autorización del gobierno es prohibido. La población se dio el permiso de encontrar un tema, que aparentemente no era de corte político, para politizarlo. Y salen los cohetes, salen las banderas, sale la población. Esas son muestras de resistencia”, plantea el sociólogo y analista político Juan Carlos Gutiérrez Soto, exiliado en Costa Rica.

El régimen queda en posición incómoda

La coronación de Palacios puso en una posición incómoda al régimen sandinista, sobre todo a su aparato propagandístico. Días antes del certamen, miss Nicaragua fue blanco de ataques en los programas rosas de Canal 13, dirigidos por los hijos de la pareja presidencial. La presentadora Francelyz Sandoval llamó a la joven como “miss Buñuelos”, menospreciando el negocio familiar de la ahora miss Universo.

Sin embargo, lo que más crispó al oficialismo fue una foto viral en la que se ve a Palacios con banderas azul y blanco junto al cantautor nicaragüense Carlos Mejía Godoy, participando de las marchas cívicas que se realizaron en el país durante la rebelión de 2018. Comenzaron a llamarla “miss Tranquera”, en referencia a las barricadas levantadas ese año por los manifestantes para protegerse de las incursiones de policías y paramilitares que dejaron un saldo de más de 350 personas asesinadas.

El diputado sandinista y exprocurador de la niñez Carlos Emilio López mantuvo una campaña en sus redes sociales contra Palacios. Tras la coronación, borró las publicaciones pero ya había capturas de sus ataques. El oficialismo trató de disimular su doble rasero enviando la noche del sábado a la casa de la familia de la recién nombrada miss Universo a Fidel Moreno, uno de los hombres de mayor confianza de la pareja presidencial y también los alcaldes de Managua con ramos de flores.

Para dos sociólogos nicaragüenses desterrados que siguieron estos acontecimientos resulta difícil separar un hecho de tal relevancia pública de lo político y lo social, sobre todo en un país que acarrea una crisis sociopolítica tan larga y sufrida por la juventud. Otra foto de la miss Nicaragua que se popularizó era más reciente, de este año: mostraba con orgullo su título universitario de Comunicación Social, que obtuvo gracias a una beca en la Universidad Centroamericana (UCA), cerrada y confiscada por el Gobierno apenas en agosto pasado, dejando en el limbo a más de cinco mil estudiantes.

“En sistemas cerrados como el de Nicaragua las formas de expresión sobre la opinión, la satisfacción, el enojo, la incomodidad o el comentario simple sobre lo que sucede cotidianamente en un sistema represivo, propicia que eventos aparentemente inocuos en los cuales no necesariamente tiene alguna carga politizada, sean utilizadas por la ciudadanía para expresar sus posiciones que de otra forma no podrían”, insiste Gutiérrez Soto y cita el ejemplo de los universitarios que en 2018 salieron a las calles a reclamar por el incendio de la Reserva Indio Maíz. Un movimiento social que fue la antesala a la masiva protesta social de abril de ese año, y que puso en jaque al régimen.

Al día siguiente, el domingo, el Gobierno emitió un comunicado oficial –que no fue firmado por Ortega ni por Murillo– felicitando el reinado de Palacios. “Nicaragua celebra con legítimo orgullo y alegría la coronación de Miss Universo para su bella representante, Sheynnis Palacios”, se lee. Sin embargo, los esfuerzos del régimen para disimular su doble discurso fueron duramente criticados por los nicaragüenses en las calles y en redes sociales.

Una publicación en Twitter del periodista deportivo y desterrado político Miguel Mendoza, el domingo, evidenció aún más la postura ambigua del Gobierno: adjuntó una comunicación de la Dirección de Migración y Extranjería en la que se le negaba el ingreso al país a Palacios. Sin embargo, sostuvo que después de que la miss ganara el certamen la decisión fue revocada.

Celebración del reinado: “Golpismo destructivo”

“Realmente el régimen no tiene la capacidad de imponer su discurso y sus narrativas. No es capaz de manipular los sentimientos de la gente”, dice a EL PAÍS la socióloga Elvira Cuadra, también desnacionalizada por el Gobierno. “Por eso hoy [el miércoles] Rosario Murillo emite otro comunicado en el que habla de ‘intentos malintencionados de manipular el hecho’, cuando en realidad la manipulación ha venido de parte del régimen “.

El comunicado leído por la “copresidenta” Murillo pide con muchos epítetos que “los vanidosos, locos-malos [...] dejen de manosear los merecidos triunfos de una bonita muchacha para esconder su insignificancia e incapacidad, y enturbiar, con sus ridículos y cursis delirios, nuestras benditas aguas”.

Lo dicho por Murillo ocurre 24 horas después que el Gobierno ordenara censurar un mural en homenaje a Palacios en la ciudad de Estelí. La policía obligó a los artistas Kevin Laguna Guevara y Oscar Danilo Parrilla Blandón, conocidos como Vink Art y Torch Místico, a pintar de blanco la pared con el rostro de la miss Universo so pena de cárcel. Medios de comunicación locales también citaron a fuentes de diversas instituciones públicas que aseguraron que sus superiores les dieron una orden “verbal” de no celebrar el triunfo de la modelo. Por su parte, uno de los voceros del Gobierno, Marcio Vargas, sostuvo que “no se puede vivir como una auténtica fiesta nacional [...] a quien sirve a los intereses de Estados Unidos”.

Desde la acera de los críticos al régimen, la corona de Palacios es percibida como un hecho “histórico” y que oxigena “simbólicamente” a un país sumido desde 2018 en la desesperanza, debido a la persecución política y la crisis económica que ha empujado a casi 700.000 personas a otros países, especialmente Estados Unidos y Costa Rica.

“El que salga la población a las calles y ver que es posible hacer algo, decir que no todo está perdido, inyecta esperanza a una población que ha vivido cinco años de constante represión. Es un bálsamo, una alegría ante tanto estrés y dolor… Más aún, una oportunidad para hacer ver la insatisfacción a través de símbolos prohibidos que muestran su resistencia”, prosigue el sociólogo Gutiérrez Soto.

Sin embargo, ante esas anotaciones, la “copresidenta” Murillo fue rotunda en su comunicado: “En estas horas y en estos días de Nuevas Victorias vemos el aprovechamiento grosero, y la tosca y malvada comunicación terrorista, que pretende convertir un lindo y merecido momento de Orgullo y Celebración, en golpismo destructivo, o en un retorno, por supuesto imposible, a las nefastas prácticas, egoístas y criminales, de quienes, como vampiros y vividores, se han servido del Pueblo, de los Bienes del Pueblo, de los Patrimonios Naturales, Culturales, legítimos Patrimonios del Pueblo nicaragüense (sic)”.

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