Se quedan los ministros que se deberían ir
En el Gobierno de Petro se avecina un cambio anunciado de ministros, pero seguramente no saldrán los de Defensa y Hacienda, responsables de las mayores problemáticas que enfrenta el Estado colombiano: la inseguridad y la economía
El presidente de la República lleva un año mamando gallo con el cambio de ministros. Esporádica y precipitadamente ha cambiado ministros al detal. Primero fueron Educación, con Alejandro Gaviria; Cultura, con Patricia Ariza; y Deportes, con María Isabel Urrutia. Luego vinieron Carolina Corcho, de Salud; José Antonio Ocampo, de Hacienda; del Interior, Alfonso Prada; Guillermo Reyes, de Transporte; de comunicaciones, Sandra Urrutia; Arturo Luna, de Ciencia y Tecnología; de Agricultura, Cecilia López. Después la ministra de Minas y Energía, Irene Vélez, y finalmente salieron Álvaro Leyva del Ministerio de Relaciones Exteriores y Germán Umaña del Ministerio de Comercio y Turismo.
En Suecia, el presidente destapó sus intenciones para el futuro. “Es hora de las ejecuciones y de las evaluaciones”, señaló con énfasis. Hasta ahora ha habido especulaciones sobre el cambio de gabinete y con las cartas sobre la mesa ya sabemos que habrá cambios con certeza, aunque no sepamos de qué tamaño. La evaluación no dependerá de quién lo hizo bien o quién lo hizo mal. Todo depende de cuáles carteras han podido “atender el cambio más adelante y los que no han podido con quienes no quieren perder los privilegios e impiden que esos cambios se hagan”. De acuerdo con esa evaluación se harán los cambios. Igualmente advirtió que la estabilidad en el equipo económico era más necesaria que en otras áreas de la administración pública, aunque no obligatoria.
Preocupante que los campos más débiles del Estado colombiano, que son hoy la inseguridad y el lento ritmo de crecimiento de la economía, no vayan a tener un cambio de rumbo, a juzgar por lo dicho por el primer mandatario desde la fría Estocolmo. Los ajustes anunciados no tocarían al ministro Ricardo Bonilla.
Frente a la situación de orden público que azota al Cauca, Nariño, Meta, Norte de Santander y parte de Antioquia, el presidente dice que estamos en “guerra” y que “la andanada de hechos violentos tiene que ver con una respuesta para presionar un nuevo cese del fuego y la recuperación de los territorios por parte de la Fuerza Pública”. La referencia para calificar al ministro Iván Velásquez es el número de homicidios, que están bajando.
La Hacienda pública está pasando un mal rato. La desfinanciación del presupuesto para el 2024, suficientemente cantado por la representante Katherine Miranda a tiempo, ponía en aprietos a la regla fiscal. El Comité Autónomo de la Regla Fiscal se pronunció para advertir que un posible incumplimiento del plan de ingresos del presupuesto no dejaba margen de maniobra y que el roto llegaría a 23 billones de pesos. El ministro de Hacienda chocó con el director de impuestos y lo responsabilizó del incumplimiento de la meta de recaudo, que bajó en 10,3% en comparación con el año anterior, y ahí el ministro Bonilla “entró en pánico”, según la ilustrativa expresión del exministro Carlos Caballero. Se fue a la convención bancaria en Cartagena y puso el grito en el cielo: había que recortar el gasto en 5,6% del presupuesto de los ministerios.
En síntesis, el ruidajo sueco del movimiento en el Gabinete ministerial no dejará de ser otra columna de humo en el que no habrá cambio de régimen.
El gobierno continúa al límite del cumplimiento de la regla fiscal según el análisis de Fedesarrollo, coincidiendo con el Comité Autónomo de la Regla Fiscal.
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