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Gustavo Petro
Columna
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El hombre de las dificultades

Los mandatarios sortean todo tipo de inconvenientes. Aquí y en Cafarnaúm. Pero unos pocos deben también enfrentar el hecho de ser, ellos, el mayor reto de su administración

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Gustavo Petro, en Bogotá, el 25 de marzo de 2022.NurPhoto (Getty Images)

Gustavo Petro ha coleccionado malquerientes durante toda su vida pública. Como rebelde y, después, como demócrata, no le han faltado detractores. Justo es decir que también es nutrido el grupo de quienes lo aman, si amar es un verbo que pueda conjugarse pensando en él. Aman, al menos, las ilusiones que a Petro le brotan por todos los poros.

Los seres humanos que, como Petro, se echan el mundo a hombros, suelen florecer en soledad. Gran ironía: desprecian el trabajo de colmena, pero disfrutan de las mieles que producen para ellos los insectos lisonjeros. La gente pétrea de corazón es proclive a las genuflexiones y venias. Su talón de Aquiles es la crítica. Sepan o no de música, su formato preferido es el de los coros, bien coordinados y dirigidos.

Petro no necesita de nadie. Ni de nadie, ni de los “nadies”, como demostró el paro de los transportadores, a quienes se refirió con varios de los epítetos que reserva para las castas que no militan en su neoélite progresista. Petro es hacha que parte todo en trozos, que divide con eficiencia de máquina. En últimas, Petro no requiere ni de lauras; solo de laureles.

El presidente es un hombre de circunstancias. Su credo es el momento, con lo que, a medio periodo, tiene ya asegurado un sitial en el museo enorme de nuestras momias políticas. Allí, qué ironía, acompañará a la mayoría de los que resultan descabezados en sus ejecuciones verbales públicas por no haber hecho lo que él tampoco: ejecutar.

El ala que se le dedique en el museo de mandatarios criollos podría presentarlo en formatos temporales. El Petro opositor, que apreciaba el eco de los medios a su gestión fiscalizadora, vs. el Petro palaciego que aborrece a la prensa. El Petro que invitaba a ejercer el derecho constitucional a la protesta en calles y carreteras vs. el Petro que sataniza esa vía (reconociendo, eso sí, el manejo acertado que dio el Gobierno al episodio difícil del necesario aumento de precios de los combustibles). El Petro que señalaba la tentación de atornillarse al poder vs. el Petro que encera el piso por el que repta Maduro y que airea las constituyentes semana de por medio. El Petro que fustigaba a los corruptos del establecimiento vs. el Petro en cuyos predios también germinan el saqueo y el desgreño.

No debe ser fácil ser Gustavo Petro. Tal vez por eso solo hay uno. Y, sin ánimo de tanquear su amplio depósito de egolatría, podría decirse, como en la vieja serie de televisión escrita por Eduardo Lemaitre, que sufre de un síndrome bolivariano: es el nuevo hombre de las dificultades. Las padece a diario. Y cincuenta millones de personas también. Al menos en esto no está solo el más solo de los presidentes. El martirio es general, en tiempos de este hombre duro con complejo de golpe blando.

Sus críticos más acérrimos y pasados de calidad quisieran que brillara para él la luz perpetua. Los que pensamos que aún tiene dos años para dejar de cultivar el odio y las rencillas, para unir y progresar, deseamos, en cambio, que brille para el presidente algún tipo de luz que pudiera guiarlo en medio de su propia oscuridad.

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Retaguardia. Llama la atención la cantidad de trampas dispuestas aquí, y en el continente, a los periodistas en sus cuentas de redes para inhabilitarlas. Falta ver quién está detrás de la siembra de estas minas que vuelan por los aires la libertad de prensa y expresión. Habrá mucha satisfacción en las bodegas oficiales con este repugnante movimiento digital de la línea ética.

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