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El Gobierno quiere aparcar la retórica del golpe de Estado y no convocar más marchas

Aunque Petro seguirá valiéndose de ese término, la gente de su alrededor no quiere confrontaciones y busca dos años últimos de mandato en los que se consigan reformas y resultados

Gustavo Petro presidente de Colombia durante su discurso en la Plaza de Bolívar por el plantón a favor de Gobierno, en Bogotá, el 19 de septiembre de 2024.
Gustavo Petro presidente de Colombia durante su discurso en la Plaza de Bolívar por el plantón a favor de Gobierno, en Bogotá, el 19 de septiembre de 2024.CCARRION (Presidencia de la República)
Juan Diego Quesada

El presidente no va a cambiar de opinión: la investigación abierta en su contra por sus gastos en la campaña electoral se trata de un golpe de Estado, un caso de lawfare como han sufrido otros presidentes de izquierdas en Latinoamérica. No importa que el Consejo Nacional Electoral (CNE) se haya atribuido funciones que no le corresponden, y que podrán ser rebatidas con la ley en la mano, ni que el caso de prosperar se eternizaría en el laberíntico sistema judicial colombiano. En ningún caso afectaría a su Presidencia en marcha. La gente que le rodea no quiere caer en esta retórica que polariza el día a día y pone el foco en una discusión vacía, que no conduce a ninguna parte. Según fuentes a las que ha tenido acceso EL PAÍS, se quiere dejar atrás esta semana negra en la que se ha agitado el fantasma de esta rebelión, judicial y no militar. No más.

“Hay que enfocarse en el acuerdo nacional, en el aspecto político y el económico”, explican desde Casa de Nariño, la residencia presidencial. “Vamos a trabajar en cerrar filas, no más marchas”, añaden. El viernes, el Pacto Histórico -la coalición de izquierdas con la que Petro llegó al poder- llamó a los suyos a concentrarse en la plaza de Bolívar, el centro de Bogotá. La respuesta no fue mayoritaria. Petro ni siquiera apareció por allí, alegando un resfriado. “El presidente ni siquiera convocó”, se distancian en el Gobierno. Porque el Pacto Histórico, sus miembros, forman parte del Gobierno y de su bancada en el Congreso, pero no necesariamente están alineados con todo lo que se mueve en Casa de Nariño. Una de sus legisladoras insiste en apoyar un proyecto que permita la reelección del presidente, algo que varios de sus colegas no contemplan. Sus representantes, de hecho, pelean entre ellos y se enfrascan en conspiraciones que desgastan a la izquierda. No necesitan ni siquiera el empujón de la oposición.

Petro ha vivido una semana de agitación. Ha recibido el respaldo de la nueva presidenta de México, Claudia Sheinbaum, aunque se guardó de poner en su boca que se trata de una rebelión: “El CNE, dos años después de la elección, abre una investigación por gastos de campaña. Y, el día de ayer, él lo llama un golpe de Estado. Porque, incluso fuera de las leyes de Colombia, se abre este proceso de investigación”. Más tarde se sumó Luiz Inácio Lula da Silva, el presidente de Brasil, a través de X: “Como persona que he sufrido diversos tipos de persecución política, quiero manifestar mi apoyo al presidente @petrogustavo”. Llegó entonces el apoyo del chavismo de la manera más insospechada. El Gobierno venezolano se ofreció a mediar en “el conflicto”, como si se tratase de un asunto más grave de lo que es en realidad. El Gobierno ni siquiera ha respondido a esta oferta, ya que considera que es un intento de burlarse de Petro y su insistencia en encontrar una solución pacífica al proceso postelectoral venezolano, después de que el chavismo se haya dado por vencedor en unos comicios cuando queda claro que fue derrotado.

Los miembros del Gabinete saben que Petro volverá a hablar de golpe, no es fácil sacarle una idea de la cabeza. Pero no quieren que eso, bajo ninguna circunstancia, saque de foco el acuerdo nacional, lo que el propio Petro se había propuesto impulsar en estos dos años, como bien dijo en el Consejo de Seguridad de la ONU en Nueva York, el julio pasado. Juan Fernando Cristo, el ministro de Interior y el encargado en persona de que todo se ejecute, no esconde que esta investigación del CNE, “una equivocación jurídica”, y la crispación que genera es un “obstáculo”. “Este es el primer obstáculo, un obstáculo importante para esta iniciativa de un acuerdo nacional. No será el último o el único, pero yo prefiero el optimismo, seguir insistiendo”, dijo el ministro, un político de centro, con experiencia en otros gobiernos, llamado a encontrar consensos y puntos de entendimiento con una oposición que mantiene una actitud muy confrontativa con Petro.

El Gobierno ha conseguido logros como la reforma pensional, una tributaria que su antecesor no consiguió y ha tratado de imponer su política en Salud después de que no le aprobaran la reforma. Se le ha resistido la negociación de paz con el ELN y ha abierto otras con otros grupos armados que tampoco tienen visos de prosperar. El hombre que llegó a la Presidencia con una bandera blanca y con la intención de frenar los homicidios encuentra resistencias porque la violencia, en muchas partes del país, forma parte de la existencia, como el agua o las montañas. Sin embargo, al Gobierno le acompaña también la sombra de que podría haber hecho mucho más en otros asuntos. Así que, piensan en Casa de Nariño, no es momento de victimizarse con el golpe de Estado, es el de encontrar las maneras de aprobar las reformas que necesita el país.

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.
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