La diplomacia colombiana se entrega a la retórica de Petro
La canciller, Rosa Villavicencio, y otros miembros del Gabinete renuncian a sus visas de Estados Unidos en solidaridad con el presidente


Colombia acabó la semana pasada con la noticia de que Estados Unidos revocaba la visa del presidente Gustavo Petro por sus “acciones imprudentes e incendiarias” durante una protesta a favor de Palestina en las calles de Nueva York. E inició esta semana que arranca con una lluvia de ministros que renuncian a la suya en solidaridad con el mandatario, entre ellos la propia canciller, Rosa Villavicencio, en teoría la primera responsable de atender el llamado para anteponer los intereses diplomáticos del país a la calentura del momento.
“Es un acto de dignidad frente a la inaceptable decisión de revocar el visado al presidente de Colombia. Nuestra soberanía no se arrodilla. Colombia se respeta”, manifestó la encargada de Exteriores este lunes al hacerse eco de los reclamos de Petro, que encajó hace pocos días la temida descertificación de la Administración de Donald Trump en la lucha antidrogas. A varios funcionarios les llegó el aviso de la cancelación de sus visas a lo largo del día, mientras que otros, como el ministro de Hacienda, Germán Ávila, también renunciaron públicamente a las suyas. El de Interior, Armando Benedetti, planteó que todo el gabinete debería dar ese paso ante una medida que consideró “injusta, desproporcionada y con una evidente carga política”. Las tensiones entre Bogotá y Washington escalan, a pesar de los pedidos de prudencia.
Después de haberse dirigido el martes a la Asamblea General de las Naciones Unidas, con un discurso en el que cargó contra Trump y propuso “una fuerza armada para defender la vida del pueblo palestino”, Petro detonó una nueva crisis con Washington al participar el viernes, en el cierre de su visita, en una manifestación para repudiar las acciones del Gobierno israelí de Benjamín Netanyahu. “Petro se paró en una calle de Nueva York y exhortó a los soldados estadounidenses a desobedecer órdenes e incitar a la violencia”, se lee en el escueto comunicado del Departamento de Estado que anunció que su visa sería revocada.
A lo largo del fin de semana abundaron los llamados a que primara la diplomacia, aunque parecieron caer en oídos sordos. “Dejen de arrodillar a Colombia”, respondió Petro en X, su canal de comunicación predilecto, a la carta en la que 500 empresarios rechazaban sus declaraciones. El mandatario ha reivindicado con insistencia su derecho a pronunciarse sin filtros en su visita a la ONU, pero ha obviado que las palabras de la discordia las pronunció, con megáfono en mano, en una concentración en pleno Manhattan.

“En su fin loable de llamar la atención global sobre el genocidio en Gaza, el presidente Petro concentró los reflectores en él, en su actuar irresponsable y en su pelea casi personal con el Gobierno estadounidense”, señala el editorial de El Espectador. “¿Y los intereses de los colombianos? ¿Y los lazos económicos y culturales entre los dos países? ¿Y la posibilidad de persuadir a más aliados, incluso dentro del Gobierno de Estados Unidos, para la causa palestina? Todo eso se pierde cuando el discurso público se asemeja a las lógicas de X”.
Para Sergio Guzmán, director de la consultora Colombia Risk Analysis, las declaraciones de la canciller Villavicencio son una demostración de lealtad. “Estamos renunciando unilateralmente a la diplomacia”, añade sobre lo que califica de “tiro en el pie”. “Ahora más que nunca, es importante que los principales representantes diplomáticos de Colombia busquen tender puentes, no quemarlos”, advierte. El presidente parece encaminado a hacer unas “rupturas irreparables”, agrega. “Petro se encargó de eliminar cualquier contrapeso a sus caprichos al interior del Gobierno, y castiga cualquier intento de moderar el discurso presidencial. No podemos esperar nada diferente a lo que estamos viendo en este momento”, lamenta.
Muchos observadores pueden estar de acuerdo con el diagnóstico del presidente colombiano sobre muchos de los problemas del sistema internacional que señaló en su discurso ante la Asamblea General, apunta la internacionalista Sandra Borda. Difícilmente alguien, a estas alturas, se puede oponer a la idea de que lo que está cometiendo Netanyahu en Gaza es un genocidio, o a calificar el calentamiento global como uno de los retos más sobresalientes de nuestro tiempo, advierte el análisis de la profesora de la Universidad de Los Andes, en Bogotá.
“Sin embargo y a pesar del acuerdo alrededor de varios de estos diagnósticos, el tono del discurso de Petro fue revelador. Lo que todos los colombianos oímos, una vez más, fue a un presidente hablando en primera persona, un presidente cuya evaluación y propuestas fueron presentadas como parte de una cosecha muy personal, una visión del mundo muy íntima”, apunta sobre los niveles de personalismo que el presidente le ha inyectado a la política exterior. “Si antes nuestro problema era que no teníamos políticas exteriores de Estado sino de gobierno, ahora el problema es que no tenemos ni siquiera política exterior de gobierno: solo tenemos política exterior presidencial y le pertenece única y exclusivamente a Petro”.
Enganchados a las redes sociales, Petro y Trump ya se habían sacado chispas en más de una ocasión. A principios de año, en el episodio más ruidoso, chocaron por los vuelos de repatriación que el colombiano rechazó por lo que consideraba un trato indigno con los deportados que viajaban esposados. Entonces, ante la amenaza arancelaria del republicano, la crisis se resolvió en menos de 24 horas. El contraste ahora, cuando le queda menos de un año en el poder, salta a la vista. Petro ha llenado los puestos de la cúpula de la Cancillería con gente leal a él, ajena al servicio diplomático, que no tiene interés en hacerle contrapeso o contención. Incluida la propia canciller. “Las declaraciones de Petro arrastran todo el ejercicio de política exterior”, apunta Sandra Borda. “Los adultos en el salón de la política exterior ya no están en el Gobierno”.
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