‘Del otro lado del jardín’: una película sobre los juicios morales al suicidio asistido
Inspirada en un poeta colombiano y dirigida por un cineasta mexicano, el largometraje sobre la muerte digna es uno de los más vistos en la plataforma de HBO Max
Marco Aurelio, filósofo estoico y emperador romano, dijo hace casi dos milenios una frase sobre la muerte digna que resuena hoy en las obras de arte de dos artistas latinoamericanos: “Una de las funciones más nobles de la razón es la de saber cuándo ha llegado el momento de abandonar este mundo”. Es una frase que se cita en las primeras escenas de una taquillera película, que se estrenó hace dos semanas en HBO Max, dirigida por un cineasta mexicano e inspirada en un poeta colombiano. Imaginando que la vida es un jardín y la muerte lo que hay detrás de este, se titula Del Otro Lado del Jardín.
Dirigida por Daniel Posada, la película adapta el libro autobiográfico de 2009 del escritor Carlos Framb. Posada, quien antes trabajó en series de Netflix ligadas al narco, como El Chapo y Tijuana, decidió en 2021 hacer su primer largometraje para contar de forma visual una trágica historia del poeta colombiano que en 2007 asistió el suicidio de su madre, Luzmila Alzate, dándole una combinación de somníferos, morfina y otros químicos. Poco después, Framb intentó suicidarse, pero tras sobrevivir fue acusado por la Fiscalía por homicidio. Se encontró entonces frente a la justicia colombiana intentando explicar por qué no cometió un asesinato, sino que asistió a un suicidio, para ejecutar la voluntad de quien quería morir. Que todo fue, en sus palabras, “un acto de amor”.
El día del lanzamiento, Del Otro Lado del Jardín fue la película más vista en HBO Max en Colombia y México. En la segunda semana entró al top 10 de películas del catálogo global de la plataforma. Dos semanas después, en Colombia sigue siendo la segunda más vista después de Kung Fu Panda 4. “Del Otro Lado del Jardín es una película que trata temas como la eutanasia, el suicidio asistido, pero también creo que mucha gente se conecta a ella porque es una película sobre el amor de un hijo a su madre, sobre la empatía”, cuenta el director por teléfono, desde Ciudad de México.
La película, inspirada en clásicos del cine en los tribunales como A Few Good Men, aprovecha el largo caso judicial para develar lo que enfrentó Framb cuando su madre le pidió morir. “La película invita a no juzgar una decisión tan personal”, cuenta Posada. “Es fácil juzgar a los demás cuando no has vivido una experiencia. Acá sigue el proceso mental de Carlos durante el juicio, lo que ayuda a entender desde donde tomó su decisión”, añade. Del Otro Lado del Jardín, en otras palabras, muestra el proceso contra un hombre acusado de homicidio para así hablar sobre los juicios de valor, los juicios sociales que se apresuran a condenar a una persona que toma una decisión sobre la muerte.
Luzmila Alzate tenía 82 años cuando le pidió a su hijo que le ayudara a morir. A ella le dolía el cuerpo entero por una larga lista de enfermedades crónicas que la tenían encerrada en la casa: osteoporosis, artrosis, ceguera, cefalalgia e insomnio le generaban tantos dolores que necesitaba opiáceos para pasar el día. La depresión, “que se manifestaba en llanto diario”, cuenta Framb en su libro, le impedía salir de la cama. “Aunque tomaba somníferos fuertes y en cantidades altas, dormía apenas dos o tres horas cada noche: oía la radio o rezaba o permanecía hecha un ovillo, rumiando sus angustias, sintiendo pasar las lentas horas, tratando de no moverse para no despertar algún dolor, preguntándose qué crimen había cometido para merecer tal castigo”, agrega. Dios la había abandonado, le repetía ella a Carlos y a quienes la visitaban.
Aunque Colombia es uno de los pocos países del mundo donde es permitida la eutanasia, desde que en 1997 la Corte Constitucional la despenalizó, el Ministerio de Salud solo la reguló hasta el 2015. Es decir que, durante casi dos décadas, muchas personas quisieron acceder a ella sin contar con las normas progresistas de hoy en día para encontrar quién, cómo, cuándo y dónde realizarla. “Ya existía la Fundación para Morir Dignamente, pero, como no estaba regulada la eutanasia y mi mamá tenía una enfermedad crónica, era difícil que aplicara para un procedimiento eutanásico”, cuenta por teléfono Carlos Framb, quien vive en Medellín.
