Cabal y Pizarro: un abrazo ante la discordia
El video de un abrazo entre dos contradictoras políticas recuerda que la democracia busca encontrar puntos de acuerdo

María Fernanda Cabal y María José Pizarro son dos senadoras que representan las orillas más opuestas del debate público colombiano y que difieren en casi todos los puntos fundamentales sobre el destino de la nación y lo que debe hacerse desde la política. Las dos han construido algunos de los liderazgos más destacados de sus colectividades políticas y a un año de las elecciones figuran en las encuestas como candidatas para competir por la presidencia en 2026.
En un video que ha sido difundido miles de veces en las redes sociales, las dos senadoras intercambian un abrazo cordial en la pausa de un debate en el Congreso, comparten unas cortas palabras con amabilidad y se ríen sobre un tema surgido en aquel instante. En muchos otros contextos, se trataría de una escena cotidiana y frecuente de ver en un foro de permanente encuentro y diálogo político como el que representa el Congreso de la República. Sin embargo, en la radicalizada realidad de la política colombiana, este abrazo recibió decenas de cuestionamientos por parte de seguidores y críticos de ambas.
He visto rodar este video de hace dos años para cuestionar, de mala fe, un trato civilizado con quienes compartimos recinto en el Senado. Las diferencias ideológicas no significan ser caníbal, ni vulgar, ni nos hace “cómplices”. Se llama educación. https://t.co/ykBLJX6SXR
— María Fernanda Cabal (@MariaFdaCabal) March 7, 2025
Han sido miles los mensajes que reclaman a las dos senadoras por esa escena de elemental cordialidad, escritos por activistas y militantes de las vertientes más radicales de la derecha y la izquierda colombiana. Todo indica que para muchos de ellos, que están lejos de ser una mayoría o de representar la vocación política de sus sectores enteros, estaría mejor si las dos senadoras enviaran un mensaje de abierta intolerancia y discordia.
En el mundo efímero de las redes sociales, muchos activistas y voceros de causas quieren mostrarse como los más radicales, y los más intransigentes y determinados a la hora de defender sus causas sin el menor diálogo con las orillas contrarias. Por eso resulta crucial que voces que lideran dos sectores políticos tantas veces enfrentados en el debate público muestren señales de que es posible bajarle al tono y comunicarse desde la tolerancia y el reconocimiento mutuo.
Los más fundamentalistas y radicales seguidores de las distintas orillas políticas cometen un error desde lo más básico al creer que en una democracia se debe irrespetar o desconocer a todo el que represente una idea distinta. Se equivocan, en primer lugar, porque la comunicación desde el respeto de ninguna manera significa reducir la contundencia de una ideología ni renunciar a las convicciones. También, porque la democracia requiere en su esencia más elemental que todos los sectores políticos participantes en ella preserven la voluntad de comunicarse y reconocerse entre sí.
La democracia no tiene por qué ser vista como una arena de agresividad o de falta de entendimiento, sino todo lo contrario: debe ser un espacio de apertura a los diálogos y busca de puntos medios entre voces que difieren en los asuntos más fundamentales. Lo que sí queda cada vez más claro es que el deseo de ver a los políticos enfrentados desde el radicalismo y la furia, que tantos manifiestan en trinos y posturas públicas, no es accidental. En cambio, es el resultado de la permanente repetición de calificativos como ‘nazi’ por parte del presidente Petro hacia críticos de todas las orillas, así como también el producto de décadas en que se tildó de ‘guerrilleros’ a los militantes de sectores de izquierda.
Es precisamente para reconciliar y resolver que la humanidad inventó y ha buscado perfeccionar la democracia. Siempre será preferible el camino de la concertación y el entendimiento entre voces que representan la diversidad de miradas ciudadanas, así los más fundamentalistas pidan el fin del diálogo. Precisamente en la falta de comunicación, algo que siempre pedirán a gritos tantos radicales militantes de las distintas orillas, se puede encontrar el nacimiento de muchas violencias del pasado y el fin del diálogo democrático. Y si algo no podemos permitir en tiempos de tanta división es que el lenguaje agresivo y enfurecido le quite terreno a los canales de la democracia.
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