La Fundación Palmarito, una exitosa apuesta colectiva por conservar los Llanos colombianos

En las vastas praderas de la Orinoquía se ha ido tejiendo la red de Reservas Naturales de la Sociedad Civil (RNSC) más grande del país. Bajo esta figura legal, creada en 1999 por el Gobierno, actualmente se protegen casi 80.000 hectáreas de ecosistemas estratégicos como sabanas secas e inundables, bosques de rebalse, ríos y lagunas. La primera, y la que impulsó un efecto dominó que se convertiría en la estrategia de conservación más importante de esa región, fue Palmarito, ubicada en Casanare a orillas del río Cravo Sur, un importante afluente de ese departamento. Son 2.266 hectáreas de un espectacular caleidoscopio de paisajes llaneros.

El empresario y aventurero Jorge Londoño (Barranquilla, 68 años) quedó encantado con el lugar, en 1995, mientras sobrevolaba el área en ultraliviano. “Éramos un grupo que hacía viajes de naturaleza y nos llamó la atención que este era un paisaje formado por lagunas y caños, una abundancia de agua que hacía que hubiera muchos chigüiros, venados, babillas y bandadas de aves de distintos colores. Por sus condiciones geográficas, reunía una cantidad de vida silvestre más allá de lo normal en la región de los Llanos”, cuenta Londoño, dueño del Grupo GHL, que administra y tiene hoteles en más de 10 países. Decidió negociar y comprar el hato, para convertirlo en una reserva natural.

Hacia 2006 la realidad de la región comenzó a cambiar. “Cuando llegué a la zona, el paisaje todavía era muy prístino”, cuenta. Sin embargo, las amplias sabanas y la riqueza hídrica y petrolera de esta región atrajeron negocios agrícolas y de hidrocarburos. Londoño se dio cuenta de que el gran reto no iba a ser solo conservar la biodiversidad de Palmarito, sino protegerla. Con ese propósito nació, en 2007, la Fundación Palmarito, con el abogado Alejandro Olaya (Cali, 67 años) a la cabeza. Él y Londoño se conocían desde la infancia y tenían varios proyectos gastronómicos en conjunto. Ese mismo año Palmarito se constituyó como RNSC, lo que le otorgaba una protección jurídica y ambiental adicional, decisión que fue determinante para la primera gran victoria de la fundación.

“Una firma petrolera quería perforar un pozo a 500 metros de la casa. Les dijimos que hacerlo generaría un problema ambiental, porque Palmarito era una RNSC”, recuerda Olaya. Optaron por hacer el pozo en otra parte, la noticia corrió rápidamente entre los vecinos y la fundación inició la titánica tarea de apoyar la creación de reservas. A la fecha ha promovido el registro de 32 RNCS en Casanare, Vichada, Meta, Boyacá y Atlántico, y cuatro más están terminando los trámites legales. Esto, porque en 2012 la Fundación Palmarito se convirtió en la primera Organización Articuladora de RNSC, figura que le permite actuar en nombre de otras reservas, ayudar a registrarlas ante Parques Nacionales y establecer redes.

En paralelo a los esfuerzos de conservación, Londoño y Olaya buscaron aliados para realizar estudios científicos y conocer en profundidad la biodiversidad de Palmarito. Sabían que ello cimentaría su credibilidad y le daría peso a sus esfuerzos de cuidado. Con la World Wildlife Fund (WWF) y la Fundación Omacha realizaron la primera caracterización de la reserva en 2008, que reveló, por ejemplo, la presencia de 230 especies de aves (Colombia cuenta con 1.966 especies, según el Instituto Humboldt), 50 de peces, 17 de mamíferos y 13 de anfibios. En la segunda caracterización, realizada con la Fundación Panthera Colombia, pusieron unas 40 cámaras trampa. “¡Fue increíble! Comenzamos a ver lo que ocurría en los bosques de Palmarito y apareció la primera foto de un puma”, cuenta Olaya.

Palmarito siempre ha buscado trabajar en red. Esa visión colaborativa de la conservación le ha permitido ampliar su impacto más allá de la reserva y de la red de RNSC. Junto con su principal aliado, el Grupo GHL, ha fortalecido el ecoturismo en los Llanos y, de la mano con Parques Nacionales y la cadena hotelera, lo están haciendo en siete áreas protegidas en distintos lugares del país.

En 2011, la fundación firmó un contrato de comodato con la Gobernación de Casanare para asumir la administración del Bioparque Wisirare —a 17 kilómetros del casco urbano de Orocué— y tomar las riendas del criadero de caimanes llaneros. Cuando Palmarito llegó al Bioparque, el Instituto Humboldt estimaba que no quedaban más de 250 individuos en Colombia. Su labor ha sido clave para recuperar los números poblacionales y convertir ese espacio en un centro de aprendizaje sobre especies emblemáticas de los Llanos. Entre 2015 y 2025, la fundación ha reintroducido 271 caimanes y Wisirare es hoy visitado por estudiantes, científicos y turistas.

Un año después de asumir el manejo de este bioparque, Palmarito se unió con la Fundación Omacha y Corporinoquia para proteger la tortuga de río más grande de Suramérica: la charapa. Desde entonces, todos los febreros organizan recorridos por el río Meta para rescatar los huevos y trasladarlos a playas protegidas en Wisirare y el río Cravo Sur. “Tenemos convenios con los pescadores locales. En época de postura, ellos borran las huellas de las tortugas y nos ayudan a cuidar los nidos”, cuenta Olaya. Dos años después, regresan al Meta y Cravo Sur para liberar las tortugas criadas. “Vamos parando en los pueblitos a las orillas de los ríos, donde los niños nos esperan para ayudarnos”, añade. A mediados de noviembre de 2025, Olaya emprendió la travesía de varios días para liberar 750 tortugas.

Convivir y descubrir con cada vez más detalle la diversidad natural de un lugar como los Llanos —que según el Instituto Humboldt alberga el 29% del total de especies de fauna y flora observadas en Colombia—, los ha motivado a querer compartir sus experiencias y hallazgos con más personas. Por ello, en 2015 le apostaron a apoyar el proyecto de llevar a la pantalla grande la belleza natural de Colombia. El documental Magia salvaje fue un hito. La escena del espectacular cortejo de dos caimanes llaneros fue filmada en Wisirare. Tomó 15 días hacerla, pero la paciencia valió la pena. Londoño y Olaya están convencidos de que quien conoce la magia de la naturaleza ayuda a cuidarla.

Hace un año, la fundación arrancó un nuevo proyecto pionero en la región. Con el apoyo de la empresa francesa NAT5 llevaron a cabo detallados estudios para determinar la emisión de créditos de biodiversidad y de carbono en Palmarito. Como conservar sin apoyos financieros es prácticamente imposible, buscan valorizar la alta biodiversidad de los paisajes del río Cravo Sur y generar incentivos económicos para fortalecer la red de reservas. “Por ahora, el piloto se adelanta en la reserva, pero esperamos que pronto sea exitoso y poder socializarlo con las demás para que se unan”, dice Olaya.