_
_
_
_
Presidentes
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Mandrakismo

Los ilusionistas son maestros de la sugestión. Cuando sus poderes influyen en cientos de personas, se les conoce como magos. Si son millones, llámelos presidentes

gustavo petro
Un seguidor de Gustavo Petro lleva una camiseta con su rostro, en Medellín, en mayo de 2022.Jaime Saldarriaga (AP)

Los presidentes son titulares con piernas. De hecho, lo son también, y sobre todo en el trópico, todos los funcionarios de nivel… ¡incluso los de cierto desnivel! Los presidentes son vallas móviles, que se trastean de palacio a un congreso empresarial y de allí a un ascenso de militares o a una inauguración de obras; quizás a ponerle el pecho a una montaña que se hizo tragedia o a un acto protocolario que puede terminar convertido en nido de arengas. Donde quiera que se hallen, los mandatarios abren la boca y queda abierta la discusión.

Los presidentes, sobre todo si han llegado al cargo por vía de una ardorosa actividad política, saben a la perfección que la prensa corre tras cada palabra que se les escurre de la boca. Y que, si no hay periodistas a mano (o se les tiene por cultivadores de fake news), siempre podrá decirse algo en redes sociales que ponga dizque a pensar al país.

Aprenden los presidentes a manejar las palabras y darles una utilidad concreta: palabras señuelo, para distraer a la opinión; palabras kerosene, para meterle candela al establecimiento; palabras globo, para ver cómo reacciona la opinión pública a una idea; palabras garrote, para mortificar a sus críticos; o palabras sirirí, que van de rama en rama, como el pajarillo, y parecen estar en todas partes.

Primas hermanas de la cantaleta, las palabras sirirí, por fuerza de la repetición, terminan calando. Son como la música de diseño que, machacada en emisoras y canales digitales, se le mete al oyente en la cabeza. Caso ya clásico el del reggaetón, donde comenzamos a percibir como algo natural, a punta de oírlas una y otra vez, barbaridades como “vino ready ya, puesta pa’ una cepillá/me chupa la lollipop, solita se arrodilla, hey/¿cómo te atreve’, mami, a venir sin panty?” (canta Bad Bunny).

Las palabras, como dicen los creyentes, tienen poder. Pero no siempre son lo que representan. Hablar de una constituyente no necesariamente quiere decir que se esté proponiendo su existencia. Si un candidato adelanta su campaña asegurando que no se propone reformar la Constitución, mal le queda, una vez elegido, mencionar cualquier mecanismo que tenga ese fin. Máxime si el camino elegido es abiertamente contrario a la ley o a la decencia. Diferencia, y mucha, hay entre un presidente recursivo y uno simplemente mañoso.

En radio se habla de un curioso fenómeno que podríamos llamar mandrakismo, según el cual, debido a una sugestión de orígenes inciertos, cada quien oye lo que quiere oír. Un periodista, o un entrevistado, dice una cosa y muchas personas creen haber oído otra. Quienes trabajan en la radio saben que en ocasiones hay que buscar el audio con lo dicho y emitirlo para convencer a los incrédulos. Una especie de recreación del episodio bíblico en que Tomás es invitado por Jesús a meter la mano en el costado donde el soldado había clavado su lanza.

Newsletter

El análisis de la actualidad y las mejores historias de Colombia, cada semana en su buzón
RECÍBALA

Esa sugestión colectiva puede cobijar a miles o millones, que creen oír a un presidente proponiendo destazar la Constitución, cuando él podría estar diciendo que la va a proteger. La sugestión tiene un efecto más valioso: posicionar en la mente del público una idea, un concepto, un producto.

Probablemente en la presidencia de este mandatario imaginario del que hablamos no cuaje una asamblea de tal catadura, pero, con un par de años de juiciosa insistencia, podría adquirir una calidad casi mántrica. Y sería de gran utilidad para que un futuro candidato, en plena sintonía con el presidente, la hiciera promesa de campaña.

Quién sabe, quizás en un puñado de calendarios sea la gente la que exija con fervor que se convoque a una constituyente y venga el shu-shu-shu de una pieza tumbando a la siguiente, para echar abajo la estructura jurídica del Estado. Dominar algo tiene que ver con dominó.

Nota: Gustavo ha sido el mejor de los magos de este país. Gustavo Lorgia (1951-2024), a quien siempre recordaremos con inmensa admiración.

Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS sobre Colombia y aquí al canal en WhatsApp, y reciba todas las claves informativas de la actualidad del país.

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_
Tu comentario se publicará con nombre y apellido
Normas
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_