Las enfermedades que aquejaban a Luzmila Alzate eran crónicas pero no terminales, lo que implica que podía seguir viviendo varios años, así esos fueran con el atenazante dolor del que quería escapar. Colombia, que hoy tiene una de las regulaciones más progresistas del mundo para morir dignamente, solo avanzó en garantizar este derecho a personas con enfermedades crónicas y no terminales en 2021, de nuevo gracias a una sentencia de la Corte Constitucional.
“A mi la película me conmovió realmente”, cuenta Framb, quien tiene ya 59 años y vive en Medellín, sobre la versión audiovisual de su propia vida. “Sabía que el director se iba a tomar libertades pero me pareció respetuosa, sobre todo en cómo mostró la relación con mi madre, nuestra convivencia, la bonita relación de compañerismo de sus últimos años. Ella sabía, por ejemplo, que yo era gay, y no había problema con eso”. La película, como el libro, muestran a un Carlos que cocina, lee y baila con su madre, cuidando muy amorosamente de quien le pide no vivir más.
Luzmila era católica devota, rezaba el rosario todos los días y no faltaba a misa los domingos. Eso no le impidió pedir que alguien interviniera en su muerte antes que Dios. “La gente en Colombia aún necesita un empujoncito para trascender ese tabú religioso, un empujoncito que te pueden dar el libro, o la película”, considera el poeta. El país, de acuerdo a las encuestas, es bastante liberal en el tema: más del 60% apoya el derecho a la eutanasia. Framb ha conocido a varios católicos que no tienen ningún problema en decir que un ser querido que esté sufriendo debe poder acceder a la muerte digna. Pero son muy pocos los ciudadanos que han pedido acceder a la eutanasia desde que esta está regulada. “La gente cree aún que la vida la da y la quita solo Dios”, añade.
A Luzmila Alzate no le gustaba la palabra suicidio, cuenta su hijo, una palabra que la religión católica por años cargó de estigma no solo para quien muere sino para su familia. Ella prefería eufemismos “como quitarse la vida, poner fin al sufrimiento, descansar, emigrar, trascender, partir, tomarse la medicina, ponerse la vacuna”. Intentando armonizar su fe con su deseo, hablaba de la voluntad de Dios sobre el destino de las decisiones que ella tomara.
Carlos Framb siente que lo único que quedó por fuera de la película, y que le hubiera gustado ver, fue un discurso de su abogado defensor en el juicio real. “No por el hecho de pertenecer a la religión católica, se tenga indefectiblemente que reprochar el suicidio o considerársele como un acto nefasto o deleznable”, dijo entonces el abogado. “No podemos perder de vista que hay casos en los cuales el suicidio tiene plena significación. Basta con pensar en el caso de Jesucristo, quien se sacrificó voluntariamente en aras de salvar a la humanidad. Si el sacrificio de Cristo no hubiera sido voluntario, carecería de sentido. Cabe preguntarse, entonces, si acaso Cristo no fue también un suicida”. Acá el juicio legal, que pide frenar el juicio moral, busca redención con el juicio espiritual.
Del Otro Lado del Jardín es una película que le llega a cualquier ciudadano porque la enfermedad y las decisiones frente a la muerte tocan a la puerta todos los días, y quizás por eso su éxito en HBO Max. “Me ha escrito gente desde México hasta Argentina”, cuenta el director. También tocó de forma personal al elenco. “Esta película me llegó en un momento donde mi padre andaba en lo mismo, con unos dolores profundos y tratamos de hacer el procedimiento”, cuenta Julián Román, el actor colombiano que interpreta al poeta en la película. En 2021 y 2022 su padre, el también actor Edgardo Román, padecía de cáncer en los huesos, “y ya no había nada, simplemente paliativos”, contó Román a varios medios. En esas arrancó el rodaje y el actor, interpretando al cuidador de Luzmila Alzate, pensó en su padre: “¿Hasta dónde la familia y la persona tienen la posibilidad de decir ‘yo quiero una vida digna y que mi muerte también sea digna?”.
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